Dólar.
La City porteña es un hervidero. De negocios y de chimentos, con preguntas que se abren y se cierran sin una respuesta seria, que aluden a quiénes son los que ganan plata con todos los traspiés que han venido teniendo las autoridades de Economía y el Banco Central y sobre todo el mismísimo presidente de la Nación, quien agitó la soga en casa del ahorcado cuando pronunció en la semana la palabra “corrida”. ¿El resultado?: casi 14% de suba del dólar en julio, lo que implica una devaluación del peso de algo más de 12%. ¿Quién pagará el pato de las ganancias del mercado? es una de las preguntas a responder. Los consumidores con inflación, seguramente.
Es obvio que nadie pide cabezas porque todos se llevan una tajada, pero hay demasiados interrogantes sobre los por qué de todos estos sucesos y de todo lo que le sigue, generalmente dudas tiradas a correr para armar bardo y para ganar a río revuelto. Sin embargo, hay otra pregunta que es de fondo y que surge del recorrido del dólar durante el mes, que debería interpelar al gobierno nacional porque ataca el corazón del esquema económico de superávit y no emisión que dice defender: ¿qué valor tiene la credibilidad fiscal si no logra traducirse en certidumbre financiera?
Entre tantos chismes y dudas que se han instalado en todas las conversaciones sobre el “carry trade” y el financiamiento de la política sobre todo, algunos irrepetibles no por descabellados sino porque son parte también de la técnica del embrollo, está por ejemplo la posibilidad de un eventual “miedo a flotar” por parte del Gobierno. “No sabe, no puede o no quiere”, se escucha. Lo concreto es que, alrededor de la cotización del dólar, se han venido cometiendo errores de todo tipo: de diseño cambiario, de manejo monetario y de declaraciones de funcionarios del más alto nivel que han irritado o confundido al mercado, más allá de la valoración positiva que, en general, se hace de la performance macro.
Lo peor es que los manejos de estas dos últimas semanas han dejado la sensación de que en esta materia se improvisó demasiado en el más alto nivel técnico y que se demuestra una cierta mala praxis en la que muchos no creen, ya que se actúa con la misma lógica de tapar baches y correr detrás de los acontecimientos que tenía el mercado de cambios híperregulado del kirchnerismo, lejos del deseo de converger hacia un sistema cambiario sin tantos desvíos como el actual. El salto del dólar tuvo varios condimentos que le dieron alas a quienes piensan, en primer lugar, que el sistema de bandas cambiarias es atentar contra la flotación, casi como con cierto temor a soltarle el hilo al barrilete.
Suele decirse en el deporte que “los récords están para ser quebrados” y el mercado cambiario piensa más o menos lo mismo del techo de la banda por la cual circula el dólar. Por eso, durante estos últimos días han sido tan febriles para darle a julio un tono complicado desde ese costado, con el testeo que se viene llevando a cabo mandando el valor del dólar para arriba para ver si finalmente el Banco Central honra le regla de vender dólares si la cotización supera los $1.451 al cierre de ayer.
Es verdad que allí se presenta una encerrona para las autoridades, ya que si lo hace caerán más las Reservas, con todos los problemas que hay tras no cumplir con la meta que el FMI ha perdonado y resideñado a futuro y si no vende y eleva el techo de la banda, se habrá producido una devaluación del peso con un traspaso a precios que, de momento, se ha mantenido bastante moderado, aunque se descuenta que llegará en agosto. “Doble Nelson”, lo llaman en el mercado.
La cuestión monetaria con el desarme de las LEFI también fue comidilla, ya que cuando se terminó con el esquema de costo del BCRA para pasárselo al Tesoro no se logró absorber todo lo que vencía. Es verdad que los bancos se quedaron con una parte para aplicarlo a los encajes que iban a subir este mes, pero otra porción importante quedó boyando en el mercado. Ante la suba de la semana, que llevaba inexorablemente el valor del dólar al techo de la banda, el jueves se apretó aún más el torniquete con la irremediable suba de tasas que sobrevendrá, con mucho dolor para los tomadores de crédito (empresas de todo tamaño y tarjetas) que resentirá nuevamente el nivel de actividad y el consumo. Otra vez el precio a pagar… “¿Por quién?”, se insiste.
El costado de las declaraciones ha sido crítico también porque cada palabra sirvió para ponerle una pizca más de amargura a la situación, comenzando por aquella bravuconada del ministro de Economía, Luis Caputo que fue el puntapié inicial del descalabro: “el dólar flota y a cualquiera que le parezca que está barato… agarrá los pesos y comprá. No te la pierdas, campéon”. A partir de allí, a cada paso un tropiezo, coronado por Milei con lo de “corrida” o echándole la culpa a la “traidora” de Victoria Villarruel por haber habilitado aquella sesión en el Senado de sesgo antifiscalista. Menos creativo estuvo Caputo cuando habló de la responsabilidad de los “kukas”, como si el mercado operara por capricho ideológico y no por señales financieras, todo lo cual le dio un aire inmenso a Cristina Kirchner quien respondió con varios pistoletazos al corazón para temor de la City, quien terminó verificando la profecía de un nuevo retorno, otra excusa para comprar.
Hay algo inquietante que subyace en la repetición de nombres, recetas y gestos y no sólo por lo técnico como la suba de tasas, la intervención selectiva o los guiños al mercado, sino por el modo en que esas acciones se encajan en un guión diferente. Así, la “corrida” ha pasado a tener otra estética: ya no se nombra desde el pánico, sino desde la ironía y se trata de hacer ver el episodio como parte del clima. Lo institucional se ha convertido en algo más bien narrativo.
Desde el Gobierno, se justifica que el uso explícito del término por parte del Presidente, lejos de ser lapsus, ha sido una manera de decir que el control no requiere ocultamiento, sino dominio de la escena y que nombrar el riesgo se vuelve una forma idónea de gobernarlo. Toda una teoría que el mercado no compra, desde ya, porque trata de instalar que la volatilidad no requiere blindaje, sino adaptación narrativa, que el mercado se doma con sobreactuación de coherencia y no con seriedad y reformas y que la confianza se construye con relato y no con arquitectura macro. Parece muy rebuscado como argumento.
En medio de este aquelare de desbordes hay dos costados que también siguen los mercados con mucha atención que son el Congreso y las elecciones de octubre, con una parada importante en setiembre cuando tengan lugar las legislativas bonaerenses. Si bien la provincia de Buenos Aires nunca es todo el país, ya que sus necesidades son bastante diferentes, no se puede desconocer que, en términos de volumen electoral, el resultado que se observe no va a ser para nada inocuo para el resto. Allí, La Libertad Avanza irá junto al PRO versus el kirchnerismo y una tercera fuerza aún sin mucho aire, aunque se verá a quien le quita votos.
En ese armado, como en todo el resto, está involucrada Karina Milei exclusivamente, tal el nuevo rol que el Presidente le adjudicó al famoso y desgajado “triángulo de hierro” de dónde él se excluyó. “Santy Caputo es el estratega, mi hermana la armadora y Guillermo Francos vinculará al Gobierno con la política”, marcó como canales de ejecución donde “sólo subirán cosas que requieren el dedo mío, porque yo estoy concentrado 100% en la gestión” definió. El reconocimiento de Francos es una muy buena noticia para la política más tradicional (¿casta?) no por la figura, sino porque de ahora en más el Gobierno tiene una figura que maneje lo que antes no manejaba nadie.
El rol del Jefe de Gabinete será el de tejer y de hecho ya lo está haciendo porque parte del resultado de aquella sesión del Senado que el Presidente denuesta será vetado entre lunes y martes por el desbarajuste fiscal que dice el Gobierno que supondría sobre todo el aumento a jubilados de un remanente que quedó en el olvido cuando se hizo la reconversión de índices hace un año y medio y se espera la insistencia del Congreso. Para volver sobre el tema se necesitan los dos tercios de los presentes en ambas cámaras y en la Casa Rosada dicen que ya tienen (o casi) cerrado el tercio que desactivará la movida. Primera prueba de fuego para el Jefe de Gabinete.
Luego, están los cinco gobernadores que decidieron reunir fuerzas, no en las elecciones de cada provincia sino en el armado de bloques propios de diciembre en adelante, para jugar como contrapeso federal en las dos cámaras. Están buscando más socios para hacerle sentir al Gobierno su mayor fuerza y poder negociar en consecuencia mejores aires para el interior hasta 2027, ahora que saben que Francos al menos los va a escuchar con algún poder de decisión.










