Esos lugares de la Casa Histórica que son imperdibles y muchas veces pasamos por alto

Una recorrida de la mano de la historiadora Valentina Mitrovich. La recomendación: hacer la visita guiada.

INELUDIBLE EN VACACIONES. Conviene recorrer el museo escuchando con atención las mil historias que atesora la Casa de la Independencia. Hay mucho para descubrir en sus salas.  INELUDIBLE EN VACACIONES. Conviene recorrer el museo escuchando con atención las mil historias que atesora la Casa de la Independencia. Hay mucho para descubrir en sus salas. La Gaceta / foto de Analía Jaramillo

Una selfie en familia ante la emblemática fachada. El paso obligado por el Salón de la Jura, único retazo de la construcción original. Es una lástima que muchas veces las visitas a la Casa Histórica no vayan más allá de esos clásicos puntos del recorrido. Es que el museo está colmado de lugares, objetos y experiencias en las que vale la pena detenerse; de allí que sean tan importantes las visitas guiadas.

Para Valentina Mitrovich la Casa Histórica es un segundo hogar. Estando a cargo del área de investigación -cargo que ya no ocupa-, de tanto transitarla terminó conociendo cada uno de sus rincones. Nada se le escapa, mucho menos lo que propone el guión museográfico. Es cuestión entonces de dejarse llevar por ella en este viaje. La misión: ir trazando, entre lo mucho y valioso que ofrece la Casa Histórica, un mapa de esos espacios que solemos pasar por alto. Cada detalle cuenta, en cada pieza hay una gran historia que merece descubrirse.

- ¿Cuáles son los puntos que recomendás para acceder a una dimensión menos conocida del museo?

- La Casa Histórica tiene seis salas y el recorrido empieza por la número uno, que es, para mí, una de las más importantes. Allí se cuenta la historia de la casa, especialmente algo que la mayoría de la gente desconoce: la demolición y posterior reconstrucción del edificio. Hay fotografías que muestran las distintas etapas de ese proceso y una joya audiovisual: un video filmado por una familia en 1930, en formato Súper 8, que muestra el templete en ese momento, la vestimenta de la época y el entorno urbano bajo el gobierno de Miguel Campero. Esas imágenes en movimiento permiten ver a Tucumán en 1930 como pocas veces.

- ¿Qué otros materiales históricos se exhiben en esa primera sala?

- Algo muy valioso es la recreación de una de las primeras peregrinaciones patrióticas organizadas por la Sociedad Sarmiento en el siglo XIX. En ese entonces, estudiantes de La Plata, Santa Fe y Córdoba llegaban en estas fechas a Tucumán para reclamar la recuperación de la fachada original. En el museo se puede ver una réplica del lienzo que esos jóvenes colgaron en la entrada de la casa, como protesta simbólica. También conservamos una medalla de 1891 vinculada a esas manifestaciones colectivas.

- En tiempos en que cuesta seguir la cronología de los cambios edilicios, ¿cómo ayudan los recursos tecnológicos?

- Contamos con dos videos realizados con tecnología 3D. Uno narra de manera visual la historia edilicia de la casa, desde su construcción hasta sus transformaciones. El otro es interactivo: permite hacer clic en distintos sectores del plano y conocer, por ejemplo, dónde vivía la familia Bazán Laguna, dónde trabajaba la servidumbre o cuándo fue demolida la fachada. Es una herramienta didáctica muy útil para comprender el contexto.

- ¿Hay otros aspectos poco conocidos que generan impacto?

- Uno muy interesante es el de los colores. Hay una idea instalada en el imaginario colectivo de que la casa era amarilla con puertas verdes. Eso surge de un cuadro del artista cordobés Genaro Pérez, pintado en 1890, que imaginó la casa con esos colores. Como no existían fotos a color, esa imagen fue reproducida durante décadas en revistas como Anteojito y Billiken. En el museo contamos esa historia y mostramos cómo realmente estaba pintada en 1816.

- ¿Qué se puede encontrar en la sala dos?

- Allí abordamos la historia de quienes vivieron en la casa, como el matrimonio Bazán Laguna. Hay unas cajitas que llamamos peepshows, que cuentan con imágenes y hasta con olores, para activar los sentidos del visitante. Recreamos cómo trabajaba la servidumbre en los patios, a partir de estudios de Ana Bascary y Paula Parolo sobre historia de los sectores populares. Es una forma de acercarse a la vida cotidiana de quienes no dejaron huellas materiales directas.

- ¿Y en relación con los episodios históricos?

- Uno de los puntos más valorados es la maqueta de la Batalla de Tucumán, que recrea el día del combate. Se pueden abrir cajones para ver cómo estaba conformado el ejército, qué armas se usaban. También hay una pintura de María Remedios del Valle, que permite reflexionar sobre el rol de las mujeres en las guerras de la independencia. Junto a ella, se exhibe una proclama de Mariquita Sánchez de Thompson dirigida a Manuel Belgrano, en la que cuenta que las mujeres patricias donaban dinero para la revolución. Lo que pretendían es que ese dinero se destinara a armar el brazo de la revolución, que lo invirtieran en fusiles. Esa carta, anterior a la batalla, emociona al leerla.

- La museografía va cambiando. ¿Qué propuestas permiten interpretar mejor el proceso de la independencia?

- En la sala cinco abordamos los debates y tensiones del Congreso de 1816. A veces se habla de las “provincias unidas” como si fueran homogéneas, pero hubo muchas disputas. A partir del diario El Redactor, que narra las sesiones del Congreso, mostramos las discusiones sobre la forma de gobierno, la guerra, y la visita de Belgrano del 6 de julio, tres días antes de la Declaración de la Independencia, cuando habla de una monarquía incaica como potencial forma de gobierno. Hay una pantalla en la que se puede leer y escuchar a los congresales, incluso se incorpora la voz de Belgrano allí.

- ¿Se humaniza también la figura de los congresales?

- Sí, mostramos cómo viajaban, qué objetos llevaban: una petaca de cuero del siglo XVII, un mate, una rapetera, porque aspiraban rapé. También hay una pieza muy llamativa: un rulo de cabello de un familiar de un congresal. Era una costumbre afectiva en tiempos sin fotografía. Una especie de souvenir. Esos detalles sorprenden y conmueven.

- ¿Cómo se aborda la procedencia diversa de los congresales?

- Tenemos un mapa de 1815 que muestra cómo era el territorio. Así explicamos por qué, por ejemplo, no hay congresales de Entre Ríos o de Santa Fe: esos territorios participaron en otro congreso, el de los Pueblos Libres liderado por Artigas. Además, presentamos a los congresales con “cartitas Pokémon”, un recurso visual para saber su edad, formación y origen.

- La inclusión de las lenguas indígenas en las actas de la independencia fue muy comentada. ¿Cómo lo explican?

- Desde 2022 exhibimos las tres versiones del acta: en castellano, quechua y aymara. Muchos preguntan por qué en aymara, y eso se relaciona con la participación de diputados del Alto Perú. Escaneando un código QR se puede escuchar la lectura en esas lenguas, lo que se concretó con la colaboración de especialistas bolivianos. Es una forma de vivir el museo de manera más interactiva.

- ¿Qué sentís al trabajar todos los días en la Casa Histórica?

- Lo bueno es que cada día pasa algo distinto. Las preguntas de las escuelas, las sorpresas del público, todo eso te hace sentir que estás construyendo ciudadanía. También es un desafío, porque muchas personas llegan con ideas cerradas sobre el 9 de julio o la independencia. Entonces buscamos no dar respuestas definitivas, sino abrir espacios de reflexión. La palabra “independencia” cambia de sentido según el momento histórico, y volver a pensarla cada año es parte del trabajo. Eso hace que mis días en el museo sean completos, emocionantes y profundamente significativos.

- Cuando el público descubre que la casa que visita es una réplica, ¿cómo reacciona?

- La mayoría se desilusiona. Muchos llegan con la expectativa de encontrarse con “lo original” y se sorprenden al saber que el edificio fue demolido. A veces incluso se enojan. Entonces tratamos de explicar que en aquel momento, fines del siglo XIX, no existía una conciencia patrimonial clara, ni legislación ni una comisión nacional que protegiera los monumentos. Además, se priorizó conservar el Salón de la Jura por su valor simbólico. (La foto es de principios de la década de 1940, cuando se hizo la reconstrucción)

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Otro tesoro: el área de reserva, con cartas, libros, fotos y objetos, ideal para curiosos

“Hay en el área de reserva un libro muy valioso: el de Arsenio Granillo, con fotografías de Ángel Paganelli, incluida la famosa imagen de la casa en 1869. El libro está muy frágil, por eso no lo ponemos en contacto con el público”, explica Valentina Mitrovich. “Queremos reflotar una actividad llamada ‘Solo para curiosos’, donde se muestran documentos del archivo y de la fototeca del museo, por ejemplo una carta de Belgrano al Cabildo tucumano en 1818, donde pide que se paguen los sueldos al Ejército del Norte. También las primeras fotos de la ciudad y el diario de sesiones del Congreso, que da cuenta de las discusiones desde que iniciaron los debates el 24 de marzo de 1816 hasta febrero 1817, que es el tiempo que estuvieron en Tucumán. Además conservamos varios objetos de Juan Bautista Alberdi: un traje de niño (foto), sus lentes de oro y un diario de viaje en Uruguay, donado por descendientes de José Manuel Estrada. Estamos luchando para hacer la traducción porque está difícil la letra”.

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Al encuentro de Lola Mora en el tercer patio

“Además de las salas, los patios son fundamentales -apunta Valentina Mitrovich-. Hay un lapacho enorme, un pozo de agua original, y en el tercer patio están los murales de Lola Mora, que son una joya artística (foto). De hecho, en Tucumán hay pocas obras de esa envergadura, de una artista de primer nivel internacional que como mujer abrió caminos. Lola Mora es fundamental para entender la historia de la casa porque Julio Argentina Roca le encargó los bajorrelieves, uno que muestra justamente la Declaración de la Independencia y otro del 25 de Mayo. Serían como los cumpleaños de la patria. Hicimos también réplicas en 3D de los relieves para personas ciegas. Se pueden tocar en una versión a escala; luego está la obra en toda su dimensión”.

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Perfil: la especialista

Valentina Mitrovich es Profesora en Historia (UNT) e integrante el equipo del Instituto de Investigaciones Históricas “Dr. Ramón Leoni Pinto”. Dirigió el Área de Investigación del Museo Casa Histórica de la Independencia. Es coautora del libro “Los tiempos del Congreso en 1816. Una mirada desde adentro”.

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