Messi se despidió como lo hacen los grandes

En el Monumental, la Selección goleó 3-0 a Venezuela, pero la noche fue toda del "10": marcó dos tantos, jugó su último partido de Eliminatorias en Argentina y recibió una ovación interminable, símbolo de un país agradecido.

TOQUE DE CALIDAD. Messi define con clase ante Romo y tres defensores. Fue el 1 a 0 de otra noche mágica del 10. TOQUE DE CALIDAD. Messi define con clase ante Romo y tres defensores. Fue el 1 a 0 de otra noche mágica del "10".

Hay partidos que parecen escritos antes de jugarse. No por el resultado, sino por el guion invisible que dicta la memoria, el mito y la emoción colectiva. Argentina le ganó 3-0 a Venezuela en el Monumental, pero lo que quedará grabado en el recuerdo no será la solidez del plan ni la tibieza de un rival que llegó a la cancha de River prácticamente a ser un partenaire. Lo que quedará para siempre será Lionel Messi, dueño del aire y de la pelota, escribiendo la última página de su historia en las Eliminatorias con la Selección en nuestro suelo.

El partido tuvo un molde reconocible. La pelota vestida de celeste y blanco, y pases que se encadenaban como cuentas de un rosario hasta encontrar el momento de acelerar para lastimar. Venezuela plantó un 5-3-2 timorato, esperando un error defensivo de Argentina que nunca llegó. En esa espera se agotó.

Rafael Romo, su arquero, fue la única resistencia real, una especie de guardián que retrasó lo inevitable.

La primera pincelada de Messi llegó tras un quite de Leandro Paredes y un pase profundo para Julián Álvarez. El delantero entendió que la noche tenía dueño y, pese a que estaba en una posición clara para marcar el 1-0, cedió la gloria. El “10” empujó la pelota con la naturalidad de quien respira. Picó la pelota ante la salida del arquero y el esfuerzo en vano de tres defensores que intentaban impedir el tanto. Fue un gol por decantación y el anuncio de que la historia sería, una vez más, toda suya.

Después, el partido se volvió un ensayo a puertas abiertas y con las tribunas colmadas. Thiago Almada, Rodrigo De Paul, Franco Mastantuono y Paredes… todos sumaban acordes para que Messi afinara la melodía y pudiera cantar su mejor canción. La ovación bajaba de las tribunas, y cuando el crack rosarino inventó un tiro libre rápido, Nicolás González volcó la pelota al área y Lautaro Martínez cabeceó con instinto asesino para que la goleada comenzará a tomar forma.

Y como toda historia de amor, el cierre fue perfecto. Un triángulo virtuoso entre De Paul y Almada abrió la defensa venezolana, y Messi apareció en el corazón del área para asegurar su doblete. Un gol que fue despedida y abrazo, como si en esa definición se resumiera todo lo vivido desde aquel debut con la camiseta “19” hace casi 20 años.

La Selección bailó, aunque sin lujos excesivos, porque el rival nunca fue amenaza. Pero el Monumental vibró como pocas veces. Los hinchas no fueron testigos sino que fueron protagonistas, agradeciendo con cada aplauso los títulos, los goles y las alegrías. Messi se fue ovacionado, con el eco de un estadio que pidió que el adiós no llegue nunca.

El resultado fue una goleada, pero significado, otra cosa: el círculo que se cierra con el “10” despidiéndose en casa, como siempre supo hacerlo, con la pelota a sus pies y el corazón de un país rendido a los suyos.

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