La historia de un futbolista tucumano que nunca dejó de ser capitán

El liderazgo de Hasan Jadur fue reconocido en cada vestuario que pisó. A lo largo de su carrera en el fútbol tucumano, logró algo inusual: en todos los clubes donde jugó terminó usando la cinta de capitán.

La historia de un futbolista tucumano que nunca dejó de ser capitán

Si sos de los que disfrutan de las rarezas del fútbol, de esos récords que parecen sacados de una enciclopedia, Hasan Jadur entra en esa categoría. En cada equipo en el que jugó, terminó usando la cinta de capitán. Hoy, con 38 años, es el referente de San Pablo. 

En un fútbol que se alimenta de estadísticas y marcas, la particularidad de Jadur no está en la cantidad de goles o títulos, sino en una cualidad intangible: su capacidad de liderazgo. En cada vestuario deja huella y, de forma casi predestinada, se convierte en el referente del grupo.

Atlético, Atlético Concepción, Concepción Fútbol Club, Deportivo Aguilares, Famaillá, Sportivo Guzmán, San Jorge, Amalia y Deportivo Del Bono de San Juan son algunos de los equipos en los que lució el brazalete. Aunque la capitanía suele ser designada por el técnico o votada por el plantel, en su caso ocurrió algo distinto. “No siempre era el DT el que me designaba capitán. A veces llegaba a un equipo que ya tenía uno y esa persona me daba la cinta”, contó el volante central. Lo que él describe como algo “pasajero” es, en realidad, una señal de liderazgo natural.

Su condición de líder está tan arraigada que nunca sintió haber fallado en ese rol. “Lo que les digo siempre es que todos somos capitanes. Por más que yo lleve la cinta, cualquiera puede opinar. Cuando llegaba último a un plantel, en algún momento pasaban a ser capitán porque el grupo lo pedía y el técnico lo notaba. Jamás tuve un reclamo de un club o de un jugador”, aseguró con orgullo. 

Su idea de capitanía se aleja de la imagen tradicional del que manda. Para él, es un trabajo colectivo. “No es que nadie pueda decirme nada; todos tienen voz. El grupo te da ese lugar y uno lo acepta para ayudar”, explicó.

La historia de Jadur con el fútbol comenzó a los 12 años, cuando su padre lo llevó a una prueba en Atlético Tucumán. “Yo me sorprendí, él no, porque me veía condiciones”, recordó. La edad era un poco más avanzada de lo habitual, pero logró quedar seleccionado el mismo día. 

Como muchos chicos, soñaba con “cruzar el charco” y jugar en Europa. Ese mismo océano lo cruzó su abuelo Yucif desde Siria, después de la Segunda Guerra Mundial, para instalarse en Famaillá y empezar una nueva vida. “Vino solo, en barco, sin nada”, relató. 

Jadur no cumplió ese anhelo futbolístico, pero no lo vive como una frustración. “Estoy contento con lo que logré, porque lo hice solo. Nadie me ayudó, no tengo apellido ni contactos”, afirmó. Ese esfuerzo también lo llevó a recibirse de profesor de Educación Física. Actualmente da clases en la Escuela 301 Capital Federal, conocida como La Banderita, en Villa Alem. “Trabajo con chicos y chicas de primero a cuarto grado, más que nada en el desarrollo de habilidades motrices”, contó.

Fuera de la cancha, el fútbol sigue presente en su familia. Su hijo Said, de 9 años, ya ganó un torneo con su escuelita, Stadium. “Quiere ir a San Martín o Atlético, pero no quiero que se golpee tan temprano. Prefiero que llegue más formado”, explicó. Esa cautela tiene que ver con su propia experiencia: aunque fue aceptado de inmediato en Atlético Tucumán, sabe que hoy las pruebas son más exigentes y que una buena formación inicial es clave.

Dentro del campo, Jadur se define como un volante atípico. “A veces me equivoco y meto goles”, bromeó. A lo largo de más de tres décadas jugando, anotó algunos tantos gracias a remates lejanos o jugadas preparadas. Más allá de los goles, disfruta tanto recuperar la pelota como distribuirla, porque en ambas acciones siente la misma pasión por el juego.

Su carrera demuestra que el liderazgo no se impone: se gana. La forma en que se desenvuelve dentro y fuera de la cancha es ejemplo de que la verdadera grandeza no siempre se mide en cifras, sino en la capacidad de guiar, inspirar y dejar una huella imborrable en cada equipo. 

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