Una entrevista con Ángel Paganelli, tan imaginaria como verosímil, más de 100 años atrás

Darío Albornoz, una autoridad para hablar de la fotografía histórica en Tucumán, propone este diálogo con un Paganelli casi nonagenario, justo cuando se festejaba el Centenario de la Independencia.

EN LA CASA HISTÓRICA. Allí se conserva este retrato de Ángel Paganelli. EN LA CASA HISTÓRICA. Allí se conserva este retrato de Ángel Paganelli.
09 Julio 2025

Darío Albornoz

Fotógrafo científico - Especial para LA GACETA

Hoy es 9 de julio de 1916. Hace años que en esta fiesta patria salgo a hacer algunas notas para LA GACETA, el diario para el que trabajo. Salgo a caminar por el centro de la ciudad y converso con la gente que celebra. En la calle Congreso, segunda cuadra, me llama la atención un personaje, alto, con una larga barba blanca. Me parece conocido. Me acerco y directamente le pregunto si es don Ángel Paganelli. Me responde que sí. Está parado frente al solar donde se encontraba la casa donde se juró la Independencia. Entonces aprovecho para entrevistarlo.

- ¿Qué le parece don Ángel? Aquí estaba la casa que usted fotografió en 1869.

- Sí, lo recuerdo como si fuera ayer. Mi hermano José y yo instalamos una casa de fotografía en 1865 y además de hacer retratos yo me interesé mucho en fotografiar las calles y los ingenios azucareros cercanos. Mi hermano volvió a Córdoba en 1869, ciudad en la que trabajamos antes de venir a Tucumán. Por supuesto, quedé como único titular de la casa de fotografías.

EN LA CASA HISTÓRICA. Allí se conserva este retrato de Ángel Paganelli. EN LA CASA HISTÓRICA. Allí se conserva este retrato de Ángel Paganelli.

- Leí que por esos años usted ya era muy conocido por las fotografías de la ciudad.

- Así es, era una ciudad muy hermosa y aún lo es. Más ahora que estamos cumpliendo 100 años de independencia.

- Cuénteme de la foto de la casa, la que tomó hacia 1869.

- Verá usted, a un tal Arsenio Granillo, el gobernador Federico Helguera le pidió que realice un libro sobre nuestra provincia. Él me habló para que tome fotografías de la ciudad y de algunos ingenios para pegarlas en páginas del libro. Me puse en la tarea y entre todas las fotos tomé las de la Casa Histórica. No recuerdo con exactitud qué día, pero sí que era invierno, al mediodía. No hacía mucho frío. Con mi ayudante preparamos todo muy temprano y partimos hacia la Casa. Usted dirá qué necesidad tenía de trasladarnos con mi ayudante, pero yo trabajaba con un procedimiento llamado colodión húmedo, lo que nos obligaba a portar un laboratorio ambulante en el que debía preparar el negativo de vidrio de 12 x 18 cm, con el que hice la foto. No fue complicado porque antes ya había ubicado la cámara en la vereda del frente.

Una entrevista con Ángel Paganelli, tan imaginaria como verosímil, más de 100 años atrás

- ¿Hizo varias tomas del frente de la casa?

- No lo recuerdo bien, pero me sentía muy seguro con mi trabajo y tenía la ventaja de revelar la foto en el laboratorio ambulante apenas hacía la toma, lo que me permitía ver el resultado del negativo. Si no estaba bien, inmediatamente hacía una nueva toma, hasta estar conforme. Así es que esperamos que la luz del sol ilumine bien el frente. Preparé el negativo y tomé la foto.

- ¿Se acuerda de quiénes eran las personas que están sentadas en el cordón de la vereda?

- Vea, se trataba de mi ayudante, que era el que trasladaba el laboratorio ambulante, y un niño. Lo que no recuerdo es si era uno de sus hijos o tal vez algún niño que se sentó para estar en la foto, lo que no me molestaba.

- ¿Por qué eligió ese lugar para ubicar la cámara?

- Porque la luz del sol en esa época y sobre todo al mediodía mostraba en detalle la arquitectura. Me gustó mucho la presencia de los personajes y las sombras que proyectaban a esa hora, permitían tener una idea de las dimensiones y se podía imaginar la majestuosidad del frente de la casa. Estaba en un estado que me pareció ruinoso, pero cargada de un simbolismo majestuoso. Coloqué mi cámara en un sitio en el que la toma muestra la casa en perspectiva, ayudando a valorar más su arquitectura... Hace un rato me preguntó sobre la cámara que usaba: era de madera, como un cajón de 50 cm de ancho y 60 de altura, con un fuelle de cuero negro y un trípode de madera para sostenerla. Ahora las cámaras pueden ser llevadas en una mano.

- Dígame don Ángel, ahora que estamos al frente de esta construcción de metal y vidrio, donde el Salón de la Jura se encuentra protegido, y siendo lo único que quedó de aquella casa que usted fotografió, ¿qué siente?

- Nostalgia. Y al mismo tiempo, aunque tomé también una foto del interior de la casa, donde se puede ver a las hermanas Zavalía sentadas en la galería paralela al Salón de La Jura, me queda la sensación del vacío. También me parece triste no haber hecho más tomas de aquella casa para las generaciones futuras.

- ¿Pero que sea usted el único que tomó fotos de la casa no lo llena de orgullo?

- Sí, aunque siento que podría haber hecho más fotos y no las hice.

- Fue un placer conversar con usted, pero tengo una pregunta más. Usted ha vivido muchísimos cambios a lo largo de sus años. ¿Cómo los experimentó?

- Tengo 88 años y la vida me llenó de sorpresas. Vine a Tucumán con mi hermano en una carreta tirada por bueyes. Viajé en automóvil, en tren, hablé por teléfono y conversé con aquellos que volaban en avión.

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