Atlético Tucumán perdió sobre el final ante Newell’s con goles de Cuesta y Guch

Atlético resistía en un partido chato y con pocas luces, pero un gol de Víctor Cuesta y otro de Facundo Guch lo dejaron con las manos vacías en su visita a Newell’s

Atlético Tucumán perdió sobre el final ante Newell’s con goles de Cuesta y Guch

Como arena entre los dedos. Así se le escapó a Atlético Tucumán el puntito que se estaba llevando de Rosario, ante un Newell’s Old Boys de presente ordinario. Pero esa pelota que nadie despejó y Víctor Cuesta clavó en la red cuando faltaba poco, sumado a la sentencia de Facundo Guch, dejó una vez más con las manos vacías a un equipo al que jugar de visitante definitivamente no le sienta bien.

Fue el típico partido al que se califica por su consecuencia metafórica: “Un dolor de ojos”. En ese contexto (bastante impropio del fútbol de los campeones del mundo, salvo por el atributo de la enjundia), el conjunto de Lucas Pusineri exhibió un puñado de virtudes valorables y se mostró más peligroso en la primera etapa.

El “Decano” tuvo actitud para ir a buscarlo. Fue un arranque furioso, con cuatro tiros de esquina a favor en cuatro minutos. Los hinchas de Newell’s miraban desconcertados a un equipo dormido.

Fue increíble que Lautaro Godoy, ante la inacción rival, tuviera tres chances clarísimas sin solución de continuidad en aquel inicio, incluido un palo y dos “tiros al muñeco” (es decir al lugar en que estaba plantado el arquero paraguayo Juan Espínola, que respondió bien entonces y también en un mano a mano con Nicolás Laméndola, minutos más tarde).

De aquel equipo que dejó escapar el pasaporte a cuartos de final de Copa Argentina ante idéntico oponente en Salta un mes atrás, Pusineri repitió siete nombres. Y aun con las ausencias del suspendido Leandro Díaz y de un Mateo Coronel con futuro mexicano, el técnico no resignó la ambición de atacar: sus lugares fueron ocupados por Laméndola y Ramiro Ruiz Rodríguez.

El mediocampo repitió nombres, y como aquella noche en el Padre Martiarena, por momentos los volantes de Atlético no consiguieron evitar que la medular se convirtiera en zona de tránsito rápido. Eso fue aprovechado de a momentos por los buenos pasadores del equipo de Cristian Fabbiani. Con todo, solo una vez en la etapa inicial fue llamado a intervenir Matías Mansilla, en gran forma.

Poco después, Fernando Espinoza se las ingenió para volver a crispar los ánimos del banco “decano”, cuando evitó amonestar a un rival que cometió una falta para cortar una contra de la visita. De todas formas, esta vez el árbitro no influyó demasiado en la cuestión.

Criticado por los hinchas y los periodistas partidarios, por sus últimas decisiones y fundamentalmente tras la nueva derrota en el clásico ante Rosario Central, el “Ogro” Fabbiani decidió mover el tablero con dos cambios en el entretiempo, incluido el ingreso de un Darío Benedetto muy distante del de sus mejores días. “Está perdido”, opinaban, en referencia a la decisión del entrenador local de jugar el complemento con dos centrodelanteros, pero sin jugadores naturales por afuera.

¿Y Atlético? Con el pasar de los minutos, fue quedando cada vez más lejos del área “leprosa”. La apuesta de una contra que valiera los tres puntos siguió presente, sobre todo porque esa es la especialidad de “Triple R”. Pero el Mateo Bajamich que sentenció a Boca Juniors en Copa Argentina no apareció por Rosario.

La apuesta por un enganche como Franco Nicola para intentar explotar la espalda de Ever Banega pareció interesante. Para entonces, Atlético había cambiado su dibujo a un 5-2-1-2. Y Newell’s iba a la carga Barracas. Y entonces llegó esa pelota que nadie defendió y Cuesta, con su experiencia, supo qué tenía que hacer. Luego llegó esa escapada con el celebrado gol bautismal en Primera del juvenil Guch.

Un punto de visitante, incluso jugando de manera deslucida, era algo. Servía para sumar y disimular la necesidad de una mejoría, que ahora se torna aún más imperiosa. Mucho más cuando en el horizonte inmediato de Atlético se yergue River.

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