Banco Central. ARCHIVO
Si bien la política monetaria no es requerida para financiar al fisco, está cada vez más supeditada a las necesidades del Gobierno, con un objetivo casi excluyente: contener la presión cambiaria en la antesala de las elecciones. En este marco, el Banco Central (BCRA) dispuso una nueva suba de los encajes, junto con un incremento en el porcentaje de integración mediante títulos públicos.
Se trata del cuarto ajuste desde julio, indica Invecq Consultora Económica. La exigencia de efectivo mínimo ya supera el 50%, el porcentaje más alto desde comienzos de la década de 1990. Estas decisiones persiguen un doble propósito, aunque ambos subordinados a la misma finalidad: evitar un salto en el tipo de cambio.
Por un lado, apuntan a facilitar que el Tesoro logre renovar sus vencimientos -un desafío cada vez más complejo desde abril, pese a la suba de tasas y a la mayor proporción de encajes integrables- y extender “duration”. Por otro lado, buscan endurecer la política monetaria a través de la absorción de liquidez, reduciendo la cantidad de pesos disponibles para dolarizarse.
Según la consultora, en los últimos meses, la imposibilidad del Ministerio de Economía de refinanciar de manera plena sus compromisos ha constituido uno de los principales factores de expansión de la base monetaria. A ello se sumó la transferencia de $ 12 billones en concepto de utilidades realizada por el BCRA en abril.
Si bien el Gobierno afirmó que esa operación sería monetariamente neutra -al permanecer los fondos depositados en las cuentas del propio Central-, en la práctica, como era de esperar, ha sido expansiva.
Otra historia
A contramano del discurso oficial, que insiste en que la cantidad de dinero está fija y que “no hay pesos para correr al dólar”, los datos muestran otra historia. Según Invecq, el M3 privado registró un crecimiento mensual real, ajustado por estacionalidad, en 14 de los últimos 16 meses. Actualmente se ubica en $ 115 billones, casi el mismo nivel que noviembre de 2023 (en pesos constantes). Tras el desarme de las LEFI, las tasas de interés exhibieron una marcada volatilidad y se mantienen en niveles históricamente elevados en términos reales, lo que resulta insostenible para la actividad en el mediano plazo. Incluso el propio Gobierno reconoce esta tensión y sostiene que será transitoria, con vigencia hasta las elecciones.
De aquí a octubre, indica Invecq, la administración parece dispuesta a tolerar un menor nivel de actividad a cambio de reforzar el control sobre el dólar y la inflación. Luego, el rumbo de la política cambiaria y monetaria quedará condicionado por el resultado electoral. En caso de una victoria oficialista amplia, el equipo económico intentará mantener un tipo de cambio estable, en los niveles actuales o incluso algo menores, sostenido por un eventual ingreso abultado de capitales. Pero lo más probable es que el esquema monetario-cambiario requiera un ajuste: una corrección cambiaria moderada y administrada (+10-20%), con un “pass-through” acotado, acompañada de una reducción de tasas de interés, con el fin de recomponer el frente externo y aliviar las necesidades de financiamiento, finaliza.







