La natalidad en baja marca un récord de hogares sin hijos

En Tucumán los nacimientos bajaron un 40%. Cómo impacta eso en la sociedad y qué oportunidades se presentan. La voz de quienes no quieren ser mamás.

CADA VEZ MENOS. Los nacimientos bajaron casi a la mitad en 10 años y la tasa de fecundidad está por debajo del nivel de reemplazo poblacional. CADA VEZ MENOS. Los nacimientos bajaron casi a la mitad en 10 años y la tasa de fecundidad está por debajo del nivel de reemplazo poblacional.

Para Romina A. el deseo de ser madre nunca existió. “Creo que ni siquiera jugaba con bebotes cuando era una niña”, confiesa la profesional de 33 años. Ella quiere dedicarse por completo a su especialidad: es traductora de inglés y organizadora de viajes. Su pareja está de acuerdo. Tampoco le gustaría perder la libertad que tienen, cuenta. Y está la cuestión económica, añade. “No me van a imponer que por ser mujer tengo que ser madre. Al principio mis padres se pusieron mal porque soy única hija y no tendrán nietos. Pero ya lo aceptaron”, confiesa.

Laura y Federico están juntos desde hace una década y casados hace cinco años. Viven en un departamento céntrico. Tienen 36 y 34 años respectivamente. En los últimos años lograron cierta estabilidad laboral y disfrutan de una rutina tranquila, con salidas, amistades, viajes y proyectos personales. Saben que un hijo cambiaría por completo esa dinámica, y no sienten que necesiten tener un bebé para sentirse plenos como pareja.

Paula González tiene 50 años. Pero hace mucho tiempo, a los 20, ya había decido que no quería ser mamá. Estuvo casa y su esposo, al comienzo, compartió sin problemas esa determinación. Reconoce que hace tres décadas era mucho más difícil que hoy negarse a tener hijos. “Mi decisión estuvo muy marcada por una historia personal: mi madre me abandonó al nacer y tuve padres adoptivos. Era una situación compleja. Después decidí estudiar y mi profesión se convirtió en mi proyecto de vida”, cuenta Paula, que es trabajadora social y psicóloga social.

“Aunque ahora se cuestiona menos, la pregunta de cuándo vas a tener hijos sigue bastante presente. Lo que sí ha cambiado en la actualidad tiene que ver con la realización personal: hoy las mujeres sienten que no necesariamente tienen que ser mamás para ser feliz o sentirse completas”, analiza la profesional.

Tendencia global

Detrás de estos relatos que parecen puramente individuales -decisiones íntimas o condicionadas por el contexto económico, laboral o emocional- se inscribe una tendencia global y sostenida en el tiempo: la caída de las tasas de natalidad y fecundidad. En Argentina, el promedio de hijos por mujer ha disminuido significativamente: pasó de 2,1 en 2001 a 1,4 en 2022, según el último Censo. Se calcula que nacen 260.000 bebés menos que hace una década.

La natalidad en Argentina bajó fuerte a partir de 2014, a tal punto que en la actualidad los hogares sin niños ya son mayoría: representan el 57% del total, frente al 44% en 1991, de acuerdo a un informe del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad de la Universidad Austral.

Tucumán no es ajena a esta realidad: la cantidad de nacimientos se reduce año a año. Los datos de la Dirección Provincial de Estadísticas muestran que en 2010 nacieron 30.400 bebés; en 2016, 28.306; y en 2019, 26.551. Durante 2021, hubo 24.617 inscripciones de nacimientos. En 2023 se anotaron 18.537 bebés y en 2024, 16.933 fueron los inscriptos en delegaciones dependientes de la Dirección General del Registro Civil provincial. En 13 años (desde 2010 hasta 2023) la caída en la natalidad fue del 40%.

Las causas

¿Los datos son preocupantes? Hablamos con Fernando Longhi, investigador del Conicet y docente de demografía de la UNT, para comprender qué hay detrás de estas transformaciones sociales.

“La caída en la natalidad en Argentina es un proceso sostenido y multifactorial. La tasa global de fecundidad (este índice mide el promedio de hijos por mujer en edad fértil) descendió a 1,4 hijos por mujer en 2022, por debajo del nivel de reemplazo poblacional”, explica.

Entre las principales causas, el especialista destaca: un mayor acceso a métodos anticonceptivos y a la educación sexual integral, que permiten a las personas decidir cuándo y cuántos hijos tener y también por los cambios culturales: “la maternidad/paternidad ya no son necesariamente considerados como mandatos sociales inevitables; muchos jóvenes optan por priorizar proyectos educativos, laborales o personales”. Otras razón no menos importante es la inestabilidad económica: “tener y criar hijos es costoso, y la incertidumbre actúa como freno a la procreación”.

“La postergación de la maternidad es otra causa evidente. Hoy se retrasa la edad del primer hijo, y eso impacta porque se está reduciendo el total de nacimientos”, apunta. Y agrega que la legalización del aborto también redujo embarazos no deseados.

Segunda transición

Longhi remarca que estamos en la segunda transición demográfica, caracterizada por cambios profundos en los comportamientos familiares y reproductivos. Este proceso se vincula con transformaciones culturales más amplios: la valorización de la autonomía individual, la autorrealización, la igualdad de género y la secularización.

“La transición no es simplemente un fenómeno cuantitativo (menos nacimientos), sino cualitativo: expresa un cambio en las motivaciones detrás de las decisiones reproductivas y familiares”, detalla.

No todo es problema

Según el demógrafo, el descenso de la natalidad no debe leerse exclusivamente como un problema. “También puede abrir oportunidades. Constituye un signo de mayor autonomía reproductiva y empoderamiento de las mujeres. Permite, asimismo, reorientar políticas públicas desde el control poblacional hacia el bienestar de la infancia y la vejez. Además, menos nacimientos pueden facilitar mayores niveles de inversión por niño en salud, educación y desarrollo”, enumeró.

No obstante, dijo que se abren varios desafíos. “Por ejemplo, está el envejecimiento poblacional: más adultos mayores requieren más servicios de salud, pensiones, cuidados. Si hay menor población activa, se comprometen los sistemas previsionales y la economía a largo plazo”, remarcó. También habló del aumento de la soledad no deseada y la vulnerabilidad social, especialmente en adultos mayores y hogares monoparentales.

¿Qué políticas deberían acompañar estos cambios?, le consultamos. “Los cambios demográficos exigen adaptar las políticas públicas para responder a nuevas realidades, como el apoyo a la crianza y conciliación laboral-familiar, las licencias parentales equitativas, la existencia de jardines maternales y centros de cuidado infantil, incentivos fiscales o subsidios para familias que desean tener hijos, entre otros”, precisa. “Reconocer las nuevas formas de vivir, criar, envejecer y convivir es fundamental para construir un país más justo y preparado para su futuro demográfico”, concluye.

Otros cambios

Además de la baja natalidad, el estudio nacional destaca un cambio en la composición de los hogares. Los hogares monoparentales, en su mayoría encabezados por mujeres, aumentaron de forma sostenida. Hoy, ocho de cada 10 tienen jefatura femenina.

Por otra parte, los hogares unipersonales crecieron del 13% en 1991 al 25% en 2022.

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