
Cuenta Evi Tártari que la suya no fue una experiencia más de curaduría, porque con el Museo Provincial “Escultor Juan Carlos Iramain” estableció un vínculo íntimo, diferente. Entrar en contacto con la casona de Entre Ríos primera cuadra le significó una experiencia sensible y enriquecedora; un viaje que excedió el espacio físico, y cuya música de fondo fueron las historias tejidas allí durante décadas. El resultado es “Vuelta por el universo-Señalar el camino”, muestra conformada por obras que nos legaron distintas generaciones de los Iramain, familia clave en la vida artística del Tucumán del siglo XX.
La exposición coincide con un aniversario redondo: el 9 de julio se cumplirán 90 años desde que Juan Carlos Iramain y su esposa Margarita Tula Todd abrieron las puertas de su casa, transformándola en un museo privado. Mucho más tarde, en 2015, Leonardo Iramain la cedió al Estado y la administración quedó en poder del Ente Cultural.
Tártari puso manos a la obra en febrero. Lo primero fue “habitar” la casa, cuyo equipo -encabezado por el encargado del museo, Santiago Soria Aráoz- la fue conduciendo. “Me compartieron lo que había de la colección, el inventario, me contaron historias del lugar”, relata. A medida que exploraban los objetos surgían señales inesperadas, huellas materiales que desataban interrogantes o evocaban escenas que nunca había presenciado, pero que imaginaba con intensidad.
“Por ejemplo, Santiago me muestra unas herramientas y me dice: ‘con estas Juan Carlos hizo el Cristo de San Javier’. Yo había visitado la escultura, como todos, pero imaginar al artista en pleno proceso creativo, con esas herramientas, fue otra cosa”, apuntó.
Tomando decisiones
Más que un repositorio, a Tártari el museo comenzó a parecerle un entramado de pistas que merecían ser leídas e interpretadas. Algunas piezas, como una máscara mortuoria, le generaban una intriga particular: “me preguntaba por qué esa costumbre, qué sentido tenía en su tiempo. ¿Por qué una persona accedía a ese tipo de representación? ¿Cuál era el objetivo final?”
Esa sensación de misterio se profundizaba cuando aparecían piezas inconclusas, como una escultura dentro de su propio molde, atribuida a Leonardo. “Es una obra que quedó en proceso -advierte-. De nuevo aparecía la intriga, lo que no tiene respuesta, lo que no se terminó. Todo eso parece configurar una especie de señal que no logramos descifrar del todo, pero que nos impulsa a imaginar nuevas historias”. ¿Será por eso que apareció el link con Gustavo Cerati al momento de bautizar la muestra?
Por ejemplo, el registro fotográfico realizado por Juan Carlos también abrió una ventana a una dimensión poco conocida de su obra: su relación con el norte del país y con la minería. “Me sorprendió saber que tenía un vínculo tan fuerte con esa región. Sus retratos de mineros -señala una de las típicas cabezas gigantes- son bastante conocidos, pero también hay una producción de paisajes que vale la pena mostrar”.
La figura de Margarita, la primera propietaria de la casa, fue también parte central de este recorrido emocional. Su voluntad fue la que permitió que el lugar se preservara y se compartiera con la comunidad. A ella se suma la obra de Anuncio Iramain, otro hallazgo revelador.
“Yo no lo conocía como artista. Fue una sorpresa enorme. Hay una cantidad de obras suyas impresionante, muy bien conservadas, con claras señales de influencias de las vanguardias del siglo XIX y XX. Me parece una parte fundamental de la historia de Tucumán desde la pintura”, sostiene Tártari.
Estanislao, hijo de Anuncio, representa una tercera generación, esta vez desde la escritura. Su poema “Museo”, con un tono marcadamente pesimista, introduce una mirada introspectiva, casi melancólica, sobre la memoria familiar. Un fragmento dice:
Un grupo de pintores dando forma
con pinceles y colores
a su muerte. Sentados, viendo
un hongo atómico.
Dionisio bañándose en el mar
y ellos sobreviviendo
en telas destruidas y desencajadas.
Por las salas
En medio del proceso creativo surgió el contacto con Gaspar Núñez, joven artista tucumano con quien compartió una historia entrañable relatada por Leonardo. Ese registro quedó plasmado en el fanzine “Te quiero infinito”, integrado también al recorrido.
Las fotografías seleccionadas para la muestra reflejan momentos de vida cotidiana: el piano sonando en tertulias, las visitas escolares, los encuentros. Fragmentos que hablan de una casa habitada y viva. “Las chicas del museo me mostraban imágenes de distintas épocas -apunta Tártari- Me pareció importante incluirlas porque muestran que la casa fue, desde siempre, un lugar de encuentro”.
Una única obra de Demetrio Iramain, otro miembro de la familia, forma parte del patrimonio del museo. Eso motivó una intervención que buscó conjugar contemplación y legado. “Creamos una imagen que genera un diálogo entre la obra y el espectador. Para eso incluimos una silla donada por el arzobispo de Salta a Juan Carlos, como agradecimiento por haber hecho el Cristo de la Caldera -explica la curadora-. Ese gesto, esa pieza, me parecieron importantes”.
La muestra no sólo ha sido una exposición visual, sino también una experiencia pedagógica y creativa. A lo largo de las salas fueron desarrollándose propuestas con distintas instituciones, invitando a los chicos a imaginar, a crear. El final de esa travesía está en el patio.
“Además de la fotografía, trabajo con cerámica. Me interesó hacer un diálogo desde allí con la obra de Juan Carlos, que habla de la terracota, de la arcilla. Usé herramientas similares, trabajé con arcilla blanca y fondo terracota. Incluso pusimos un fuego, una especie de fogón donde uno puede pedir un deseo”, relata Tártari.
“Todo ha sido un gran descubrimiento para mí -añade-. Estudié arte desde los 12 años, pasé por la Escuela, por la Facultad, y sin embargo nunca me había detenido en la historia de esta casa. Me emocionó, me hizo desear haber vivido todos esos momentos. Me dio orgullo poder construir desde aquí, como una arqueóloga afectiva, reconstruyendo para pensar el presente”.
¿Y dónde ubicaría a la familia Iramain dentro del mapa artístico tucumano? Su respuesta se deslizó entre lo subjetivo y lo histórico. “Creo que Anuncio, Juan Carlos y Margarita estuvieron muy ligados a las vanguardias. Demetrio, en cambio, se inscribe más en una estética paisajística del norte. Leonardo me parece más experimental, más vinculado al arte contemporáneo, incluso a lo intergaláctico, como él decía -analiza Tártari-. Cada uno tuvo su propio recorrido, y la casa es el hilo que los une. No es una síntesis, pero sí un testigo fiel de todo lo que sucedió”.