SIN FESTEJO. San Martín de Tucumán cayó 1-0 frente a Patronato.
Otra vez, La Ciudadela fue testigo de una oportunidad desperdiciada. San Martín de Tucumán, que venía de ilusionarse con la victoria ante Ferro en Caballito, no logró sostener el envión y volvió a tropezar en condición de local. Esta vez, el verdugo fue Patronato, que se llevó un triunfo por 1 a 0 gracias a un golazo de Alan Bonansea en el segundo tiempo. Pero más allá del resultado, lo que volvió a encender las alarmas fue la imagen de un equipo que no termina de consolidarse desde lo futbolístico, ni desde lo estructural. La ausencia de Matías García –lesionado en el encuentro anterior– fue un golpe que el “Santo” sintió desde el minuto uno. Ariel Martos optó por reemplazarlo con Leonardo Monje, quien ocupó un lugar en la mitad de la cancha dentro de un esquema inicial 4-3-1-2. Sin embargo, el cambio no surtió el efecto esperado: el equipo perdió contención en la zona central y claridad en la distribución. Monje no logró compensar la pérdida de dinámica ni ser eje de equilibrio, lo que generó un desbalance visible entre la línea de volantes y la defensa. Con Juan Cruz Esquivel y Martín Pino como “doble 9”, y sin conexión entre líneas, la ofensiva se volvió predecible y forzada, con poca sorpresa en la segunda jugada.
Y, sin embargo, el arranque fue prometedor. Durante los primeros 15 minutos, el “Santo” mostró intensidad, presión alta y movilidad para ocupar los espacios. En ese tramo inicial, acorraló al equipo de Gabriel Gómez, obligándolo a retroceder y dividir. Parecía que era el momento para marcar diferencias, pero el dominio fue efímero. Patronato corrigió rápido su posicionamiento y bloqueó las zonas internas, forzando al “albirrojo” a lateralizar su juego sin profundidad ni peso en el área.
Cambio de sistema
En el complemento, Martos intentó reacomodar las piezas. Pasó primero a un 4-3-3 más reconocible, con Gabriel Hachen y Juan Cuevas ocupando los carriles interiores, y luego se animó a una variante aún más ofensiva: un 4-1-2-3 con Monje como único volante de contención, casi anclado entre los centrales, y con Hachen y Cuevas como interiores creativos. El tridente ofensivo –compuesto por Franco García, Pino y Esquivel– buscó amplitud y desborde, aunque muchas veces quedaron aislados, sin un circuito claro de apoyo o triangulación. La apuesta fue clara: ir por el triunfo para intentar afianzarse en lo más alto de la tabla de posiciones de la Primera Nacional. Pero el precio fue alto: el retroceso quedó descompensado y sin cobertura en las segundas jugadas. Cuando mejor estaba San Martín, llegó el baldazo de agua fría. A los 10’, Bonansea inventó un golazo: control orientado, giro rápido ante la pasividad de los centrales y definición perfecta para desatar el silencio en las tribunas. Fue una jugada que expuso la fragilidad defensiva del equipo: sin presión sobre el que recibe la pelota ni cobertura interior. El “Santo” acusó el golpe y no tuvo reacción. Patronato retrocedió bien, se agrupó en 4-4-2, y bloqueó todos los caminos.
Las variantes no resultaron
Ni los cambios lograron torcer la historia. El ingreso de Alan Cisnero no logró darle frescura ni ritmo al mediocampo, mientras que Nahuel Cainelli no pudo generar desequilibrio. Y para colmo, Jesús Soraire –que ingresó en reemplazo de Cuevas buscando más tenencia– duró apenas seis minutos en la cancha.
El pitazo final dejó una mezcla de bronca y desilusión. Porque este San Martín sigue sin encontrar regularidad, especialmente en casa, donde dejó escapar demasiados puntos en lo que va del torneo. El equipo no termina de sostener su estructura más de 20 o 30 minutos por partido, y los desajustes entre líneas le siguen costando caro. Necesita recuperar identidad, presencia y conexión con un público que, pese a todo, sigue acompañando.
El próximo compromiso, previsto para el domingo 6 de julio ante Güemes en Santiago del Estero, será una nueva prueba de carácter. El margen de error se achica y la necesidad de respuestas crece. San Martín tiene material, pero necesita transformar las buenas intenciones en hechos concretos. Y, sobre todo, necesita empezar a hacerse fuerte en casa. Porque los campeonatos también se ganan ahí: en el lugar donde más duele dejar pasar las oportunidades.







