La basura urbana trae más de un dolor de cabeza no sólo a las autoridades que se deben ocupar del tema sino a los vecinos que padecen tanto los vaciaderos que se forman a la vuelta de sus casas como las desinteligencias de muchas personas frente a cualquier intento de organizar la disposición y la forma de tratar los residuos domiciliarios.
A lo largo de la primera mitad del año se han visto tanto las frustraciones por la dificultad de erradicar basurales -muchos de los cuales vuelven a formarse- como los entusiasmos porque en varios casos se ha logrado cambiar hábitos de años de depositar residuos en ciertos lugares de la ciudad.
Esas sensaciones han estado presentes este año y han formado parte de las discusiones entre los concejales de la capital y la secretaria municipal de Ambiente y Desarrollo Sustentable. En estos días debería discutirse precisamente el primer informe trimestral de 2025 sobre el tratamiento de la emergencia ambiental municipal. En los distintos ejes de trabajo se distingue la incorporación de nuevas tecnologías adaptadas a las políticas públicas medioambientales: cámaras de seguridad, sistemas de GPS y capacitaciones de inteligencia artificial, entre otros, que apuestan a mejorar el control de los basurales a cielo abierto.
Este año, según se ha advertido, se han detectado basurales en 109 de los más de 300 barrios de la ciudad: de ellos, el 72,5% sigue teniendo al menos un volcadero crónico que no ha sido erradicado. De 341 volcaderos, 218 son declarados crónicos.
Una de las estrategias apunta al cambio de hábitos para sacar la basura -hay horarios que se intenta hacer respetar- y el acostumbramiento tanto al uso del servicio especial de recolección de residuos complicados -escombros, neumáticos en desuso, colchones, muebles rotos, hierros- como a la separación domiciliaria previa a la disposición.
Al mismo tiempo que se lucha por desarmar los vaciaderos urbanos -en estos últimos días se ha trabajado con tres basurales cercanos al barrio Juan XXIII- se hace tareas de concientización y compromiso de los vecinos y se ha ido disponiendo de sitios para llevar residuos no habituales, algunos de los cuales tienen personal las 24 horas, como es el de calle Italia al 2.700, a la vez que se han incorporado 100 de las 300 cámaras urbanas previstas para que haya ojos atentos a gente que vaya a tirar basura en las calles. Hay equipos de la Patrulla urbana municipal que avisan a los infractores dónde pueden dejar sus residuos y en caso de no hacerlo son pasibles a multas, porque han sido filmados.
¿Qué resultados tiene esta intensa política ambiental? Es de esperar que comiencen a verse los efectos y bueno va a ser que se analice en la reunión de funcionarios con concejales lo que va sucediendo, a fin de ajustar tareas si hace falta o de poner énfasis en aquello que parece funcionar bien, para que no ocurra que al menor descuido se cae. El objetivo es una ciudad limpia y de buena vista, y es difícil de lograr.