Hizo inferiores en San Martín, pasó por Boca y Talleres, y sueña con debutar en Atlético Tucumán

Hizo inferiores en San Martín, pasó por Boca y Talleres, y sueña con debutar en Atlético Tucumán

El defensor Juan Pablo Posse completó su primera pretemporada con la Primera del "Decano" y sumó minutos en los tres amistosos en Buenos Aires.

Posse disfruta de su presente en Atlético Tucumán. OSVALDO RIPOLL/LA GACETA.

Juan Pablo Posse parpadea, sonríe y achina los ojos. Está atónito: vive un sueño. Entrena con la Primera de Atlético  y ya participó en su primera pretemporada con el plantel profesional. Todavía no puede creerlo. Cada mañana se lava la cara una y otra vez, como si necesitara comprobar que no está soñando. Pero es real. Lucas Pusineri lo tiene en cuenta y, a sus 20 años, Posse sigue luchando por convertirse en futbolista profesional.

Ese anhelo lo acompaña desde los cuatro años, cuando empezó en el CEF 18 y dio sus primeros pasos con una pelota. Fue el motor que lo impulsó a probarse en San Martín, Boca y Talleres. También lo sostuvo cuando las cosas no salieron como esperaba. Porque el fútbol, muchas veces, obliga a tropezar, sacudirse y seguir adelante. Hoy, el “Decano” le abre la puerta para comenzar a cumplir aquel sueño de niño.

A pesar de los avances, Posse sigue siendo el mismo chico que soñaba con hacer del deporte su oficio. Vive con sus padres en una casa modesta del barrio Policial 3, en Tafí Viejo. Comparte tiempo con sus vecinos, sale a divertirse y saluda a todos. Es común que lo vean como un posible símbolo, un espejo donde mirarse. Todos desean que llegue lejos.

Una curiosidad lo resume: aunque el fútbol sea su gran pasión, no tiene una pelota en su casa. Minutos antes de hablar con LA GACETA, salió a pedirle prestado un balón a un vecino. Esa es la vida de Posse. Y también, su esencia.

Él ama el fútbol. Fue el deporte que lo atrapó desde niño. Sus abuelos lo acompañaron en esos primeros pasos: lo llevaban al CEF 18 a cambio de un premio muy especial. Era dorado, pero no de oro; no tenía gran valor monetario, pero sí un valor simbólico enorme. Era un ritual después de cada partido. “Me compraban un panchuque con una gaseosa chiquita. Era una tradición”, cuenta.

Por entonces, no se dedicaba a quitar pelotas, sino a crearlas: jugaba como enganche. De ahí su instinto actual por buscar salidas limpias o meter pases largos.

Su familia siempre fue el estandarte de su sueño. Según su mamá, Gabriela Argañaraz, su abuelo lo acompañaba a los entrenamientos y a los viajes por todo el país. Además, Juan Pablo es sobrino de Alberto “Beto” Argañaraz, un recordado delantero que también vistió la camiseta de Atlético.

Posse vive en el barrio Policial 3, de Tafí Viejo. OSVALDO RIPOLL/LA GACETA.

Tiempo después, su madre decidió cambiarlo de club y lo llevó a la escuelita Villa Santillán. Luego se sumó a la formativa de Francisco “Kila” Castro. Allí, debido a su altura, comenzó a jugar como defensor y desde entonces empezó a crecer como central. A través de un conocido, llegó a San Martín. “Había un seleccionado de la liga infantil donde me eligieron, y el presidente, que tenía un hijo en San Martín, me consiguió una prueba. Empecé en el equipo C, jugué dos partidos, pasé al B y después al A”, relata. Esa pasión implicó un reto: organizar sus días entre estudio y entrenamientos. Desde chico se levantaba temprano para ir al colegio, y por la tarde entrenaba.

Otra particularidad lo pinta de cuerpo entero: su familia está dividida por pasiones futboleras. Su mamá es hincha del “Decano”; su papá, fanático del “Santo”. Pero cuando juega “Juampi”, las banderas se bajan. En la casa, todos tiran para el mismo lado.

En 2019, Posse llamó la atención de Boca y fue convocado para realizar una prueba. Su buena actuación despertó el interés de los captadores, pero por falta de lugar en la pensión le dijeron que regresara a fin de año. Así esperó hasta diciembre y volvió a probarse. Y dio un paso gigantesco en pos de su sueño: quedó en la pensión del “Xeneize”. “Era todo nuevo: play, ping pong, comida... Nos dieron la ropa del club y era todo un mundo distinto”, indicó.

Sin embargo, su experiencia en Buenos Aires duró poco: la pandemia lo obligó a regresar en marzo de 2020 y, a fin de ese año, le comunicaron que no lo tendrían en cuenta para la temporada siguiente. “Me largué a llorar mucho y llamé a mis papás para contarles lo que había pasado”, recuerda.

Al terminar ese ciclo, Posse buscó opciones para continuar su carrera. Banfield y Argentinos Juniors lo tenían en carpeta, y el joven optó por probarse en el “Bicho”. Aunque destacaron su talento, le dijeron que no había lugar en la pensión. Una vez más, sentía que el sueño se le escapaba.

Sin embargo, no todo estaba perdido. Mientras caminaba por las calles porteñas, desilusionado, recibió un llamado desde Córdoba. Talleres lo contactó para una prueba en enero de 2021. Ese mes fue difícil para él: su abuela había fallecido y el golpe anímico fue fuerte. Aun así, decidió viajar. “Ella me dijo que iba a llegar, que no baje los brazos”, cuenta.

“Mi mamá había dejado un dinero para él. Yo conseguí trabajo para poder pagarle todo, pero después me quedé sin empleo y tuve que ir al club a decir que no podía sostener más eso”, agrega Gabriela.

La vida en Córdoba fue compleja. Posse no se sentía bien: acumuló 14 faltas en el primer mes de clases. “Me dolía todo: el hombro, una muela, la pierna. Estaba flaco. A veces me largaba a llorar caminando. No me gustaba que mis papás gastaran plata en mí”, dice. Gabriela viajó a Córdoba, vio las condiciones en las que vivía su hijo y, tras una charla intensa, decidieron regresar a Tucumán para buscar nuevas oportunidades.

“Mi cuñado conocía a Martín Anastacio y habló con él para que me dieran una prueba en Atlético. Yo estaba bajoneado, pero fui un sábado, entrené con la Reserva, anduve bien y hablé con el coordinador”, recuerda Gabriela.

Luego de la etapa de pruebas, ingresó en la Sexta, dirigida por Mauricio Verón. Los primeros meses no pudo jugar porque no tenía el pase en su poder. “Pasaron como siete meses. Hasta que un día hablé con Fontana y, al poco tiempo, gracias a mi mamá, se destrabó todo”, indica.

Desde entonces, su crecimiento no paró. Se sumó a la Reserva, disputó gran parte de la Copa Proyección y fue convocado a su primera pretemporada con el “Decano”. Incluso, sumó minutos en los tres amistosos en Buenos Aires frente a Independiente, Lanús y Huracán.

“Lucas Pusineri me dijo que hiciera lo que sé hacer. Villavicencio me dijo que juegue simple, que si había que reventarla, que lo haga. Eso me dio confianza”, opina, antes de dejar en claro cuál es su sueño: “Quiero debutar en Primera con el club”, dice fuerte, confiado y sonriente. Porque Posse sigue remando y todavía tiene esperanzas de cumplir su sueño.

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