¿Un mundo sin chinos?
LA CLÁSICA FAMILIA DE UN SOLO HIJO. Ahora, por la crisis de natalidad, el gobierno chino va cambiando su política demográfica.
25 Mayo 2025

Muchos desconocerán el dato, pero la población china viene cayendo en picada. En los últimos tres años ha decrecido de forma notable, y las proyecciones hablan de un fin de siglo en el que se reduciría, de los actuales 1.400 millones de habitantes, a apenas 500 millones, y, en un futuro mucho más lejano, de un hipotético o virtual mundo sin chinos. Tales perspectivas (catastróficas para algunos, alentadoras para otros) preocupan sobremanera al gobierno del Partido Comunista, que ha decidido tomar cartas en el asunto.

Resulta curioso y difícil de creer, porque hasta hace apenas una década, el problema era justo el contrario: la amenaza de una sobrepoblación creciente, incontrolada, imposible de abastecer. Todo se remonta a los orígenes de la Revolución y la llegada al poder del imaginativo estratega Mao Tse-Tung, impulsor de una vigorosa política de crecimiento poblacional. Mao consideraba que la fortaleza de una nación radicaba en el tamaño de su pueblo, e impulsó durante su gobierno innumerables medidas de estímulo a la natalidad. Tanto es así que en los años 60, fruto de estos esfuerzos, se alcanzó una media de seis hijos por mujer en China. Este crecimiento vertiginoso generó, sin embargo, problemas gravísimos, como hambrunas, crisis habitacionales y desempleo, que obligaron al gobierno del Partido Comunista, hacia el final de la era Mao y sobre todo tras la muerte de este, a tomar cartas en el asunto, adoptando medidas en sentido contrario.

Chinos, incontables

La más conocida y drástica fue, en 1979, la «política de un solo hijo». Se prohibió a las mujeres chinas tener más de un hijo, bajo amenaza de castigos tan tremendos como la esterilización forzosa. Pero quien siembra vientos cosecha tempestades, y toda aquella mentalidad natalista férreamente inculcada por Mao iba a ser difícil de revertir, así que muchos matrimonios siguieron teniendo, si no seis, al menos dos o tres hijos en la familia. Niños extra que, para evitar castigos y penalidades, no eran registrados en ningún organismo oficial, y carecían, en consecuencia, de acceso a la educación y a la salud, al matrimonio formal, al empleo y las jubilaciones: eran, en definitiva, seres administrativamente invisibles y socialmente fantasmas. Actualmente suman unos… ¿trescientos millones? ¿mil millones? Nadie lo sabe a ciencia cierta, porque no entran en las estadísticas oficiales, y no están contabilizados entre los 1.400 millones que reconoce el Estado.

Cepo al chino

En síntesis, esta suerte de «cepo al chino» que constituyó la política del hijo único, generó la proliferación de incontables «chinos blue» que circularon durante décadas clandestinamente por el inmenso país asiático, sobreviviendo en los márgenes de la burocracia, temerosos de purgas y redadas, ocultándose, quién sabe, debajo de los colchones en caso de que se presentara una inspección.

Indistinguibles físicamente de sus congéneres, pero marcados por un invisible estigma, muchos de estos individuos encontraron la forma de adquirir estatuto legal usurpando la identidad de sus progenitores muertos (cuyo fallecimiento se ocultaba) y gozando por fin, a edades algo avanzadas, de los beneficios que otorgan el Estado y la legalidad comunistas (contribuyendo, de paso, al mito de la longevidad extraordinaria de los habitantes de algunas aldeas).

Demografía amarillista

Cuando finalmente se impuso y terminó arraigando en la sociedad, el antinatalismo mostraba ya sus consecuencias nefastas: falta de sustentabilidad del sistema de pensiones, caída en la productividad y la renta, amenaza en el horizonte de un mundo sin chinos... El remedio había resultado peor que la enfermedad. A partir de 2016, luego de 37 años de la política de un solo hijo, el Partido Comunista Chino tomó cartas en el asunto y decidió implementar la «política de dos hijos», una especie de levantamiento parcial y progresivo del «cepo al chino», que se continuaría en 2021 con la «política de los tres hijos», que permite a los matrimonios tener hasta esa cantidad de vástagos. Actualmente, considerando los datos en picada de estos últimos años, el gobierno se plantea la liberación total del cepo, una vuelta a las políticas iniciales de Mao en cuanto al fomento de la natalidad y el blanqueo definitivo de los ciudadanos indocumentados.

Parece broma, pero no lo es. El régimen comunista chino, el experimento de planificación e intervención estatal más minucioso y organizado del mundo, viene fracasando estrepitosamente con las políticas demográficas y desconcertando por completo a su población, que se debate entre reproducirse o no, atendiendo, antes que a sus propias vidas, a las cartas que se barajan en el Comité Central del Partido, con sede en Beijing.

© LA GACETA

Juan Ángel Cabaleiro – Escritor.

Temas China
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