El cariño profundo que muchas personas sienten por sus perros no es un simple acto de afecto, sino un reflejo de cómo pensamos, sentimos y nos vinculamos con el mundo. Así lo revelan recientes investigaciones en el campo de la psicología que comienzan a explorar con mayor atención este lazo afectivo.
La psicóloga y especialista en adiestramiento canino Vanessa Carral publicó un estudio en la revista Society & Animals Journal donde sostiene que la conexión entre los seres humanos y los perros responde a una necesidad emocional genuina. Según explica, en muchas ocasiones las personas buscan en sus mascotas una forma de amor incondicional, libre de juicios y exigencias, algo que no siempre es fácil de encontrar en las relaciones con otros seres humanos.
“Los perros no juzgan, no cuestionan, y brindan afecto constante. Por eso su compañía puede volverse tan significativa, especialmente para quienes enfrentan situaciones de estrés, soledad o ansiedad”, señaló Carral. Desde esta perspectiva, el vínculo humano-canino actúa como un verdadero sostén emocional y una fuente de estabilidad afectiva.
Pero los hallazgos no se detienen ahí. Investigaciones realizadas de forma conjunta por la Universidad de Florida, la Universidad Carroll y la Universidad Marquette sugieren que las personas con mayor afinidad hacia los perros tienden a ser más extrovertidas, expresivas, sociables y empáticas. Además, suelen sentirse cómodas en entornos naturales, adoptan actitudes prácticas frente a los desafíos cotidianos y muestran una notable capacidad de adaptación a distintas circunstancias.
El perfil del “amante de los perros”, según estos estudios, incluye también una fuerte inclinación hacia el respeto de normas sociales, el disfrute del contacto con otros y una sensibilidad desarrollada hacia el bienestar ajeno. “El vínculo con un perro no solo es una experiencia emocional, también puede reflejar rasgos de personalidad y modos de vinculación afectiva profundamente arraigados”, remarcan los investigadores.
Sin embargo, los especialistas advierten sobre la necesidad de mantener ese vínculo en un marco saludable. Un apego excesivo o una dependencia emocional desmedida puede producir desequilibrios, tanto en la persona como en el animal, afectando el bienestar de ambos.
Amar a un perro, según la psicología, es mucho más que una expresión de afecto: es un espejo de quiénes somos, cómo nos vinculamos y qué buscamos al construir una vida con más afecto, compañía y sentido.