La Luna.
La Luna es, sin dudas, uno de los astros más admirados por la humanidad. Desde tiempos ancestrales, su presencia en el cielo nocturno ha generado fascinación, calma, inspiración y misterio. Pero ¿qué significa, desde la psicología, que a alguien le guste mucho mirar la Luna? ¿Es solo una cuestión de gusto o revela aspectos más profundos de la personalidad?
Esta conexión tiene un nombre: selenofilia. Se trata de una atracción intensa y emocional hacia la Luna, que va más allá de la simple admiración ocasional. Aunque el término pueda sonar extraño, no se trata de un trastorno ni de una parafilia. Su origen proviene del griego Selene (diosa de la Luna) y philia (amor). Es decir, amor por la Luna.
Una sensibilidad conectada con lo natural
Desde la psicología, se entiende que esta atracción puede reflejar una sensibilidad elevada hacia los ritmos de la naturaleza, una búsqueda de belleza en lo intangible o incluso una forma de refugio emocional. En un mundo cada vez más acelerado, contemplar la Luna puede ser una manera de detener el tiempo, respirar profundo y reconectarse con uno mismo.
Quienes experimentan selenofilia suelen ser personas bohemias, reflexivas e introspectivas, con afinidad por el arte, la noche y la contemplación. No es raro que también se identifiquen como nictofílicos (amantes de la oscuridad), y que encuentren en la Luna una musa para la creación artística o un símbolo de calma y conexión espiritual.
No es un trastorno, sino una expresión estética y emocional
Es importante aclarar que la selenofilia no es una conducta patológica ni figura en manuales diagnósticos de salud mental. No implica daño, deseo sexual ni comportamientos desviados. Es simplemente una forma de vivir la sensibilidad estética y emocional hacia un fenómeno natural que ha inspirado a poetas, músicos y pensadores durante siglos.
Ejemplos sobran: desde la Claro de Luna de Beethoven hasta Fly Me to the Moon o las historias de Julio Verne, la Luna ha sido protagonista en incontables expresiones culturales.
Mirar la Luna como espejo del alma
Quienes sienten esta afinidad suelen describir la experiencia de mirar la Luna como una forma de introspección o de conexión con algo más grande que ellos mismos. A veces representa lo inalcanzable, otras veces, lo constante. Su luz tenue y su presencia cíclica son percibidas como símbolos de transformación, serenidad y eternidad.
En definitiva, la selenofilia no es más que una manifestación de lo humano: la necesidad de belleza, de sentido y de conexión con el cosmos.







