JUAN BAUTISTA ALBERDI. Se trata de “uno de los grandes intelectuales del siglo XIX que hoy todavía nos ilumina”, dijo el periodista Fernando Ruiz. JUAN BAUTISTA ALBERDI. Se trata de “uno de los grandes intelectuales del siglo XIX que hoy todavía nos ilumina”, dijo el periodista Fernando Ruiz.

Ya no está entre nosotros José Ignacio García Hamilton para que le preguntemos si intuía la vigencia perenne que tendría el título de la novela biográfica que escribió sobre Juan Bautista Alberdi. Vida de un ausente se llama esa obra publicada en 1993 por Sudamericana. El presente de Alberdi está hecho de eso mismo. De una blindada y coordinada ausencia.

El 10 de agosto lo hizo notar Fernando Ruiz, docente de Periodismo y Democracia de la UCA, en estas páginas. “Después de los guerreros de la Independencia vinieron los pensadores y constructores de la nación. Son dos roles diferentes, pero ambos esenciales. Y en este último grupo son pocos los que destacan tanto como el tucumano Juan Bautista Alberdi, uno de los grandes intelectuales del siglo XIX que hoy en el siglo XXI todavía nos ilumina. Sin embargo, no hay un lugar en el cual los argentinos puedan conocer su vida y obra”, sintetizó el miembro de la Academia Nacional de Periodismo.

De repente, Alberdi se ausentó de la retórica del Gobierno nacional. Los discursos libertarios originales reivindicaban la figura de Alberdi hasta el punto de haber acuñado en su honor el papel moneda de la máxima denominación: el billete de 20.000 pesos argentinos. En el dorso se exhibe un verdadero elogio de la ausencia: la ilustración, tal y como se informó oficialmente cuando se presentó el nuevo diseño, es “la recreación de la casa natal del abogado, diplomático, economista, escritor, filósofo, periodista y político”. Ese solar ya no existe. En donde alguna vez se encontraba actualmente existe un comercio gastronómico.

A pocos metros de allí se encuentra la biblioteca Alberdi: está clausurada. Resta un detalle: el mayor homenaje que le tributó esta provincia a su máximo prócer es haberle dado su nombre a uno de sus 17 departamentos. La municipalidad de la ciudad cabecera de ese distrito, actualmente, está intervenida. ¿Nadie lee ya los lapsus que el inconsciente colectivo comete respecto del hombre que inspiró la Constitución Nacional? A Alberdi, presente en la cima de nuestro ordenamiento jurídico, no se lo puede encontrar porque parecen empecinados en perderlo.

La forma de la patria

En noviembre de 2022, invitado por la Fundación Federalismo y Libertad, visitó esta provincia el ex presidente de Paraguay Federico Franco. En una entrevista, manifestó la emoción que le provocaba estar en Tucumán. El político que había sido periodista reveló que hacía mucho tiempo que quería conocer la tierra donde había nacido Juan Bautista Alberdi. Recalcó que el tucumano era uno de los próceres argentinos más reconocidos, y probablemente el más querido por la nación paraguaya. El reconocimiento es por su prédica contra la “Guerra Grande”, que es como en el hermano país llaman a la Guerra de la Triple Alianza. La conflagración, aquí conocida como “Guerra del Paraguay”, estalló a mediados de la década de 1860: tropas de Brasil, Argentina y Uruguay se enfrentaron contra las de Paraguay, país que sufrió escarnios y masacres todavía incalculables.

Alberdi la rebautizó como la “Guerra de la Triple Infamia”. Su ensayo El crimen de la guerra denuncia que toda guerra es injustificable y que es imposible considerar que alguna puede ser “justa”, porque tal cosa implicaría concebir la entelequia de un “crimen justo”.

No es difícil imaginar, entonces, el entusiasmo del ex presidente paraguayo por sumergirse en las reliquias de la historia de ese argentino impar. Otra cosa es tratar de dimensionar las impresiones de un estadista cuando se topó con el hecho de que en Tucumán a Alberdi le tributan el olvido.

En la esquina de 25 de Mayo y 24 de Septiembre, frente a la plaza Independencia, no hay un museo consagrado a la vida y a la obra del tucumano cuyo aporte para la posteridad consiste nada menos que en habernos legado la forma de la patria. Porque, según escribió en su Fragmento preliminar de al Estudio del Derecho, la democracia es soberanía del pueblo y “con tal que la soberanía del pueblo exista y sea reconocida, importa poco que el pueblo delegue su ejercicio en manos de un representante, de varios o de muchos”. Es decir, en nombre de la democracia puede haber aristocracia y también monarquía. O puede haber república. Y la república es, según el imprescindible tucumano, “la única forma posible de Gobierno”. En su honor, en el lugar mismo donde nació el 29 de agosto de 1810, hoy hacen pizzas.

Ya sólo una placa da testimonio de ello. Curiosamente, es más pequeña que la del edificio de la avenida Carnot, en París, donde su vida se apagaría. “En esta casa vivió sus últimos días Juan Bautista Alberdi, precursor del pensamiento democrático de Argentina e inspirador de su Constitución. Homenaje del pueblo y del gobierno de su país en conmemoración del centenario de su muerte. 19 de junio de 1984”, se lee -en francés- en el mármol que lo evoca. La ausencia de Alberdi es grandilocuente: la Nación evoca su figura, inclusive en el extranjero, con mayor énfasis que la que pone el Estado tucumano para recordarlo en su tierra.

Justamente, José Guillermo Godoy, el presidente de Federalismo y Libertad, recuerda que el ex presidente Franco, en la audiencia que mantuvo con las autoridades provinciales a finales de 2022, reprochó que no se haya conservado la casa natal del prócer y que, como agravante, fuese tan exigua la placa que había en el lugar. También recriminó que la calle Alberdi de San Miguel de Tucumán (la cual pidió recorrer casi como premio consuelo) no fuese una de vías principales de la Capital de la provincia, sino tan sólo una arteria más de barrio Sur.

Un ex jefe de Estado de América del Sur quería que lo llevaran a tributarle honor y gratitud al argentino que abogó contra una guerra que asoló Paraguay. No pudo creer nunca, ni siquiera cuando se iba, que a lo sumo le podían invitar una grande de muzzarella.

Criminal de la libertad

Con quirúrgica ironía, Alberdi confesó, viéndose perseguido y calumniado por sus ideas liberales, que uno de sus “grandes crímenes” fue haber escrito, para su país, una “Constitución de libertad”. En verdad, es culpable de ello desde el artículo 1°, cuando consagra la forma que tendrá la soberanía popular en estas tierras: representativa, republicana y federal.

Ese mismo sistema debe replicarse en las provincias, también mediante constituciones escritas. La Nación respetará la autonomía de estos distritos si observan esos principios, además de estructurar un régimen municipal, la administración de justicia, y garantizar la educación primaria (artículo 5°).

Todo argentino goza de los derechos de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender (artículo 14°).

En la Argentina no hay esclavos (artículo 15°) a partir de la Constitución inspirada por Alberdi y sancionada en 1853. Es decir, abolimos la esclavitud una década antes que Estados Unidos. A la par, no se admiten aquí prerrogativas de sangre ni títulos de nobleza, porque todos los habitantes de este suelo son iguales ante la ley (artículo 16°). El único requisito que el tucumano propuso para el ejercicio de un cargo público fue nada más (y nada menos) que la idoneidad.

La propiedad privada es inviolable (artículo 17°), al igual que el domicilio, la correspondencia y los papeles privados (artículo 18°). Ningún argentino puede ser penado sin un juicio previo, fundado en una ley anterior. Es inviolable, también, su derecho a gozar de una defensa.

Las acciones privadas de los hombres están exentas de la autoridad judicial, si no afectan la moral pública ni perjudican a terceros (artículo 19°). Ningún compatriota puede ser obligado a hacer lo que la ley no manda ni puede ser privado hacer lo que la ley no prohíbe.

La Constitución es suprema: ninguno de sus principios, garantías y derechos puede ser alterado por las leyes (artículo 28°). Y todo argentino debe armarse en defensa de la patria y de su Carta Magna (artículo 21°). Eso sí: el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes: toda fuerza armada que se atribuya los derechos del pueblo comete sedición (artículo 22°).

Apenas promediaba el siglo XIX y la Constitución de Alberdi ya prefigura una “forma” de Gobierno que tenía en cuenta múltiples dimensiones para una democracia: hay ahí principios de democracia electoral, deliberativa, igualitaria y, fundamentalmente, liberal. Porque la Constitución que inspira Alberdi es una carta mediante la cual los ciudadanos, en tanto miembros de una sociedad política, limitan el poder de las autoridades que lo representan. Lo contrario es, justamente, contrariar la razón de ser de las Constituciones.

Alberdi, entonces, no tiene su propio museo en Tucumán porque, desde la reforma de 2006, mandaron la Constitución de Tucumán a un museo.

En igual sentido, se entiende por qué el Gobierno libertario ya no habla de él. Es más: desde hace unos meses reivindican a Sarmiento, que tanto vituperó al tucumano. Se identifican con un “loco”, como apodaban al sanjuanino, que con un estadista, como el tucumano.

Alberdi sigue condenado a la ausencia por parte de los poderosos. Es que donde aparece, incomoda…

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