OSVALDO RIPOLL/LA GACETA.
Santiago Sortheix bajó de su auto, abrió el baúl y sacó varios tacos. Juega al polo desde los 14 años y, desde que vive en Tapia, se da un tiempo para disfrutar del deporte. Es defensor y ayer disputó un partido para el equipo Metro Cúbico.
“Cada jugador tiene más o menos cinco o seis caballos. Comen alfalfa, maíz, avena, y hay que tener un petisero que los cuide. Les da de comer cada mañana, los saca a caminar, los entra a la tarde para que estén preparados para la parte física”, cuenta.
Santiago Sortheix. OSVALDO RIPOLL/LA GACETA.
¿Por qué necesitan tantos caballos? Sortheix explica que cambian de animal cada tres minutos y medio, porque el deporte exige demasiado al caballo. Entonces, para evitar posibles lesiones, hacen sustituciones de manera constante.
A eso se suma que existen tacos de diferentes alturas para adaptarse a las características de cada jugador. Las medidas van de 49 a 54 pulgadas. “Como defensor, mi tarea es tratar de que no nos metan goles, acomodar el equipo para que no se te venga el otreo; tratar de estar atento”, explica.
El detrás de escena
Manuel Rojas no es jinete, pero conoce profundamente a los caballos. Sabe cómo se comportan antes de una competencia y reconoce su andar con solo mirarlos. En el mundo ecuestre, Rojas es petisero: uno de los cuidadores de caballos, una figura clave en cada jornada. Y en el GMW Equestrian Week 2025, su labor no pasó desapercibida.
Es de los primeros en llegar al Polo Club. Les quita la manta de dormir a los animales, les coloca los tacos y rasquetea el pelo con una manopla. Luego trenza las crines de los caballos para dejarlos listos para la competencia. Su experiencia es evidente: lleva 27 años viviendo entre caballos.
“Me gusta pasar tiempo dentro de La Foresta. El club es mi vida y es hermoso porque me relaja por completo. Lo más importante es controlar la hidratación de los animales. Hay que asegurarse de que siempre tengan agua”, aconseja.








