
Joaquín Furriel padece el síndrome de Gilbert

Joaquín Furriel volvió a ser noticia por una revelación personal sobre su salud que llamó la atención de muchos. El reconocido actor reveló recientemente que padece un trastorno particular, una condición que lo acompaña desde su adolescencia y que exige una atención constante a su alimentación.
Este trastorno, del que poco se conoce públicamente, genera intriga sobre sus implicaciones y cómo afecta la vida cotidiana de quienes lo presentan. La confesión de Furriel abre una ventana a una realidad poco visibilizada y nos invita a explorar más a fondo los detalles de una condición que, aunque no siempre se manifiesta de forma evidente, requiere de un manejo específico.
Síndrome de Gilbert: el trastorno que padece Joaquín Furriel y qué síntomas provoca
Furriel padece de síndrome de Gilbert, una condición benigna que afecta a su sistema digestivo, más precisamente al hígado. "Soy consciente de lo que como desde los 16 años porque tengo una enzima que no segrego, que es la enfermedad de Gilbert, en mi hígado", explicó el actor en una reciente entrevista.
En este marco, sumó: "Sé lo que me hace mal al hígado, ya tengo una conciencia alimentaria, qué comer y qué no comer, o qué significa cada comida". Asimismo, confesó: "Ahora, cuando estoy de vacaciones, me funciona comer como quiero, inclusive, a la hora que quiero".
Por último, Furriel contó que, aunque ya está acostumbrado a la situación y no suele preocuparse, tuvo que aprender a organizar una rutina alimentaria por cuestiones de salud. "Me gusta desorganizarme mucho porque, luego, mi vida es mucho más esquemática”, aseguró.
Qué es el síndrome de Gilbert y por qué muchas personas lo tienen sin saberlo
El síndrome de Gilbert es un trastorno hereditario del hígado que interfiere en el procesamiento de la bilirrubina, una sustancia que se libera al descomponerse los glóbulos rojos. En algunos casos, puede generar un leve tono amarillento en la piel o los ojos, sobre todo en situaciones de estrés, ayuno o enfermedad, aunque no implica peligro para la salud.
La mayoría de quienes lo padecen no presentan síntomas y lo descubren por azar mediante un análisis de sangre. No requiere tratamiento, no afecta el funcionamiento del hígado a largo plazo ni compromete la calidad de vida. Sin embargo, su diagnóstico es útil para evitar interpretaciones erróneas o preocupaciones infundadas.








