El sinsentido como obra de arte

El sinsentido como obra de arte

Una historia kafkiana con excepcional humor.

22 Junio 2025

NOVELA

CARTAS A KEVINSTEPHEN DIXON 

(Eterna Cadencia – Buenos Aires)

Alguien dijo alguna vez (creo que fue Piglia) que seguir los caminos estéticos de Kafka en literatura es un error, que eso convertiría al continuador en un mero epígono. Esta idea es falsa o, al menos, produce un equívoco.

Stephen Dixon ha escrito un libro que renueva la modulación artística de Kafka. La premisa que guía los derroteros de sus personajes es kafkiana. Rudy quiere ver a su amigo Kevin. Rudy vive en Nueva York y Kevin en Palo Alto, California. Todos los intentos de Rudy por llegar a la casa de su amigo se encuentran con un obstáculo. Por momentos, la distancia parece infinita y el obstáculo adquiere una dimensión teológica. En este sentido, el libro de Dixon sigue a Kafka. Pero debo ser justo con Dixon –y también con Kafka–, debo decir que en todo lo demás se trata de una pieza original, hecha de un humor excepcional, sazonada con una increíble cantidad de sucesos absurdos y extraños, por momentos desopilantes, armada a partir del retruécano. Dixon trabaja con el “nonsense”, esculpe una fina trama compuesta de sin sentido. Lo extraordinario es que los hechos pletóricos de sinsentido están unidos por una serie de lazos lógicos. El oxímoron es la materia de este libro único. La acumulación de sucesos dislocados produce risa, por momentos, y también asombro. Es un largo relato filosófico ya que nos lleva a pensar en la lógica de la realidad y a cuestionar lo que entendemos por realidad.

¿Novela?

¿Podría decirse que es una novela si la comparamos con Bouvard y Pécuchet, de Flaubert? Como los célebres copistas del francés, Rudy arriesga un cometido que roza lo imposible. Pero si comparamos Cartas a Kevin con Madame Bovary o Guerra y paz, este libro no es una novela; es, tal vez, una narración epistolar trunca, insular, paródica, llena de hallazgos lingüísticos, situaciones delirantes, plagada de burlas y reflexiones. Aunque no es un ensayo, se podría leer como un ensayo –hecho por otros medios– sobre los fracasos de la existencia humana en condiciones curiosas.

Rudy trata de comunicarse por teléfono con Kevin. Apela al vecino que vive al frente y quiere dictarle una carta desde su ventana, a los gritos. El vecino lo ignora. Apuesta a un pariente que vive en China ya que la ciudad china y Palo Alto son ciudades gemelas. Se queda atascado en una cabina telefónica y termina hablando con un desconocido que está en Roma, también atascado en una cabina telefónica.

Prueba con un taxi. Como no tiene dinero para pagar le propone al taxista que circule marcha atrás para descontar la suma gastada. Fracasa. Prueba con un ómnibus. Busca uno que viaje entre Nueva York y Palo Alto. El que pasa primero va hasta una localidad cercana a Palo Alto. Espera el siguiente. Cuando llega el indicado –hecho extraordinario, una vez más– el chofer le dice que está regresando de su destino y que el próximo pasará dos años después. Intenta hacer dedo. Un auto lo levanta y lo deja en el pueblo llamado Ninguna parte.

La novela de Stephen Dixon sigue la lógica del absurdo de Kafka, pero excede sus principios. Incorpora el humor lingüístico de los hermanos Marx y lleva al extremo esta idea, casi hasta la parodia. Rudy sufre las caídas como los personajes ridículos de Buster Keaton, aunque no es la peripecia el foco del relato. Dixon incluye las propuestas y situaciones desopilantes que lo acercan –curiosamente– al humor cínico y desafiante de Macedonio Fernández, pero estoy casi seguro de que no ha leído al maestro de Borges.

Cartas a Kevin es un libro innovador. Como Kurt Vonnegut, Dixon se ríe del sueño americano y se burla del modo de vida “en el camino” de la Beat generation. Rudy quiere viajar pero no puede hacerlo. El absurdo del viaje es el sentido de la vida; el sinsentido de la vida se manifiesta en el largo viaje absurdo. La vida está hecha de imposibilidades delirantes, parece decirnos Dixon. Rudy se define más por lo que desea y por los fracasos que por las conquistas.

Si tuviéramos que elaborar una lista de los autores que han construido tramas, poemas o teoremas sobre el absurdo esa enumeración incluiría nombres tan disímiles como Albert Camus, Edward Lear, Lewis Carroll y Flannery O´Connor. Dixon aumenta el terreno de lo posible con este libro impar. No hay una página de Cartas a Kevin que no incluya una variación del sinsentido.

© LA GACETA

FABIÁN SOBERÓN.

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