MISIÓN. Rodríguez Tornquist afirma que hay que dejar de lado una falsa dicotomía: ambiente vs desarrollo.
En un mundo atravesado por múltiples crisis -ambientales, sociales, políticas, económicas-es urgente superar viejos dilemas que nos han paralizado, clama Rodrigo Rodríguez Tornquist, director Ejecutivo de la Fundación Revolución 21. El más persistente de todos: ambiente versus desarrollo, puntualiza el ex secretario de Cambio Climático, Desarrollo Sostenible e Innovación de la Nación (2020-2021), que será uno de los principales oradores de “Experiencia innovación sostenible”, el encuentro que el 26 de este mes, en el Hotel Hilton Garden, reunirá a referentes de sectores público, privado, académicos y ONG para explorar soluciones innovadoras en energía, economía circular y movilidad sustentable.
A su criterio, aquella falsa dicotomía ha frenado durante décadas la posibilidad de construir un futuro común, especialmente en regiones como el Norte Grande argentino, donde la riqueza natural y cultural convive con desafíos estructurales de pobreza y exclusión.
“Sin embargo, algo está cambiando. En estos días se cumplen 10 años de Laudato Si’, la encíclica del Papa Francisco que marcó un punto de inflexión global al proponer una ecología integral: una que no separa al ser humano de su entorno, sino que los considera parte de una misma realidad indivisible”, subraya el especialista en un contacto con LA GACETA. El Papa nos recuerda que “todo está conectado”, y que no puede haber bienestar social sin un ambiente sano, ni progreso económico sostenible que degrade la casa común.
Este mensaje adquiere una fuerza particular en el Norte Grande. “Esta región, históricamente postergada, es también un tesoro ambiental estratégico. Tucumán, en el corazón del Gran Chaco Americano -el segundo pulmón verde de Sudamérica tras el Amazonas- puede y debe liderar un nuevo enfoque de desarrollo, uno que no sacrifica naturaleza por crecimiento, sino que encuentra en el cuidado ambiental una fuente concreta de generación de valor”, refuerza Rodríguez Tornquist.
En este nuevo paradigma, el enfoque de capital natural ofrece una herramienta concreta para transformar nuestra relación con el territorio. Ya no se trata solo de conservar por principios morales -aunque eso sea fundamental-, sino de comprender que el suelo, el agua, los nutrientes, la biodiversidad y el carbono que exportamos son el verdadero valor de nuestra economía, potencia el consultor. “No vendemos solo productos agrícolas: exportamos servicios ecosistémicos que sostienen cadenas globales. Por eso, Tucumán puede liderar también en esta dimensión estratégica, promoviendo mecanismos financieros innovadores que reconozcan y remuneren el cuidado de la naturaleza -valorizando el aporte económico de la naturaleza, promoviendo créditos de biodiversidad, pagos por servicios ambientales- y posicionando al Norte Grande como un hub de economía del conocimiento aplicado a la ecología integral”, especifica. En lugar de competir por bajar costos, se puede competir por agregar valor a lo que ya nos pertenece: la vida misma en su diversidad y potencia.
Cuidado ambiental
El también ex subsecretario de Conocimiento para el Desarrollo de la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Nación (2022) apunta que los mercados internacionales ya lo entienden: cada vez más emergen mecanismos financieros de inversión en cuidado ambiental como forma de construir resiliencia y las barreras comerciales que son motivadas en aspectos ambientales. La trazabilidad, las emisiones de carbono, el uso responsable del agua, el cuidado de los bosques y la biodiversidad son variables que definen el acceso a financiamiento, a exportaciones y a inversiones. “No adaptarse es quedarse fuera. En cambio, liderar en sostenibilidad puede abrir nuevas oportunidades productivas, atraer innovación, crear empleos y posicionar a las economías regionales como actores relevantes del siglo XXI”, acota. La degradación ambiental derivada del cambio climático, la contaminación, el uso inadecuado de agroquímicos, la pérdida de biodiversidad y la creciente crisis del agua colocan a nuestra región frente a desafíos complejos y riesgos crecientes. Ante este panorama, asumir lo ambiental como una estrategia de prevención y resiliencia no es un lujo, sino una necesidad urgente. Preparar a nuestras comunidades para enfrentar estos desafíos es, sin dudas, la apuesta más inteligente y visionaria que podemos hacer, expone el experto.
“Lamentablemente, -acota-, la dirigencia política argentina -de todos los colores- hasta ahora no ha sabido impulsar esta agenda. La política ambiental ha sido relegada a un rincón burocrático, sin peso estratégico ni visión de futuro, concebida como un límite al desarrollo en lugar de su habilitante. Esto, paradójicamente, abre una enorme oportunidad: que provincias como Tucumán, con vocación histórica de liderazgo intelectual y político, impulsen un nuevo contrato con la naturaleza, que reconozca que el bienestar humano, la salud de los ecosistemas y la equidad social son partes inseparables de una misma ecuación”.
Este nuevo paradigma no es solo técnico o económico. Es profundamente ético. “Nos interpela a pensar en términos de nosotros, como comunidad viva que incluye a las personas, a los territorios, a los que vivimos hoy y a las generaciones que vendrán. Y nos convoca a imaginar un desarrollo que no sea la repetición extractiva del pasado, sino una transformación creativa, regenerativa e inclusiva”, afirma.
La innovación ambiental no es un lujo. Es la herramienta más poderosa que tenemos para combatir la pobreza, generar empleo digno, y construir soberanía desde el interior profundo del país. El Norte Grande no es un problema a resolver. Es una solución que espera ser descubierta. “Laudato Si’ nos llama a un nuevo diálogo sobre cómo estamos haciendo las cosas. Pero por sobre todo, a actuar. Tucumán tiene hoy la oportunidad histórica de escuchar ese llamado y ponerse al frente de una causa que es tan moral como estratégica. Desde el corazón verde del Cono Sur, podemos sembrar el futuro”, finaliza.
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