
Tres mujeres tucumanas, en la madurez de la vida, abrazaron un sueño impensado y lo convirtieron en realidad. Valientes, sin dudas, comprobaron que en el deporte la determinación no caduca. María Emilia Filgueira, Lourdes De la Orden y Alejandra Malaspina son campeonas mundiales Master (mayores de 30 años) en sus actividades deportivas. Las tres lo lograron desde tierras tucumanas. Cuando el reloj de la vida indica que la energía debería ir apuntada a otras responsabilidades, ellas muestran un potencial de elite mundial en las competencias locales.
“Saber que en Tucumán tenemos campeonas del mundo es un orgullo muy grande, y ser parte de esas tres más aún”, expresa De la Orden con satisfacción. Ella todavía siente el eco del Himno Nacional argentino, igual que Filgueira, que también se colgó dos veces la medalla de oro en mundiales. Ambas compiten en ciclismo de montaña. Para Malaspina, la coronación mundialista llegó vía hockey sobre césped con Las Leonas +50. Las bikers tratan de correr cuanta carrera aparezca, mientras que la jugadora compite en la Pre Intermedia de Tucumán Rugby, equipo con el que ya ganó esta temporada el Torneo Iniciación.
El trío logró cristalizar un sueño impensado. “Tal vez sí, tardó en llegar. Lo viví de grande, en un +50, pero ya es un sueño representar al país y ganar el Mundial es demasiado. Es mucho más de lo que soñé cuando empecé a jugar en mi club”, expresó Malaspina, que en 2023 fue campeona mundial en Nueva Zelanda.
La que tiene más latente la consagración, una de las dos veces que la logró, es Filgueira, que hace menos de un mes triunfó en Cairns, Australia, al ser la mejor en la categoría 40-44 años de la modalidad cross country de ciclismo de montaña. La idea de un Mundial parecía una meta distante para la nacida en Juan Bautista Alberdi. “Al principio, nunca me imaginó llegar tan lejos. A medida que pasa el tiempo, uno va tomando experiencia y ganando confianza y, por supuesto, viendo que los resultados acompañan. Empezás a plantearte que estás a la altura para dar el siguiente paso”, explica. La propuesta de competir en un Mundial llegó de la mano de su entrenador, Ariel Darnay, en 2021, cuando se supo que Villa La Angostura sería sede mundialista. “Que tu entrenador te diga que estás preparada para semejante desafío te da un plus de confianza”, afirmó. En su primer Mundial en 2022, María Emilia fue sin presiones. “Iba sin expectativas, la idea era dejar el 110% y ver para qué alcanzaba. Sorprendentemente, en una carrera con frío y lluvia intensa, pude obtener un tercer puesto. Esto me demostró que estaba a la altura de este evento”, relata. Ese bronce fue la chispa que encendió la ambición por el oro para ganar en 2023 y 2025 (los mundiales master de mountain bike se disputan cada dos años).
Lo que comenzó como una actividad recreativa para bajar de peso rápidamente se transformó en una obsesión saludable hace 13 años, cuando se subió a la mountain bike. “Con los días, hacer el mismo recorrido ya me resultaba aburrido y poco desafiante. Así que empecé a sumar más kilómetros o bien hacer la misma cantidad, pero en menos tiempo. Esto me generaba una gran motivación. Siempre fui muy competitiva, así que a la semana yo ya quería superarme a mí misma”, recuerda.
La victoria en Australia este año tuvo un sabor especial. “Fue un comienzo de año complicado. No llegué de la mejor forma física y no venía rindiendo en el nivel esperado”, confiesa la campeona. La razón, sin embargo, no fue la falta de entrenamiento. “Fue a nivel emocional y eso afecta el resultado. Cuando no hay un equilibrio entre la cabeza, el corazón y el cuerpo, eso se nota inevitablemente”, explica. Con esa comprensión, María Emilia se enfocó en un aspecto crucial para este Mundial. “Gestioné más mis emociones y mi cabeza para rendir de la mejor manera en competencia; sabía que el desafío más grande y la diferencia este año estaba ahí”, sintetizó la clave que la llevó al bicampeonato. El deporte siempre fue parte de su vida y practicó varios. La plenitud la encontró en el ciclismo. “Hice actividades en equipo que me enseñaron muchos valores, pero también me di cuenta de que en el equipo no siempre las demás comparten la misma pasión, ni tampoco el mismo compromiso, y eso recuerdo que me molestaba mucho. Yo ponía todo de mí y no todas lo vivían así. Por eso quizás me encontré plena en un deporte individual. Hoy la bici es mi estilo de vida, es mi cable a tierra, es donde yo puedo ser libre y sentirme en paz. La bici es mi aliada, la que transforma mis días malos en buenos”, describió con pasión la ciclista.
Lo que cuenta halla sustento en lo que Malaspina opina. Ella, a diferencia de Filgueira, encontró compromiso y responsabilidad en el hockey. “Compartir cancha con las jugadoras que había admirado desde niña fue una experiencia surrealista. A las ex Leonas las conocía como fanática del hockey que soy. De verlas durante tantos años hacer historia, pasé a entrenarme con ellas. Por eso los primeros entrenamientos fueron como un ‘flash’: no sabía si marcarlas, darles un pase o aplaudirlas”, recuerda con una sonrisa. Esta mezcla de admiración y competencia la llevó a crecer como jugadora y a valorar aún más la oportunidad de representar al país. El Mundial fue un desafío constante. La fase de grupos, con victorias ajustadas y un empate ante Nueva Zelanda, puso a prueba el carácter del equipo. Sin embargo, la victoria contundente en la semifinal las impulsó hacia la final. En un partido emocionante, las Leonas se impusieron a las anfitrionas y se coronaron campeonas del mundo.
Cómo serán las vueltas de la vida: Malaspina, como toda admiradora del hockey argentino que estalló en popularidad con la medalla de plata que Argentina consiguió en Sidney 2000, ni se imaginaba que la foto, esa considerada “figurita difícil”, la iba a tener cuantas veces la quisiera. “Yo siempre juego con la cinco. En la Selección la pedí y me la dieron. Menos mal que es el número que siempre usé y el que me gusta y no el nueve, je”, contó con picardía. La imagen la guarda como un tesoro. Antes, la foto con una de sus referentes, en su imaginario tenía como marco el amontonamiento de fanáticos que buscaban lo mismo que ella. Pero una vez seleccionada, no sólo que la dejó de imaginar, sino que se volvió tangible ¡y en el campo de juego! “Esa foto fue en la semifinal contra Australia”, especifica Malaspina. Ahí se la ve delante de Vanina Oneto, lista para recibir la bocha en un córner corto. Oneto es una figura icónica del hockey argentino, reconocida por su capacidad goleadora y su liderazgo en el comienzo de la época dorada de Las Leonas. Malaspina es su par en la actualidad, defiende la camiseta argentina con la inspiración previa que la delantera le generaba por TV y que ahora la siente mucho más de cerca.
Equilibrio
Ser una deportista de categoría Master tiene sus desafíos. A algunos la palabra los inhibe, pero no a las tres tucumanas. “Es algo complicado, me refiero a que lamentablemente no podemos vivir económicamente de esto y tenemos que compatibilizar las demás facetas de la vida para, aun así, poder entrenar como profesionales de elite. Soy mamá de dos nenas y de profesión contadora, trabajo en mi emprendimiento familiar junto a mi marido. A veces, entrenar con tanto compromiso como lo hago resulta complicado y agotador”, reconoce. “Pero no hay que ponerse techo, hay que confiar en que todo aquello que sueñan es posible, sólo si están dispuestas a trabajar duro por ello. Yo he soñado, he trabajado muchos años y lo he logrado”, alentó Filgueira a una especie de pedaleo en la vida.
Con 38 años, mamá de Felipe de 15 y la coordinación del gimnasio del que es dueña, De La Orden entiende lo que dice la ciclista de Alberdi. “Ser campeona del mundo también es un peso muy grande, con mucha presión”, confesó. A pesar de esto, Lourdes sigue sumando éxitos, como su reciente título en abril de campeona sudamericana de enduro, una modalidad del ciclismo de montaña que se practica con una bicicleta específica y que, a diferencia del Descenso, además de bajar por la montaña en la mayor parte del trayecto, también tiene secciones planas en las que se puede pedalear.
“Para las del interior siempre es más difícil”, rememora Malaspina sobre las épocas pasadas. Ahora es algo más llevadero asistir a una convocatoria nacional en todos los niveles del hockey que, a diferencia de hace casi 30 años, a veces más, a veces menos, no deja de crecer. “Es al mismo tiempo una doble satisfacción. Cuanto más te costó llegar, más lo valorás”, confiesa Alejandra, de 53 años.
A pesar de las dificultades económicas y la necesidad de “hacer malabares” para conciliar el trabajo, la familia y las exigencias de un deporte amateur, las tres volverían a hacer todo de nuevo.