Un día como hoy, pero hace 103 años, el fútbol tucumano escribió una de sus páginas más importantes. El 21 de mayo de 1922, Atlético Tucumán jugó por primera vez en su nuevo estadio, el entonces llamado “Grand Stadium”, hoy Monumental José Fierro. Frente a su gente y con una obra arquitectónica sin precedentes en el norte argentino, el "Decano" se midió con un rival de jerarquía: Racing Club de Avellaneda, siete veces campeón del fútbol argentino en ese momento.
Aunque la “Academia” no contó con sus principales figuras, su sola presencia generaba un atractivo único. No era común en esa época ver en Tucumán a un equipo con semejante trayectoria. Y el público lo entendió así: desde temprano, las tribunas se fueron colmando de espectadores ansiosos por presenciar el primer gran espectáculo futbolístico del nuevo hogar "decano".
Atlético salió a la cancha con G. Sica; E. Rodríguez y J. Rodríguez; P. Tártalo, R. Carino y A. Hernández; H. Penella, L. Germano, P. Cuello, C. Aguilar Pinedo y J. Germano. Del otro lado, Racing alineó a L. Devoto; R. Castagnoia y J. Barreto; A. Ohaco, P. Ronco y J. Reccitelli; F. Gondar, P. Ochoa, A. Zavaleta, D. Brissotti y R. Rey.
El partido no tardó en despertar emociones. Apenas a los cuatro minutos, Donato Penella, en una jugada brillante, dejó atrás a un defensor, ingresó al área y definió cruzado ante la salida del arquero Devoto. El primer gol en la historia del estadio fue local y desató una ovación que pareció durar varios minutos. Era un momento histórico: el grito de gol que inauguraba oficialmente una cancha que, con el tiempo, se convertiría en templo.
Racing no se quedó atrás. Con un estilo ofensivo y dinámico, demostró por qué era uno de los equipos más respetados del país. El empate llegó recién en el segundo tiempo, a los 49 minutos, gracias a un potente remate de Alberico Zavaleta. El tanto fue tan bien ejecutado que hasta la tribuna local lo aplaudió, reconociendo la jerarquía del visitante.
El resultado final fue 1 a 1, un empate que, más allá del marcador, quedaría sellado como el puntapié inicial de una historia que seguiría creciendo durante más de un siglo. La crónica de la época señaló que “si bien el encuentro no fue lo interesante que se esperaba, ya que en algunos momentos la lucha se tornó monótona, hubo en cambio algunas jugadas felices que satisficieron al público”.
Cuando el partido terminó y los hinchas comenzaron a retirarse, reinaba un sentimiento compartido: la felicidad. No por el resultado, sino por haber sido parte de algo mucho más grande. Tal vez muchos no dimensionaron en ese instante que acababan de asistir a la primera página de una historia dorada: la del estadio Monumental José Fierro.