Monstruos cotidianos que aparecen al abordar la verdad

Federico Cerisola y Pablo Vera construyen “Crujiente de mortadela” con la dirección de César Domínguez. Puesta minimalista dentro de un tiempo crítico e inverosímil. Dependencia mutua.

RELACIÓN COMPLEJA. Federico Cerisola y Pablo Vera protagonizan “Crujiente de mortadela” en La Veleta. RELACIÓN COMPLEJA. Federico Cerisola y Pablo Vera protagonizan “Crujiente de mortadela” en La Veleta.

Dos actores irán construyendo -ante la vista del público- un espacio multidimensional en el que aparecerán dos monstruos, dos personajes y ellos mismos en un juego dialéctico permanente.

Así se presenta “Crujiente de mortadela”, cuyo nombre en sí mismo está atravesado por el humor y la ironía que encierra esta propuesta interpretada por Federico Cerisola y Pablo Vera con dirección de César Domínguez y dramaturgia de este trío creativo, con textos propios y otros apropiados, que fueron apareciendo durante los ensayos. El producto final se estrenará a las 21 en La Veleta Cultural (Crisóstomo Álvarez 124).

“La construcción fue ardua ya que nos propusimos desde el comienzo que lo dicho tuviera también múltiples dimensiones en una puesta minimalista, con sólo cuatro objetos dispuestos en el espacio y algunos elementos de utilería como herramientas con las que se va a desarrollar el juego escénico en un clima íntimo en el que la invisible línea que divide la escena del espacio del espectador desaparece por momentos”, anuncian.

“Las dos mujeres que presentamos son absolutamente dependientes de la otra y de una forma no precisamente sana, como a veces pasa en la vida. Este espectáculo es una invitación a que sintamos y pensemos juntos. Una invitación a que demos rienda suelta a las sensaciones y emociones y que cada uno, luego, saque sus propias conclusiones”, añade Cerisola.

Improvisaciones

El principio fue impulsado por Vera con un texto suyo, al que se sumaron otros que no estaban relacionados con esa idea matriz. “En las improvisaciones con Federico apareció nueva dramaturgia y eso nos mostró otro camino; invitamos a César para la dirección y entre los tres realizamos un proceso de investigación profundo en casi seis meses de búsqueda permanente”, detalla.

“La relación entre las dos mujeres en escena fluctúa tomando diferentes tintes. El juego entre víctima y victimario se hace presente por el fuerte lazo de dependencia que tienen estos personajes, con una relación tóxica sin importar las consecuencias. La base en común serían los secretos que guardan, la tensión que nutre un vínculo viciado de silencios y de soledad que obliga a elegir caminos dolorosos. El ‘otro’ siempre construye, porque nos construimos a partir de una mirada recíproca. Ellas no son la excepción, son el espejo que les devuelve algo que no les es grato ver. Expresan la exacerbación de las pasiones, necesidades y carencias de nuestra actualidad. Lo económico, la soledad, el aislamiento...”, aporta Domínguez.

“La verdad es un concepto demasiado profundo como para generalizarlo, pero sí podemos dar cuenta de nuestro proceso y de nuestra verdad, aquella que hace que los actores pongan en juego su sensibilidad más profunda y que no duden en ser generosos y entregar sus miedos, sus deseos, sus tristezas y alegrías a la mirada de los espectadores”, plantea el director.

“En el teatro, la energía actuante del otro nos edifica: su potencia de actuación y su arco poético, su mirada, su voz, su piel, su olor... La teatralidad siempre se nutre de nosotros. Somos nuestra propia herramienta. El escenario es un espacio ritual y metafísico, abstracto pero concreto. El teatro es un juego, pero un juego muy serio, una de las pocas actividades ‘tracción a sangre’ que perduran”, reconoce Cerisola.

Vera sostiene que “vivimos tiempos críticos e inverosímiles y no podemos permitirnos mirar para otro lado, nos es urge hablar de ciertas cosas: como todo o casi todo es volátil y veloz, hemos decidido detenernos, observar, tomarnos un tiempo necesario para sentir(nos) y pensar(nos) desde nuestras verdades”. “Todo proceso creativo conlleva momentos de conflicto. A veces acontece en ciertas resistencias que se me presentan cuando tengo que ir un poco más allá (o más acá) en la exposición de mi humanidad y otros momentos en los que uno siente estancado, para lo cual hay que estar dispuesto a transitarlos y ser conscientes de que son un instante. Pero como dice César, ‘si no estamos nosotros, con nuestra humanidad a flor de piel, no tiene sentido estar en el escenario, todo se torna aburrido”, finaliza.

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