Geometría, una materia pendiente

Geometría, una materia pendiente

La seguridad por la que tanto se preocupa el gobierno de la provincia dejó al descubierto algunas falencias en la gestión. Se encienden luces amarillas en el Poder Ejecutivo al recibir supuestos mensajes de vulnerabilidad. El ejemplo de una escuela tucumana.

El episodio ocurrió en el siglo pasado, pero no por ello debería haber ocurrido hace mucho tiempo. Estábamos en posición de descanso todos los periodistas acurrucados, apoyados y tirados en los sillones - en el piso- del extenso lobby del entonces Grand Hotel y que hoy se denomina Catalinas. Charlábamos, nos contábamos cuitas, anotábamos datos de lo que pasaba alrededor. Siempre es bueno anotar el color o la forma del piso o la vestimenta de los que merodean los pasillos para pintar mejor la nota. Otros, los más ordenados, ya estaban escribiendo la nota en su libreta de apuntes para cuando llegaran ante el teclado el terror por la página en blanco no los hiciera presa de un ataque de pánico. No teníamos redes sociales, ni celulares llenos de aplicaciones, pero estábamos atravesados por las multitareas. Y la más importante era no sacarle un ojo a la puerta de entrada. Cada lugar respondía a la estrategia de cada periodista. Estaba el que se quedaba más adentro para ver la escena y posicionarse mejor y hasta ligar una subida en el ascensor. Y estábamos los que nos ubicábamos cerca de la puerta porque sí, nomás. De pronto, un auto negro se estacionó un auto negro en la explanada se abrió la puerta y el presidente Carlos Menem se bajó del auto. Se abrió la puerta y entró solo. Lo vimos y nos abalanzamos sobre él. Los grabadores eran verdaderas espadas que empuñábamos con la ilusión de llegar hasta el protagonista y sacarle alguna palabra. Yo estaba seguro de que era el primero en llegar. Inesperadamente Menem, a quien teníamos a poquísimos metros, estaba allá lejos. Enfrente teníamos unos seres humanos duros y pesados que nos hicieron rebotar más de la cuenta y el Presidente que estaba cerca de nuestros grabadores ahora se hallaba a una distancia tal que los magnetófonos no registrarían ni un grito. Como si estuviera envuelto en un gran círculo humano, Menem pasó y se subió al ascensor. Nadie consiguió su cometido y nos dolían varias partes del cuerpo después de rebotar como pelotas de fútbol en ese escudo de protección humano.

Con el tiempo aprendimos aquello de los círculos que protegen a las figuras. Dicen que los protocolos de seguridad hablan de tres círculos. Uno muy cerquita, otro a un puñado de metros y además, otro, aún más allá.

Esta escena tragicómica que derivó en un fracaso periodístico del cronista se vivió hace casi 30 años. No hay dudas de que en tres décadas la tecnología y las teorías -y prácticas- de la seguridad han evolucionado. De todos modos no sería descabellado inferir que en la estructura de seguridad de la provincia el ministro revisara los conocimientos de geometría de la tropa. O la compra de compases para poder dibujar círculos, conjuntos de puntos que se ubican alrededor de un centro a una misma distancia denominada radio, como describen los manuales de Matemáticas de la escuela primaria.

Una mujer sin antecedentes penales se acercó a la principal autoridad de la provincia y le arrebató el celular. Esa pequeña escena podría ser la punta del ovillo de una larga serie con pesados capítulos en cualquier plataforma. Es que parece imposible. Seguramente en alguno de esos capítulos se habría decapitado a la cúpula de la policía e incluso podrían haber terminado con sumarios todos los custodios. Al fin y al cabo no cumplieron con la tarea que se les habría encomendado. Pero esto es parte de la ficción y de la imaginación de alguien que está condenado al odio como lo pide el Presidente de la Nación. En la realidad, aparentemente, nadie se quedó sin trabajo por descuidar al titular del Poder Ejecutivo.

Si dejamos de lado el papelón de las fuerzas de seguridad tucumanas, desde otro punto de vista se abren una serie de incógnitas que seguramente preocupan en la Casa de Gobierno. ¿Si esto le pasó al gobernador, qué podría pasarle a un ciudadano común? Si alguien llega a estar a la par del más votado de los tucumanos y le saca un celular está dando dos señales paralelas de incapacidad y de vulnerabilidad: a) Puedo acercarme y hacer lo que quiera. b) No tenés cómo detenerme. El mandamás en sus dichos desafía a la delincuencia cuando, en tercera persona, afirma: “a este gobernador -es decir a sí mismo- no lo van a amedrentar”. Y, relata que fue amenazado, que ataca el narcomenudeo y además pasa el mensaje de que ningún otro gobernador hizo lo que él. Más allá de las debilidades que implican las autorreferencialidades, en el Poder Ejecutivo indudablemente están leyendo cuestiones que van por carriles graves y preocupantes y que con episodios como el vivido en Los Pizarro las luces amarillas de alerta se encienden a pleno.

Cincuenta minutos pueden ser la representación de un ratito o de una eternidad. En ese tiempo los descuidistas del poder consiguieron encontrar a la persona que le secuestró el teléfono celular a su jefe máximo. Seguramente las autoridades de seguridad deben considerar un verdadero logro haber resuelto en ese tiempo el problema que se les había planteado. Pero lo grave es lo ocurrido. En 50 minutos se puede ir y volver del centro de la Capital tucumana a Yerba Buena con semáforos a favor y a la siesta de un día feriado. En 50 minutos se puede grabar un audio para destituir un intendente. En 50 minutos se puede ignorar un audio para comprobar que la Justicia muchas veces hace política y no justicia. En 50 minutos se puede ganar una final del mundo. En 50 minutos alguien se puede casar, parir o lavar el auto. En 50 minutos, también, se puede copiar un celular, hacer capturas de pantallas y hasta grabar audios de este móvil. El dispositivo de comunicación del gobernador estuvo ese tiempo en manos ajenas. Cuando a la es senadora de la Nación y tercera en la línea sucesoria del poder de Cristina Kirchner le interfirieron el celular aparecieron fotos de ella y de su esposo -gobernador de entonces y preso actual- subidos a un camello. También fue un mensaje burlesco y de vulnerabilidad.

Ordenanza desordenada

El veloz hallazgo en 50 minutos del celular del gobernador no fue la única buena noticia de la semana. También el Departamento Ejecutivo de Las Talitas decidió vetar la ordenanza que los ediles del oficialismo habían aprobado para gastar unos 500 millones de pesos para asfaltar la avenida William Cross que ya había sido asfaltada. Lejos de ser un trabalenguas es parte de la realidad del municipio que comanda la intendenta Marta Najar. El episodio fue denunciado en el recinto del Concejo Deliberante por los ediles opositores Miguel Ramos y Juan Ángel García. Lo hicieron en menos de 50 minutos, pero la intendenta y toda su estructura municipal demoró más tiempo en decidir vetar lo que nunca se debió haber aprobado. Los ediles Roberto Martín, Maximiliano Suelza, Carolina Ortiz, Gonzalo Yunoki y Victor Safe son los firmantes de la ordenanza que se aprobó para hacer un trabajo que ya se había hecho y para contratar una empresa en forma directa cuando todo ya no hacía falta. Según la propia intendenta es algo abstracto. Un edil que ordena hacer lo que ya se hizo es tan parecido como a un custodio que no custodia. Es sorprendente que una ordenanza de ese tipo haya llegado al recinto. Sin dudas desnuda ciertas distracciones en las comisiones de trabajo o, lo que es peor, un desinterés mayúsculo por ser prolijo con los expedientes públicos.

Balcón con tobillera

De eso se trató, de alguna manera, la discusión de toda la semana. En 50 minutos se pueden tener todos los argumentos necesarios para definir si una persona es corrupta o inocente. El deporte nacional desde 1953 es el pato, pero pareciera que la corrupción es el verdadero deporte nacional. Ahí aparece el Boca-River y se desparrama en las discusiones en las mesas de café o en las pizarras virtuales de cuanto foro se ofrece a debatir. “Hay corrupciones y corrupciones, se va a escuchar y todo depende de la camiseta que tenga puesta: de un lado dirá que es repudiable esa corrupción y del otro que es justificada. Si el interlocutor es un mileísta es posible que al hablar del “criptogate” conteste que es el precio que se debe pagar por tener un equilibrio fiscal, por controlar la calle y frenar definitivamente la inflación. Si el interlocutor fuera un kirchnerista y se pone sobre la mesa la causa Cuadernos contestará refiriéndose a los poderes concentrados, la derecha reaccionaria y el “lawfare”.

Este deporte no tiene fecha de nacimiento como el pato se lo viene practicando hace años por el deterioro brutal de las instituciones, cuyo disvalor se ha normalizado y se ha consolidado en el poder Judicial que es percibido -justificadamente- como dependiente y parcial.

A 50 minutos al Este de San Miguel de Tucumán está la escuela Gobernador Juan Bautista Piedrabuena, una de las mejores del mundo, según se supo esta semana. Dice su directora, Nancy Gómez, que todos en el establecimiento están contentos por haber traído ese galardón a la Argentina y a Tucumán. Ya es una virtud poner en la mesa de este deporte nacional la alegría. La docente agrega: “Queremos mostrarle al mundo que no todo se logra con dinero, lo esencial es tener fe, convicción, ética y profesionalismo”. Mejor no agregar nada a esas palabras.

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