CASOS SERIOS. El aislamiento de los chicos puede ser una señal de alarma.
"Uno no sabe realmente lo que enfrenta. En mi generación creo que incluso estaba normalizado. Las burlas que dolían, los apodos hirientes, los empujones sin motivo. No se hablaba del daño que producía y que quizás muchos sanaron en terapia de grandes”, confiesa Lorena Flores, mamá de Bautista, un niño tucumano de 10 años que sufrió acoso escolar.
“Con ‘Bauti’ tuve que luchar para que me escuchen en su colegio. Analicé cambiarlo de escuela, pero finalmente se usó el diálogo, los consensos, y ahora estamos en una buena situación”. El testimonio de esta empleada administrativa de 41 años refleja lo que viven muchas familias: la incertidumbre, el miedo y la frustración frente a una situación que antes se minimizaba y hoy se reconoce como una forma de violencia.
Qué es el acoso escolar
En Tucumán, el Gabinete Pedagógico Interdisciplinario (GPI) prefiere hablar de “acoso escolar entre alumnos o alumnas” en lugar de “bullying”. La psicóloga Marcela Juárez Sánchez, coordinadora del GPI, explica que el término extranjero no refleja nuestro contexto cultural y que, además, se evita utilizar etiquetas como “víctima” o “acosador” porque pueden estigmatizar.
“Nuestros abordajes siempre tienen tres dimensiones: subjetiva, institucional y comunitaria. El lenguaje importa porque define la forma en que actuamos y entendemos el problema”, señala.
La diferencia entre una discusión y un caso de acoso está en tres elementos clave:
•Intencionalidad
•Repetición
•Desequilibrio de poder
Mientras una pelea ocasional puede ser parte del aprendizaje social, el acoso implica hostigamiento sostenido en el tiempo y pone a un niño o niña en una situación de vulnerabilidad constante.
Una guía provincial en revisión
Juárez Sánchez detalla que actualmente la Guía Provincial para el abordaje de situaciones escolares complejas está en proceso de revisión:
“Se agregaron nuevas categorías, como el conflicto de pares en la calle, y se cambiaron terminologías de acuerdo a nuevos paradigmas. Fue un trabajo arduo de articulación, no solo intraministerial, sino también con Nación. La guía ya está en Jurídico para su aprobación definitiva y salida por resolución”, señalan las profesionales.
La guía está orientada a la comunidad educativa -docentes, directivos y familias- y establece protocolos para intervenir en casos de acoso escolar, violencia, abuso sexual y otras situaciones que vulneren derechos.
Señales que pueden y no pueden estar
Uno de los mitos más comunes es pensar que siempre hay señales visibles. Juárez Sánchez advierte que pueden existir o no. “No siempre el niño callado o con bajo rendimiento es víctima de acoso. También puede ocurrir con alumnos exaltados o violentos. Lo clave es que la escuela promueva vínculos pedagógicos y espacios de escucha planificados con un objetivo claro”, remarca.
Además, algunas señales pueden estar relacionadas con otros tipos de violencia o vulneraciones de derechos, por lo que la observación debe ser cuidadosa y acompañada de registro institucional.
El rol docente y de la comunidad
La psicóloga Silvina Diez del Valle, coordinadora del circuito tres del GPI, destaca la importancia de la presencia docente en recreos, patios y horas libres:
“Ahí también se gesta el acoso. Detectarlo implica conocer a los chicos y notar cambios en su humor o conducta”.
Sobre las decisiones familiares, es contundente: “Si un padre saca al niño del colegio sin trabajar la situación, el problema persiste. Hay que dar tiempo a la institución para intervenir y hacerlo en equipo: grado, alumnos, familias y docentes”.
Equipos que acompañan
La fonoaudióloga Patricia del Huerto Jerez, coordinadora del circuito cuatro del GPI, recuerda que la escuela no está sola. “Los equipos interdisciplinarios de psicólogos, pedagogos y fonoaudiólogos están presentes para orientar y acompañar las intervenciones ante estas situaciones”, dice.
Tanto ella como Diez del Valle coinciden en que la falta de espacios de escucha en la familia y en las instituciones agrava los problemas de salud mental infantil y adolescente.
Hoy, Bautista está mejor. No fue un cambio de escuela ni una sanción dura lo que marcó la diferencia, sino el diálogo, el trabajo conjunto y la decisión de no bajar los brazos. Como sostiene Juárez Sánchez, la clave está en recuperar la palabra y los espacios de comunicación, tanto en la familia como en las instituciones.








