¿Por qué los ríos de Alaska aparecieron teñidos de naranja?: la irreversible transformación del Ártico

Los científicos advirtieron que los ríos de la cordillera Brooks no podrán recuperarse del cambio tóxico.

Los ríos de Alaska bajo las consecuencias del cambio climático. Los ríos de Alaska bajo las consecuencias del cambio climático.
09 Septiembre 2025

El paisaje de la cordillera Brooks en Alaska está lejos de parecerse a las postales de aguas cristalinas y peces de color rojo vibrante. Hoy el río Salmon demuestra una imagen completamente distinta, donde la corriente luce un aspecto anaranjado, un color que esconde una realidad lamentable: el cambio tóxico que afecta a la vida acuática de forma irreversible.

Las aguas del río Salmon presentan un color naranja y un aspecto turbio, una postal que evidencia la transformación radical del Ártico y con ello consecuencias inmensas entre las especies que allí habitan. Este proceso, causado por el cambio climático utilizó estas corrientes que proveían de agua potable, convirtiéndose en desecho contaminado, y con consecuencias que los científicos consideran irreversibles.

El deshielo del permafrost

Las aguas de Alaska tienen este aspecto debido al deshielo del permafrost, una capa de suelo ártico congelada durante milenios que se está derritiendo por el aumento de las temperaturas globales. La entrada de agua y oxígeno en este suelo expuesto genera reacciones químicas que descomponen piedras ricas en sulfuros.

Así se forma ácido sulfúrico, que libera metales como hierro, cadmio y aluminio hacia los ríos. Aunque normalmente esta contaminación se asocia a actividades mineras, en este caso sucede de manera natural, sin intervención humana, destacó Infobae. Tim Lyons, biogeoquímico de la Universidad de California Riverside, afirmó que el aspecto de estos ríos recuerda al drenaje ácido de minas, aunque subrayó: “Aquí no hay mina. El permafrost se está descongelando y está alterando la composición química del paisaje”.

Consecuencias en la fauna marina

El ecólogo Paddy Sullivan, de la Universidad de Alaska, fue el primero en detectar en 2019 el cambio drástico en el río Salmon durante una campaña de campo sobre el desplazamiento de los bosques árticos. Al observar que el río no recuperaba su claridad tras el deshielo y tenía apariencia de aguas residuales, Sullivan se unió a Lyons, Roman Dial de la Universidad Alaska Pacific y otros colegas para investigar el fenómeno. Allí confirmaron este proceso: el deshielo de permafrost desencadena reacciones geoquímicas, así como la movilización de numerosos metales, entre ellos el cadmio.

Este último metal se acumula en los órganos de los peces y puede afectar a depredadores como osos y aves que consumen pescado. Si bien en pequeñas dosis no siempre son tóxicos, el estudio demostró que los niveles en el agua del río Salmon superan los límites de toxicidad para la vida acuática establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA). Además, la alta concentración de hierro enturbia el agua, disminuye la luz y asfixia a las larvas de insectos, que constituyen la base alimentaria de peces como el salmón.

A su vez, los cambios en los ríos representan amenazas indirectas para las comunidades indígenas que dependen del salmón chum para su subsistencia. Otras especies de peces como el tímalo y el tímalo Dolly Varden igualmente sufren por la alteración del hábitat.

Cambios irreversibles

La situación es crítica porque, a diferencia de la contaminación minera que puede controlarse con barreras, las cuencas hidrográficas remotas del Ártico presentan cientos de fuentes potenciales de contaminación y carecen de infraestructura para su control. Una vez desatada la reacción química, solo la recuperación del permafrost podría frenarla, algo poco probable en el contexto actual de calentamiento global. Así, el carácter irrecuperable de este cambio es inquietante, y como explica Lyons, "una vez que esto empieza, no hay solución. Es otro cambio irreversible impulsado por el calentamiento del planeta."

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