La visita reciente de Horacio Anselmi a Tucumán no fue solamente una clase magistral de preparación física: fue una alarma. Con más de 40 años de experiencia en la élite del deporte nacional e internacional, su diagnóstico sobre el presente del deporte argentino fue tan crudo como necesario. Según sus palabras, estamos en caída libre.
Anselmi no habló sólo de recursos o de presupuestos: habló también de cultura. De esa cultura que hace tiempo dejó de ver al deporte como una herramienta formativa y social para convertirlo en un lujo. El profesional advirtió sobre la pérdida de espacios, de gestión y, sobre todo, de visión. Hoy, en buena parte del país, ser atleta representa una batalla solitaria. No hay políticas públicas claras, no hay infraestructura adecuada, y los entrenadores, cuando los hay, muchas veces deben formarse con escasos recursos y una enorme carga de improvisación.
El preparador físico fue contundente: el deterioro del nivel educativo impacta directamente en la calidad de los profesionales que forman a los atletas. A esto se suma la desinformación que circula en redes sociales, donde prolifera una “cultura fitness” superficial, plagada de conceptos erróneos y métodos ineficaces. Todo esto configura un entorno tóxico para el desarrollo de deportistas de alto rendimiento, pero también para cualquier joven que quiera iniciarse en el deporte de manera seria.
El problema no es sólo de contenido, sino también de contexto. Argentina no tiene hoy una red de contención ni una estructura mínima que acompañe el proceso de desarrollo deportivo desde las bases. Los clubes de barrio se sostienen con esfuerzo comunitario; los municipios, salvo excepciones, no cuentan con programas deportivos serios ni con instalaciones adecuadas. La falta de inversión y de legislación adecuada no sólo margina al deporte: margina a miles de jóvenes con talento, esfuerzo y disciplina que podrían estar representando al país.
Anselmi lo expresó con claridad: no se trata únicamente de dinero. Se trata de gestión, de planificación y de decisión política. Se trata de entender que invertir en deporte es invertir en salud, en educación, en cohesión social. Un atleta de alto rendimiento, como bien señala, es un referente positivo: alguien que cumple normas, se disciplina y cuida su cuerpo.
También dejó traslucir que el país está lleno de talento. “Si cada municipio tuviera dos deportistas destacados, Argentina sería una potencia mundial”, afirmó. Pero ese talento no se transforma por arte de magia. Requiere contexto, estímulo, seguimiento y, sobre todo, oportunidades. Y eso es lo que más escasea.
La situación del deporte argentino es de “salvataje”, como bien la definió Anselmi. Salvarlo no será posible sin una mirada integral que comprometa a los distintos niveles del Estado, al sector privado y a la comunidad educativa. Se necesita un cambio cultural urgente. Porque sin espacios, sin formación y sin apoyo, el talento no alcanza. Y lo que está en juego no es sólo el futuro de nuestros atletas, sino el de una sociedad que en buena parte ha perdido la fe en el valor transformador del deporte.







