En una época en la cual el rendimiento y el resultado suelen eclipsar todo lo demás, resulta revitalizante conocer las historias de Alejandro Agustín Álvarez y de Melina Véliz, que conciben el deporte como una herramienta de transformación social, cultural y personal. Sus historias, profundamente ligadas a Tucumán, revelan una visión de compromiso y pertenencia. Sus historias, al mismo tiempo, son representativas de una larga lista de entrenadores que trabajan en silencio apostando por el crecimiento colectivo.
Álvarez, nacido en Mercedes (Corrientes), encontró en Tucumán no sólo un lugar inmejorable para desarrollar su carrera como entrenador de boxeo, sino una conexión emocional muy profunda que explica su arraigo. Su relato de una visión mientras corría por el parque 9 de Julio trasciende lo anecdótico: simboliza su integración con la historia y la identidad del lugar. No se trata sólo de una casualidad espiritual, sino de una señal interna de compromiso. Y ese compromiso se expresa también en su mensaje a los tucumanos: “Hay muchas más posibilidades de las que creen”. Desde su mirada externa, ve en la provincia un potencial subestimado por los propios habitantes, e invita a creer, a avanzar, a crecer, tomando al deporte como una rampa de despegue de proporciones. En ese llamado hay una vocación de liderazgo que motiva a romper con el estancamiento y a mirar con nuevos ojos lo propio.
Por su parte, Véliz representa el paradigma de la construcción desde abajo. Nacida en Tafí Viejo, formada en escuelas públicas, y hoy directora técnica de la Selección Argentina de cestoball, campeona del mundo en 2023, lleva consigo una bandera tan fuerte como silenciosa: la de la identidad. Su trabajo no se limita a la táctica o la técnica. Lo que ella impulsa es una forma de ser, dentro y fuera de la cancha. Lo explica con claridad: cada concentración es también una instancia formativa. Se enseña a convivir, a escuchar, a devolver a las comunidades lo aprendido, a generar vínculo con quienes apenas están comenzando a descubrir el deporte.
Tanto Álvarez como Véliz comparten un rasgo esencial: creen en el deporte como espacio de educación, inclusión y desarrollo. Ambos entienden que competir es importante, pero formar es fundamental. En un país como Argentina, donde muchas veces las políticas deportivas no logran continuidad ni apoyo, su trabajo representa una oportunidad única de sembrar un modelo para replicar: profesional, humano, solidario.
Apoyar sus proyectos no es sólo respaldar a dos referentes: es sostener un enfoque de largo plazo. Es entender que un atleta también es un ciudadano, y que una victoria puede construirse desde la empatía y la constancia, no sólo desde el resultado. Representan, como muchos de sus pares, una brújula ética. Esto requiere un acompañamiento a sus iniciativas, con políticas activas, recursos sostenidos y visibilidad permanente. Porque el deporte, cuando se hace con valores, deja de ser sólo un juego y se convierte en legado.







