Recuerdos fotográficos: 1916. Ernestina, la elefanta coqueta del Zoo tucumano
En este espacio de “Recuerdos” LA GACETA busca revivir el pasado a través de imágenes que se encuentran guardadas en ese tesoro que es el Archivo de LA GACETA. Esperamos que a ustedes, lectores, los haga reencontrarse con el pasado y que puedan retroalimentar con sus propios recuerdos esta nueva sección.
La elefanta Ernestina vivió 15 años en el Zoo tucumano, entre 1916 y 1931. Fue un regalo del gobernador Ernesto Padilla. Era coqueta, veleidosa y malhumorada, cuenta Carlos Páez de la Torre (h) en “El Zoo tucumano y la elefanta coqueta” (LA GACETA, 16/06/13).
Hacía las delicias de los visitantes al jardín zoológico instalado desde 1907 en Mate de Luna y Pellegrini. Pero cuando ese predio se destinó al parque Avellaneda (1928) y se trasladó el zoológico al parque 9 de Julio (1930) la elefanta se negó a moverse. “Ni por las buenas ni por la fuerza -inclusive intentaron arrastrarla con un camión- se la pudo sacar. Así es que la elefanta quedó viviendo en una ruinosa choza”, en los fondos el Instituto Antirrábico.
Estaba encadenada. Los chicos le arrojaban piedras. Una vez arrancó con la trompa una criatura de los brazos de una señora. Otra vez casi aplastó a un niño travieso de seis años. Ella sólo se entendía con su cuidador, Benigno Delgado.
Hasta que los dueños del circo Berlín la compraron y llevaron al elefante King a visitarla en la choza. Pasaron la noche juntos. Ernestina al día siguiente aceptó dócilmente dejar Tucumán y la subieron al tren junto a King, rumbo a Santiago del Estero.
Las coqueterías de Ernestina volvieron a ser noticia en los diarios. Así se la ve en esta foto de 1931. También fue noticia la decadencia de King, que se volvió loco y, ante un ataque de furia, fue muerto a tiros por la policía santiagueña, en 1932.
En el texto “Curiosidades de los hombres del Centenario”, del Centro Cultural Rougés, se informa que Ernestina terminó sus días en el zoológico de La Plata, en 1938, según dio cuenta el cuidador de ese zoo, Martín Davids. No se conocen registros de las causas de su deceso ni del destino de sus huesos.






