
Pese a la ola polar, nada en El Cadillal y sueña con cruzar el Río de la Plata en invierno

En pleno invierno, mientras muchos buscan refugio en abrigos y calefacción, Leonardo Broczkowski se sumerge en El Cadillal. No hay neopreno. No hay miedo. Sólo agua fría, voluntad y una energía que parece brotar desde lo más profundo. “No es masoquismo, simplemente lo disfruto”, aclara con una sonrisa.
Para “Leo”, nadar en aguas abiertas es mucho más que un entrenamiento físico: es su cable a tierra. “Es una descarga, un lugar hermoso donde me aíslo de todo y recargo energía para el resto de la semana”, explica. Lo dice mientras recuerda que, días atrás, nadó en el Lago Argentino, en El Calafate, con temperaturas de entre 1.5 y 2 grados. “Comparado con eso, El Cadillal es el Caribe”, bromea.
Muchos lo ven como una locura, pero él está convencido de que tiene una tolerancia especial al frío. “No es que no lo sienta, pero mi cuerpo lo resiste. Además, hay muchísima gente en el país que nada en agua fría, los llaman grupos NAF”, cuenta. Siempre sin neopreno, se mete al agua con un proceso de adaptación que comienza por los pies y va subiendo hasta la nuca. “Las extremidades sufren, pero en El Cadillal nunca sentí los dolores que experimenté en Calafate”, asegura.
Incluso en días extremos, como el domingo pasado, con 2 grados de temperatura exterior, Broczkowski no se detiene. “Mi hijo, que me filmaba, tenía más frío afuera que yo dentro del agua. Ahí me doy cuenta de lo que el cuerpo puede lograr”.
El sueño del cruce del Río de la Plata en invierno
Leo ya cruzó el Río de la Plata en verano. Pero ahora sueña con hacerlo en invierno y sin neopreno, algo que, según su investigación, nadie ha hecho. “No tengo referencias de que se haya realizado. Sería un desafío enorme para el próximo año”, confiesa.
Sabe, sin embargo, que no es algo inmediato. Después del cruce anterior, su cuerpo quedó resentido. “El cardiólogo me recomendó esperar al menos nueve meses, y mi entrenador también me frenó. Todavía tengo dolores en los hombros”, admite.
El verdadero desafío, explica, no es la temperatura en sí -estima alrededor de 14 grados, similar al Canal de la Mancha- sino la cantidad de horas nadando a esa temperatura. “Estar 14 o 15 horas en el agua sin que el cuerpo entre en hipotermia es lo más difícil. Por eso busco nadar en días fríos, para ver cómo reacciona mi cuerpo y si tengo las condiciones físicas para hacerlo”.
El frío que cura
Lejos de lo que muchos podrían pensar, nadar en aguas frías no le genera sufrimiento, sino una extraña felicidad. “Mientras estoy en el agua no siento frío, pero al salir empieza la hipotermia. Me tiembla la mandíbula, me cuesta hablar. Esa media hora es clave para recuperar temperatura”, describe.
Y luego, algo mágico: “Después de eso me queda una sensación linda, como una medicina natural. Me mejora el humor y me da energía. Me deja sedado, pero en paz”.
Broczkowski forma parte de un grupo grande de nadadores que disfruta de El Cadillal durante todo el año. Por eso invita a más personas a sumarse: “Es un lugar totalmente nadable los 365 días. El agua tiene una temperatura entre 10 y 12 grados, suficiente para adaptarse y disfrutar”.
Por ahora, el cruce invernal del Río de la Plata es sólo un sueño. Pero Leo nada cada semana como si ya estuviera en camino. Porque para él, el frío no es un obstáculo: es parte del viaje.







