
Los santos del 31 de mayo: una jornada marcada por la Visitación de la Virgen María
Cada 31 de mayo, la Iglesia Católica celebra una de las fiestas marianas más significativas del calendario litúrgico: la Visitación de la Virgen María. Pero también se conmemora a otros santos y mártires menos conocidos, cuyas historias atraviesan siglos de devoción.

El 31 de mayo no es una fecha más en el santoral católico. En esta jornada se recuerda un episodio fundamental del Evangelio: la visita de María —recién embarazada de Jesús— a su prima Isabel, madre de Juan el Bautista. El encuentro, relatado en el Evangelio de Lucas, está cargado de simbolismo. Es en ese momento cuando Isabel, también encinta, siente que el niño salta en su vientre, y pronuncia una de las frases más repetidas por generaciones de creyentes: “¡Bendita tú entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”.
La fiesta de la Visitación, instituida por el Papa Urbano VI en el siglo XIV, fue pensada como un llamado a la paz en tiempos de cisma. Con el paso del tiempo, se consolidó como una celebración que destaca la humildad, el servicio y la alegría compartida entre dos mujeres clave en la historia cristiana.
Pero el santoral del 31 de mayo no se agota ahí. También se honra a San Félix de Nicosia, un fraile capuchino italiano del siglo XVIII conocido por su vida de austeridad y por su entrega absoluta a los más pobres. Humilde zapatero en su juventud, ingresó al convento tras años de insistencia, y fue canonizado recién en 2005 por el papa Benedicto XVI.
Otra figura destacada del día es Santa Petronila, una mártir de los primeros siglos, considerada por la tradición como hija espiritual —y según algunas leyendas, biológica— de San Pedro. Su tumba en la catacumba de Domitila, en Roma, fue venerada por generaciones de peregrinos, y su figura fue adoptada como protectora de los reyes de Francia.
En tiempos donde la fe convive con la velocidad del presente, estas efemérides recuerdan los valores que marcaron a los primeros creyentes: la entrega, la hospitalidad, y el compromiso silencioso con los otros. El santoral, muchas veces relegado a las páginas finales de los almanaques, guarda un archivo de nombres, vidas y gestos que todavía hoy interpelan.







