SEGÚN UNA ENCUESTA. Miles de jóvenes en Europa se suman a clubes offline para recuperar el contacto humano fuera del celular. / UNSPLASH
En un mundo saturado de notificaciones, videos cortos y conexiones constantes, algo inesperado está ocurriendo entre los jóvenes: el deseo creciente de apagar el celular, salir de las redes y vivir una vida más analógica. No se trata de nostalgia, sino de una respuesta directa al desgaste emocional que produce la hiperconectividad.
Una encuesta reciente del British Standards Institution reveló que el 70% de los jóvenes europeos de entre 16 y 21 años siente que las redes sociales afectan negativamente su bienestar. Y lo más llamativo: casi la mitad de ellos desearía haber crecido sin internet.
Una generación que empieza a decir “basta”
La conexión constante a dispositivos y redes sociales parecía haberse convertido en una necesidad incuestionable para las nuevas generaciones. Sin embargo, los datos revelan que los jóvenes están empezando a cuestionar esa lógica. Según una encuesta realizada por British Standards Institution a 1.293 personas, el 70% de los jóvenes de entre 16 y 21 años afirma sentirse peor después de usar redes sociales. Además, el 46% expresó que preferiría haber crecido en un mundo sin internet.
Estos porcentajes reflejan un fenómeno más amplio que comienza a tomar forma en distintas partes del mundo: el agotamiento digital. Frente a esta saturación, muchos jóvenes están explorando formas de reducir el uso de dispositivos y volver a las experiencias más humanas.
Clubes offline, celulares minimalistas y nuevos hábitos
Entre las iniciativas más visibles que surgen para acompañar este cambio se encuentran los movimientos como los “appstinentes” y “The Offline Club”. Los primeros renuncian voluntariamente al uso de ciertas aplicaciones para recuperar el control sobre su atención, un concepto acuñado por Gabriela Nguyen en Harvard que rápidamente se extendió a campus universitarios y espacios juveniles.
Por su parte, “The Offline Club” nació en Países Bajos y ya llegó a ciudades como Londres y París. Sus encuentros proponen un tiempo libre de celulares para socializar, leer, hacer manualidades o jugar a juegos de mesa. La consigna es simple, pero poderosa: recuperar la conexión cara a cara.
Este estilo de vida también encuentra aliados en productos diseñados para reducir la dependencia tecnológica. Un ejemplo es el Light Phone, un celular que sólo permite hacer llamadas y enviar mensajes. Sin redes sociales ni aplicaciones, funciona como una especie de detox digital de bolsillo.
Una respuesta política ante la preocupación social
Este fenómeno cultural no pasó inadvertido para los gobiernos. En el Reino Unido, por ejemplo, comenzó a discutirse la posibilidad de implementar toques de queda digitales para menores de edad. En Australia, la normativa ya avanzó: las personas menores de 16 años no pueden tener cuentas en redes sociales sin autorización expresa de sus padres.
Estas medidas buscan proteger a los jóvenes del impacto psicológico de la sobreexposición digital, una preocupación creciente que también se refleja en investigaciones académicas. Según estudios publicados en BMC Medicine, reducir el uso del celular puede disminuir significativamente los síntomas depresivos. A su vez, la American Psychological Association destacó que desconectarse ayuda a mejorar la concentración, la creatividad y el bienestar emocional.
Un nuevo valor: lo presencial
En paralelo al surgimiento de regulaciones y propuestas tecnológicas minimalistas, también se está dando un cambio de actitud. Algunos clubes nocturnos de Berlín y Ámsterdam ya organizan fiestas en las que no se permite el uso de teléfonos en la pista de baile. En esos espacios, la música, la energía colectiva y el contacto visual vuelven a tener un protagonismo que parecía perdido.
Este tipo de experiencias análogas se está convirtiendo en una forma de resistencia cultural frente al algoritmo. Para muchos jóvenes, vivir sin internet o con un uso mucho más reducido es una manera de reconectarse con la realidad y las personas que los rodean.
Lo que parecía una moda pasajera empieza a consolidarse como una tendencia generacional, una que apuesta por el silencio frente al ruido, por el tiempo real frente al scroll infinito.







