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Carlos Pagni
La Nación
Para entender cuánto hay de novedad y cuánto de continuidad en los problemas que atraviesa el periodismo, creo que hay volver a su grado cero. Hay que remontarse a los orígenes, en términos históricos, y a los fundamentos, en términos conceptuales, de la tarea. El periodismo es una actividad que está ligada a un modelo político, sin el cual no se entiende. Nace como oficio en el marco de una revolución cultural y cultural que se produce con la Ilustración, que acarrea modelos que consagran en su centro a la persona y la libertad individual. Concepciones que postulan al Estado como una herramienta para coordinar individualidades y simultáneamente la necesidad de establecer dispositivos que limiten el poder estatal. Los dos dispositivos básicos son la justicia independiente y la prensa independiente. El objetivo de esta última es proveer criterios de información y de interpretación de la realidad a la opinión pública. Su sentido es proporcionar a los ciudadanos elementos más racionales para juzgar lo que pasa y, de esa manera, limitar al poder. La misión que lo justifica es el ejercicio de la crítica para permitirle a la ciudadanía elegir mejor en el mercado electoral y eventualmente en el económico. Los fueros periodísticos no son beneficios corporativos sino una garantía que la sociedad se da a sí misma para obtener información no condicionada para evaluar, criticar y votar o no a un gobierno.
Hay una propuesta, a mi juicio fraudulenta, de la posibilidad de reemplazar este esquema por las redes sociales. Algo comodísimo para el poder. Encontrar la verdad en ese magma, es como encontrar una aguja en un pajar. Una marea de intercambio de datos sin ningún orden, incapaz de proveer una explicación, de proponer un sentido de lo que pasa. El impulso de abolir al periodismo es inquietante, es una especie de antiutopía.
Sentido crítico
Por otro lado, el trabajo de la prensa debe hacerse merecedor de sus fueros, mirando efectivamente la realidad con sentido crítico y mostrando capacidad de organizar un debate y construir un sentido. Esto implica un desafío político pero también un desafío intelectual. El periodismo no puede reducirse a un espacio en el que solo se escucha el eco de la discusión de los políticos. La relación del político con la palabra es muy distinta a la que tiene el periodista. El primero quiere persuadir y conseguir el voto. El periodista debe explicar al que persuade y, en todo caso, descubrir el eventual engaño.
La polarización, por definición, es simplificación. Supone un aplanamiento de los problemas, que todo lo blanco está de mi lado, y lo negro del otro. El periodismo, muchas veces, es parte de la polarización. Es imposible pensar la emergencia del populismo en ciertas sociedades sin pensar en que el periodismo colabora con eso. Si uno ve la cadena Fox y CNN en Estados Unidos, no ve dos posiciones sobre un mismo problema sino dos agendas, como si se tratara de países distintos.
*Fragmento de una exposición en el Congreso de Claep en Buenos Aires, el pasado martes.








