Es una semana de altísima intensidad para Daniel Mecca. Intensidad netamente borgeana, ya que por estos días corre una nueva edición del festival #BorgesPalooza, encuentro que cada año él se pone al hombro y con el que habilita -exitosamente- nuevas miradas sobre una figura que muchos ven subida a un pedestal. Pero siempre hay tiempo para la charla, incluso en plena vorágine; en especial por el condimento que proporciona la inminente visita de Mecca a Tucumán. Y el tema, cómo no, es Borges. Borges y su infinito universo.
- Convertiste a Borges en un verbo: “borgear”. Si ese verbo estuviera en el diccionario, ¿cómo creés que se definiría?
- Borgear: acción de releer. Muy sencillo. Siempre repito que la mejor manera de leer a Borges es releerlo. La relectura en Borges no es una obligación derivada de la dificultad, sino una tentación constante. Incluso sus textos más accesibles invitan a volver. Uno podría pensar que releer es un ejercicio destinado a descifrar lo complejo, pero en Borges la relectura se impone también en lo aparentemente simple.
- ¿Por ejemplo?
- Tomemos un poema como “Fundación mítica de Buenos Aires”. El final dice: “A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el agua y el aire”. Esa frase tiene algo hipnótico, como si hubiera existido desde siempre. Te invita a regresar, no para entender sino para saborear. En “El amenazado” pasa lo mismo cuando escribe: “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”. Son versos que uno quiere releer porque producen un estremecimiento vital.
- ¿Cómo se da esa relación?
- Borges se vuelve familiar. Bioy Casares contaba en sus diarios: “come en casa Borges”. Borges entraba a la mesa y se volvía parte de la rutina. Cuando entra en tu biblioteca ocurre lo mismo: empieza a convivir con vos como un pariente cercano, con el que a veces te llevás bien y otras veces discutís. Y está muy bien enojarse con Borges, decir “no entiendo nada de esto”, hasta que de repente te desliza una oración que te deja pensando semanas.
- Volviendo a “borgear”...
- No es sólo volver sobre Borges; es también releer con él a los autores que lo formaron. Leer a Borges es, en algún punto, leer a Shakespeare, a Cervantes, a Lewis Carroll, a Quevedo, a Góngora. Es como entrar en un universo paralelo. Te metés en Borges y no sabés dónde salís. Y lo mejor que te puede pasar es precisamente no saber dónde.
- Muchos de tus proyectos parecen orientados a “desacralizar” a Borges. ¿Es así?
- Sí, pero con una salvedad: el primero que desacralizó a Borges fue Borges mismo. Si uno repasa sus entrevistas, esa actitud aparece todo el tiempo. Cuando le decían “usted es el mejor escritor del siglo”, contestaba: “habrá sido un siglo muy malo”. Cuando alguien lo detenía en la calle para decirle “yo soy escritor”, respondía: “caramba, yo también”. Esa ironía permanente era un modo de bajarse del pedestal. Vivía en casas modestas, en el barrio de Retiro, sin ostentaciones. No tenía la necesidad de demostrar su sabiduría de manera paternalista. Nunca se situaba en el lugar de maestro que te indica qué es lo bueno y qué es lo malo. Hablaba con sus pares, y sus pares no eran sólo otros escritores sino también los lectores. Borges era, antes que nada, un lector.
LA ICONOGRAFÍA POP SIEMPRE PRESENTE. “Borges circula en la cultura popular como una figura inevitable, incluso para quienes no lo leyeron en profundidad”.
- ¿Cómo se da tu abordaje?
- Yo no vengo de la academia. No tengo estudios formales en letras. Quizás eso me permitió mirar a Borges de otra manera. No mejor ni peor: distinta. Y lo digo sin despreciar las lecturas académicas, que me nutren todo el tiempo. Hay estudios extraordinarios, como los de Silvia Molloy o Beatriz Sarlo, que me marcaron profundamente. Pero mi aporte va por otro lado: llevar a Borges a un espacio de conversación más cotidiano, menos solemne.
- En tu libro lo definís como una gran bestia de la cultura popular. El título es provocador, incluso desde ponerlo en diálogo con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
- La asociación no es obvia: uno vincularía más a Borges con Cervantes que con el Indio Solari. Pero al cruzarlos aparecen resonancias. Los Redondos cantan: “el lujo es vulgaridad”. Borges pensaba exactamente lo mismo. Para él la ostentación no tenía valor. Y cuando cantan “el futuro llegó hace rato” parece que hablaran de Borges. En 1941, con “El jardín de senderos que se bifurcan”, él ya estaba escribiendo sobre universos paralelos. Hoy esa narrativa es la de Marvel. Y si miramos más allá, en la película inglesa “Performance” (1970), aparece Mick Jagger leyendo a Borges en inglés. Eso ya es iconografía pop. Borges circula en la cultura popular como una figura inevitable, incluso para quienes no lo leyeron en profundidad. Me interesa trabajar esas asociaciones porque permiten generar nuevos lectores. Cuantos más borgeanos haya, mejor. Borges no es un patrimonio privado: es aire, viento. No se lo puede encerrar.
- ¿Y qué pasa con quienes sienten que Borges les pertenece, casi apropiándose de él?
- Creo que ahí se confunde la idea de rivalidad con la de disputa. Rivalidad supone que alguien gana y otro pierde. Disputa significa poner las ideas en juego, discutir para que avancen. Y discutir no implica enemistad. Uno puede debatir con sus amigos más queridos. Por eso no tiene sentido hablar de apropiación de Borges. No le pertenece a nadie. Él mismo lo dijo: “lo bueno ya no es de nadie, sino del lenguaje o la tradición”. Borges pertenece a la tradición, que es lo más colectivo que existe.
- Vas a dar una charla para adolescentes en Tucumán. ¿Cómo les presentás a Borges, a quien pueden haber como alguien tan lejano?
- Ese es un desafío hermoso. El Colegio Nacional, con 200 chicos, es una escena que me entusiasma muchísimo. Lo primero que pienso es que no sé cuántos de esos jóvenes seguirán letras. Y no importa. Leer a Borges sirve para cualquier oficio. Si estudiás medicina, arquitectura o filosofía, siempre vas a ser mejor en tu disciplina si leíste a Borges, porque te entrena la imaginación. El registro adolescente es particular: viven sobreestimulados. La pregunta es cómo competir con esa avalancha de estímulos. Y ahí está la estrategia: mostrar que lo que consumen en Marvel, Borges lo hacía hace más de 80 años. Eso los sorprende. Y otra clave: no me interesa dar clases frontales, prefiero el intercambio, porque en los adolescentes hay un capital de imaginación enorme. Y la imaginación, en esa edad, está pujando por salir.
- También darás una charla titulada “¿Podrá la inteligencia artificial escribir como Borges?”. ¿Por dóde pensás ir?
- Vengo experimentando con eso. Tengo un Borges IA al que voy entrenando. Capta el estilo, pero todavía de un modo paródico. Es un Borges más borgeano que Borges, como si exagerara sus tics. Lo interesante es que la IA responde con mucha seguridad. Y Borges hacía de la duda un principio estético. Para él la duda no era una falla: era materia literaria. Esa distancia es central. ¿Podrá la inteligencia artificial aprender a dudar? Quizás en el futuro, porque avanza muy rápido. Pero por ahora lo que produce es asertivo, cerrado. Borges en cambio era errático incluso en su oralidad. Si escuchás sus entrevistas, llega a las conclusiones de manera tartamuda, dubitativa. Eso, que podría verse como un defecto, lo vuelve único. Y también plantea una cuestión más filosófica: ¿puede alguien sin fallas producir literatura? Yo creo que no. La falla es constitutiva de lo humano.
- Uno de tus talleres en Tucumán se llama “Cómo escribir poesía”. ¿Qué le respondés a alguien que te dice: “quiero escribir poesía, decime cómo se hace”?
- Le diría que todo el mundo puede escribir poesía, pero no todo lo que se escribe es poesía. A veces se afirma que cualquier cosa escrita es un poema. Yo creo lo contrario: la mejor manera de democratizar la poesía no es llamar “poesía” a cualquier cosa, sino incentivar a escribir y, sobre todo, a corregir. El poema empieza cuando se termina de escribir. La poesía es un oficio, no una iluminación divina. No hay musas que descienden ni chispazos mágicos. Hay lectura, escritura y corrección. El poeta no es un ser especial: va al supermercado, paga impuestos, llega con lo justo a fin de mes. Lo que hace distinto al poeta no es un don sobrenatural, sino la disciplina. Como decía Oscar Wilde: “estuve toda la mañana poniendo una coma y por la tarde la saqué”. Ese trabajo artesanal es la esencia de la poesía. Por eso insisto: la poesía también es un hecho físico. Leer es un acto físico. Escribir es un acto físico. No compromete sólo al intelecto, compromete al cuerpo entero.
- El 2026 se cumplen 40 años de la muerte de Borges. Si pudieras conversar con él cinco minutos, ¿qué le dirías?
- Lo escucharía. No le diría nada. Me parece que la literatura de Borges enseña algo fundamental: la modestia. Siempre hay alguien más extraordinario que uno, y eso no debería ser motivo de decepción, sino de entusiasmo. Me gustaría recuperar con él el arte de la conversación, que hoy se ha perdido. Cuando hablo de conversar, hablo de hablar sin tema específico, sin agenda. Borges lo hacía, lo aprendió de Macedonio Fernández. Podía empezar con Schopenhauer y terminar en un partido de la Selección argentina. Esa deriva, ese laberinto sin salida, es lo más fascinante. Si nos sentáramos a tomar un café, seguramente me preguntaría por mi apellido. Haría un análisis histórico, buscaría conexiones. Porque Borges tenía esa capacidad, unía lo que parecía desunido, producía enlaces inesperados. Y esa es una de las grandes lecciones que nos deja: leer es aprender a vincular.
El protagonista y la agenda que desarrollará en Tucumán
- Daniel Mecca es escritor, poeta, docente y gestor cultural, y también firma columnas en distintos medios. Entre sus publicaciones figuran la novela “Aira o muerte” (2023), el poemario “Ahora: Apocalipsis” (2024), “Los Canto: biografía de Estela y Patricio Canto” (editado por Seix Barral), y los ensayos “Borges, la gran bestia pop de la literatura argentina” (AZ) y “Es todo verso: centro de atención al poeta” (ambos de 2024). Organiza el festival #BorgesPalooza.
EN TUCUMÁN. Mecca llegará la semana próxima.
- “Cómo leer y escribir poesía” se titula el taller que brindará en Tucumán la tarde del 11 de septiembre, desde las 17.15. Las inscripciones están abiertas en Libro de Oro (Corrientes 532, sede de la actividad), de forma presencial, por medio de las redes sociales de la librería o comunicándose al 381 5150096.
- El mismo jueves 11, tras el taller -alrededor de las 20-, Mecca presentará en Libro de Oro “Borges: la gran bestia pop de la literatura argentina”. El viernes 12 brindará la charla “Borges para adolescentes”, con estudiantes de escuelas secundarias; y el sábado 13, en el marco de un “desayuno borgeano”, hablará sobre “¿Podrá la IA escribir como Borges?” Esto será a las 10.30 en Paradisi Bar (Pedro de Villalba y Bascary, Yerba Buena).










