Carlos Alcaraz y Jannik Sinner protagonizaron la final más larga de la historia de Roland Garros
Por primera vez, una final superó las cinco horas de duración, superando la mítica batalla entre Mats Wilander y Guillermo Vilas en 1982. El español remontó un partido épico y quedó en la cima del tenis mundial.
París fue, una vez más, testigo de un capítulo inolvidable del tenis mundial. Carlos Alcaraz y Jannik Sinner escribieron con sangre, sudor y raquetas una final que no solo consagró a un nuevo campeón en Roland Garros, sino que también rompió un récord que parecía inquebrantable. Durante cinco horas y 29 minutos, el español y el italiano protagonizaron la final más larga en la historia del certamen parisino, superando la mítica batalla entre Mats Wilander y Guillermo Vilas en 1982.
Alcaraz, segundo del ranking ATP, se impuso al número uno del mundo en un electrizante 4-6, 6-7 (4), 6-4, 7-6 (3) y 7-6 (2), tras remontar una desventaja de dos sets y salvar tres puntos de campeonato. Fue una gesta que transformó el polvo de ladrillo de la Philippe Chatrier en escenario de epopeya.
Sinner, hasta entonces invicto en Roland Garros, se mostró dominante en los primeros sets. Pero Alcaraz, como en sus mejores días, volvió desde el abismo. Su capacidad de lucha, su físico prodigioso y una mentalidad a prueba de tormentas lo mantuvieron en pie ante un rival que no dejó de presionarlo. El público, en pie durante largos tramos del encuentro, fue testigo privilegiado de un duelo generacional que bien podría marcar el rumbo del tenis en la próxima década.
El récord anterior, vigente desde 1982, había sido establecido por Wilander y Vilas, quienes disputaron una final de cuatro horas y 42 minutos que se convirtió en leyenda. Aquel día, el joven sueco de 17 años derrotó al gladiador argentino por 1-6, 7-6, 6-0 y 6-4, en un duelo que también representó el traspaso de la antorcha entre generaciones.
En el otro extremo del tiempo y del ritmo, Roland Garros también recuerda su final más breve: la de 1988, cuando Steffi Graf venció a Natalya Zvereva en apenas 32 minutos, con un categórico 6-0 y 6-0.
Pero lo de este domingo no fue una carrera de velocidad, sino una maratón mental y física. Y si Roland Garros es el torneo que mejor recompensa la paciencia, la resistencia y el juego de fondo, esta final quedará como el ejemplo más claro de ese espíritu. Alcaraz, a sus 22 años, suma así su cuarto Grand Slam y confirma que la era post Big Three no solo está en marcha, sino que también tiene nuevos ídolos dispuestos a escribir historia.






