HOMBRE CLAVE. De Paul es fundamental en la estructura futbolística de Scaloni; uno de los jugadores que mejor entiende la idea del entrenador.
Rodrigo de Paul deja Atlético de Madrid para irse a Inter de Miami. La frase, en sí misma, no parece tan disruptiva; después de todo Lionel Messi ya está ahí desde hace un tiempo. Sin embargo, el contexto le da otro peso.
De Paul tiene 31 años, está en plenitud física, es uno de los estandartes en los que se apoyó el exitosísimo ciclo de Lionel Scaloni al frente de la Selección y viene de ser titular indiscutido en el “Aleti” de Diego Simeone. Sin embargo, elige irse a una liga de segundo orden, lejos de la intensidad europea y del roce que el fútbol de elite exige cada fin de semana.
Según aseguran quienes siguen de cerca las negociaciones entre los directivos de “Las Garzas” y el Atlético de Madrid, el anuncio parece estar cada vez más cerca. Pero además, ese anuncio no sólo activa el mercado, también enciende una alarma: ¿qué está pasando con la selección argentina a un año del Mundial en el que defenderá el título conseguido en Qatar?
El mediocampista campeón del mundo no es el único. La lista crece con nombres que hace poco parecían inamovibles en las principales ligas de Europa: Leandro Paredes decidió dar por terminada su aventura por el Viejo Continente y volvió a Boca, Ángel Correa se marchó a Tigres de México, Gonzalo Montiel, Germán Pezzella y Marcos Acuña retornaron al país para vestir la camiseta de River y Ángel Di María (ya retirado de la Selección)_eligió Rosario Central para ponerle el moño a una carrera de ensueños.
Todos ellos decidieron dar ese paso en plena edad competitiva. Todos son pilares (o al menos suplentes de lujo) del equipo que ganó las dos Copas América, la Finalissima y el Mundial. Todos ellos, ahora, jugarán en ligas menos exigentes.
Es cierto que el fútbol no se juega sólo en Europa, y que la elite no garantiza rendimiento. Pero la evidencia pesa: los mejores equipos del mundo están allá, los entrenamientos más exigentes también. Y la Selección argentina, como cualquier potencia, necesita que su base esté curtida al más alto nivel. No es una afirmación a “ciegas”; del plantel que se consagró en Qatar sólo Franco Armani (River) y Thiago Almada (Atlanta United en aquel momento) no jugaban en Europa.
El caso de Messi parece ser el más visible a la hora de poner la lupa sobre el rendimiento en otras ligas. Desde su llegada a Inter su presencia en la Selección ha sido irregular. Las lesiones se acumularon, los minutos escasearon, y su rendimiento (si bien sigue siendo diferencial) ya no alcanza los niveles exhibidos en el Mundial. En la última Copa América por ejemplo no ha sido tan determinante. Y aunque nadie discute su jerarquía, el fútbol ya no se le rinde con la misma incondicionalidad.
Ahora, De Paul seguirá sus pasos. Y si bien su rol no es el de Messi, su peso en la estructura de Scaloni es crucial: es el jugador que mejor interpreta el funcionamiento del mediocampo, que combina dinámica, despliegue, sacrificio y pase profundo. ¿Podrá sostener ese nivel en la MLS, con menos presión, menor ritmo y rivales de menor talla?
Scaloni, en más de una conferencia, intentó bajarle el tono a ese debate. “Lo importante es que jueguen, no en dónde juegan”, repite casi como un mantra el entrenador. Él quiere que estén en ritmo, que lleguen sin lesiones.
Eso sí, Scaloni también sabe que los ciclos se cierran y que la Selección necesita renovación. Pero el recambio no siempre aparece en la forma deseada. Alexis Mac Allister y Enzo Fernández se consolidan en la Premier, lo mismo Emiliano Martínez o Cristian “Cuti” Romero. Julián Álvarez cada vez es más importante en Atlético de Madrid y Lautaro Martínez es el líder de Inter. Ellos parecen ser el núcleo duro que aún sostiene la competitividad. Pero no alcanza con seis o siete nombres.
La Argentina campeona del mundo tenía una mezcla exacta entre experiencia y jerarquía. Y si los experimentados empiezan a correrse del fútbol más competitivo, la estructura puede llegar a resentirse justo cuando el Mundial 2026 comienza a aparecer en el horizonte.
La partida de figuras a clubes argentinos o americanos también responde a otras lógicas: afectivas, económicas e incluso familiares.
Di María vuelve a Central porque quiere cumplir una promesa que le hizo a su madre: ser campeón con el “Canalla”. Paredes regresa a Boca para cerrar un ciclo. Acuña y Pezzella apostaron por River buscando continuidad y estabilidad emocional. Todas esas decisiones personales, respetables y legítimas. Pero desde el punto de vista de la Selección tienen impacto.
La renovación parece ser crucial para el futuro de la Selección
¿Hay soluciones? Tal vez. Una, natural, es que aparezcan nuevos nombres. Scaloni ya probó a Valentín Carboni, le dio lugar a Alejandro Garnacho y observó a jugadores como Nicolás Domínguez, Ezequiel Fernández, Lucas Beltrán. Pero el proceso de maduración lleva tiempo, y en el medio, la estructura del campeón del mundo parece comenzar a dispersarse.
Otra posibilidad es ajustar los tiempos: que los que regresaron al continente puedan mantenerse en forma, que los entrenamientos con la Selección sean más exigentes (algo difícil por el poco tiempo que tienen todos juntos antes de cada compromiso) y que la preparación previa al Mundial incluya amistosos de alto nivel. Pero no es lo mismo jugar en Anfield o en el Bernabéu que hacerlo cada fin de semana en La Bombonera, el Gigante de Arroyito o el DRV PNK Stadium de Miami.
La AFA, por ahora, no interviene; y no puede hacerlo, claro, porque el fútbol de clubes se maneja con otras reglas. Pero la planificación de la Selección debería contemplar esta tendencia porque si los jugadores que ganaron todo bajan su nivel, por contexto o edad, el equipo también corre ese riesgo.
El regreso de las figuras al fútbol local o a ligas periféricas no es un pecado; tampoco una traición al proyecto. Pero sí es un síntoma de que el ciclo está cambiando. Y la pregunta ya no es si Argentina puede repetir el éxito de 2022. La verdadera pregunta es: ¿con qué jugadores va a intentarlo?
De Paul ya eligió, ahora le toca a Scaloni decidir si el corazón de su mediocampo sigue estando en Miami, o si empieza a buscarlo en otro lado.







