Las mordeduras de perros, ya sea por miedo, defensa o dominancia, son accidentes más comunes de lo que se cree y pueden provocar consecuencias físicas, emocionales e incluso legales. Aunque en Tucumán no se reportan casos de rabia desde hace décadas, la preocupación persiste y no debe subestimarse.
Ante una mordedura, lo primero es no restarle importancia al hecho. Los especialistas en salud animal coinciden en que la herida debe lavarse inmediatamente con abundante agua y jabón. Luego, es fundamental acudir a cualquier centro de salud, donde el personal evaluará la necesidad de aplicar la vacuna antitetánica y prescribir antibióticos, según el caso.
Pero la atención médica no debe terminar ahí: observar al animal que provocó la lesión durante los siguientes 10 días es clave para descartar la posibilidad de rabia.
¿A dónde ir?
Si el perro muere en ese lapso, la persona afectada debe dirigirse con urgencia a la Dirección de Zoonosis, ubicada en Mate de Luna 1.935, realizar la denuncia y solicitar la vacuna antirrábica. Lo mismo se recomienda si el perro no pudo ser identificado.
Más de mil denuncias
Cada año se registran más de 1.000 denuncias por mordeduras en la provincia. En algunos casos, los dueños del perro no quieren hacerse responsables de la observación del animal. Frente a esta negativa, se sugiere realizar también una denuncia policial. Este tipo de incidentes, además del riesgo sanitario que implican, representan un gasto para el sistema de salud y pueden dejar secuelas permanentes, especialmente en los niños, que son las principales víctimas.
Sin embargo, este problema de salud pública no recibe la atención que merece. Especialistas en zoonosis aseguran que las mordeduras graves no son diferenciadas de las simples o menos complejas. No hay estadísticas oficiales detalladas ni un registro actualizado de animales mordedores.
Frente a este escenario, la prevención es la herramienta más poderosa. La tenencia responsable incluye no dejar sueltos a los animales, mantener sus vacunas al día -especialmente la antirrábica- y controlar su reproducción.
Señales de alerta
También es fundamental la educación, tanto de niños como de adultos, para reconocer las señales de alerta en un perro: gruñidos, ladridos, mirada fija, orejas hacia atrás, pelo erizado en el lomo y la cola entre las patas. Comprender su lenguaje corporal puede evitar accidentes por mordeduras. El desconocimiento, en cambio, vuelve a las personas más vulnerables.








