Marisa Censabella, sobre los ataques del Gobierno a la ciencia: “Hay una inmovilidad de la que tenemos que salir”
La ex directora del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica disertó en Tucumán, invitada por la UNT. Propone nuevas estrategias para afrontar los ataques del Gobierno al sector.
ADVERTENCIAS. Censabella instó a salir de un estado pasivo para enfrentar lo que llama una “situación muy grave” ue atraviesa la ciencia.
“El rol de la Universidad en el diseño de agendas de políticas científicas en escenarios complejos”. Así se tituló el conversatorio protagonizado por Marisa Censabella en el cierre de las Jospiunt 2025, subrayando lo de “escenarios complejos” como sinónimo de una situación que ella califica de gravísima. Porque lo que está haciendo el Gobierno nacional -afirma- no es desfinanciar o cambiar el sistema de ciencia y tecnología en la Argentina, sino desmantelarlo por completo.
Doctora en Letras y especialistas en lingüística, Censabella dirigió el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (Foncyt) hasta marzo del año pasado. Renunció por medio de una carta en la que denunciaba los despidos en el organismo y el riesgo que corren los proyectos de investigación en el país. Invitada por la UNT, le tocó hablar en el cierre de las Jornadas en las que la universidad pública dio cuenta de la marcha de sus proyectos científicos. Allí instó a la comunidad de investigadores a cambiar el estado de ánimo y pasar a la acción.
- El Gobierno nacional lleva un año y medio de gestión. ¿Cuál es tu análisis de la situación en el área de ciencia y tecnología?
- En primer lugar es necesario un pequeño diagnóstico; creo que todos lo tenemos. Lo que no tenemos es la noción de la gravedad del tema, que es el desmantelamiento del sector de ciencia, tecnología e innovación por parte de este gobierno. No es un fenómeno, como hemos visto en otros períodos neoliberales en los que había una reducción presupuestaria muy grande y la apropiación del sector por parte de un grupo determinado. Eso fue relativamente evidente durante la dictadura cívico-militar, el menemismo y el gobierno de Macri, ya que no había un interés desde el Estado de desarmar el sistema.
- ¿Y entonces?
- Tenemos otra situación. Hay que entender que la ciencia, la tecnología y la innovación tienen una calidad muy importante en la Argentina. Con pequeños presupuestos, comparados con otros países, logramos estándares muy altos. Pero esa también ha sido nuestra debilidad y este gobierno la ha visto con muchísimo ojo clínico. ¿Qué ha hecho entonces? Ha desarmado la capacidad de promoción, es decir la capacidad de subsidiar y de acompañar con salarios y con subsidios a la investigación. Ese sistema está totalmente desarticulado; y esa desarticulación no es algo temporario para que un grupo lo rediseñe rápido. Es una situación muy grave.
- En tu caso, proviniendo de las ciencias sociales, ¿se nota mucho más?
- Si, nuestras disciplinas están puestas en cuestión y con mucho desconocimiento de parte del Gobierno. Te puedo contar que desde la Agencia el cúmulo de subsidios para todas las disciplinas de las ciencias sociales y humanas no ocupaban más del 15%, y en el total representaban menos del 9% de los presupuestos anuales. Entonces hay todo un imaginario que deriva en la idea: “tenemos que encontrar un enemigo”. Bueno, como escuché en una conferencia muy interesante, las sociales y humanas son aquellas ciencias que pueden tener un vocabulario y una reflexión que cuestione, que ponga en disputa ese discurso que se está queriendo imponer.
- ¿Cómo están las universidades nacionales en este escenario?
- Aún con la gran reducción que están sufriendo las universidades al presupuesto que logren pueden decidir cómo invertirlo. En cambio, los organismos que no tienen autonomía dependen directamente de las políticas electorales. Ahí hay un pequeñísimo espacio de libertad. Por supuesto que las universidades no van a decidir despedir a la mitad de la masa de profesores.
- ¿Qué percibís en el contacto con los científicos?
- Hay como dos estados de ánimo que llevan a una inmovilidad de la que tenemos que salir de alguna manera. Por un lado la desesperación, que es válida y es real. Está bien que denunciemos todo lo que está pasando. Pero el otro estado de ánimo del que hay que salir rápido es el de la esperanza en el sentido de decir: “ya va a terminar esto, hay que aguantar”. Necesitamos ir un paso más allá y pensar que si este ataque es mucho más grave que en otras épocas, ¿quiénes van a sobrevivir? ¿Quiénes van a poder aguantar y quiénes no? O si realmente tenemos que esperar que sobreviva el más apto, pensando más en una teoría de un gen egoísta.
- ¿Qué hacer ante este escenario?
- Desde el lado de la universidad, las secretarías de ciencia y técnica y las áreas de investigación y posgrado de las facultades se puede empezar a pensar este momento desde otro lugar. Primero, asumir la situación gravísima en la que estamos y los impactos destructivos que tiene. Después pensar en transitar esto para que sobrevivamos todos, pero quizás sea necesario no hacer lo que hacíamos siempre y probar otra cosa. Por ejemplo, tramar redes entre estos espacios más locales, desde las facultades hacia arriba, y decidir entre todos cómo lo transitamos. Vamos resolviendo los temas más graves para tener la menor descapitalización posible y perder la menor cantidad de jóvenes que quieran irse. También para acompañar en los procesos de ejecución a los presupuestos modestos y de finalización de investigaciones.
- Una actitud mucho más colaborativa…
- Cuando nos formaron hace muchos años aprendimos que un equipo de investigación era una célula que debía reproducirse. Ahora convendría no pensar en cómo reproducirnos, sino en cómo nos aliamos con los que están cerca. Para eso necesitamos un gran compromiso procedimental de gestión.
- ¿Qué responsabilidad le cabe a las gestiones anteriores?
- Creo que el Estado y algunos proyectos de país vehiculizados por sectores progresistas no lograron superar las desigualdades y han desatendido las consecuencias de esas desigualdades que el sistema capitalista tiene intrínsecamente. Y que va a tener cada vez más, porque el mundo es cada vez más desigual. Aquella idea del Estado de bienestar después del trauma terrible que fue la Segunda Guerra Mundial empezó a debilitarse hace unas décadas y ahora estamos en un momento de crisis. Este fenómeno no es propio de la Argentina; tendrá matices y características propias, pero está pasando en varios lugares en el mundo a la vez. Es increíble ver las cartas que reciben los investigadores en biología del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos anunciándoles que no van a financiarles más las investigaciones. Estamos hablando de países que invierten mucho del PBI en ciencia.
- ¿Qué te dejó el paso por la función pública?
- Fue maravilloso, me gustó mucho. Me sentí parte de estos organismos y de la necesidad que tienen de contar con una dinámica de cambio, con una visión situada con las necesidades del país. No todos los organismos tienen que hacer lo mismo, hay que rever bien cómo se articulan unos con otros y cómo cada uno puede ser libre para focalizarse en ciertas necesidades y no en absolutamente todas. Ese ha sido un problema grave, que no era para revisar cuando estábamos en un momento de crecimiento. Ahora sentimos con fuerza la necesidad de que ese sistema de universidades, organismos de ciencia y tecnología, organismos de promoción y sectores de la innovación productiva se hayan articulado un poquito mejor en los años anteriores.











