
Guasones en Tucumán: cómo fue otro "Sábado soñado" en el Palacio de los Deportes
La banda platense se presentó en el espacio ubicado en el parque 9 de Julio y repasó su trayectoria de más de 30 años con clásicos y temas nuevos. El público ovacionó la aparición de Santiago Motorizado, invitado entre la multitud.
Con más de tres décadas de historia, Guasones volvió a Tucumán y selló con potencia su vínculo con el público del norte argentino. La cita fue anoche, en el Palacio de los Deportes, ubicado en pleno Parque 9 de Julio. Allí los esperaban miles de fanáticos que colmaron el predio desde temprano. Sin bandas teloneras, sin rodeos y con la convicción de que el rock todavía puede ser una experiencia colectiva y emocional, el grupo platense salió a escena minutos antes de las 22.
Facundo Soto, con su voz rota y roquera, fue el guía de un recorrido por canciones de ayer y hoy. La banda, formada en La Plata en 1992, mantiene su esencia cruda, melancólica y urbana, con esa influencia indeleble de Los Rolling Stones, Los Rodríguez y el rock barrial argentino.
El arranque: la guitarra que encendió la noche
A las 21.50, las luces del Palacio se apagaron por completo. Una guitarra solitaria rompió el silencio y desató el primer rugido de la multitud. El aire fresco de 21° grados y una luna menguante que se colaba por los techos altos completaban una atmósfera.
La primera canción en sonar fue “Pobre tipo”, y con ella se abrió el show. A esa le siguieron “Del olvido”, “Nada que ganar” y “Hasta el final”, en un inicio intenso que no dio respiro. A las 22.16 llegó “Down”, seguida de “100 años” y “Me muero”, confirmando que el grupo iba a entregar lo mejor de su repertorio.
El momento más inesperado llegó con “Ya estoy subiendo”, pasadas las 22.30. La canción terminó con un trío de cuerdas que sumó matices distintos a la propuesta eléctrica, mientras Soto se sentó por un minuto a tocar la batería. Esa secuencia, breve pero significativa, provocó una ovación cerrada. Fue uno de los tantos gestos de la banda que mostraron su voluntad de reinventarse dentro de su mismo lenguaje musical.
Clásicos y nuevas canciones
Después del momento más performático de la noche, Guasones siguió con “Estupendo día”, “Aquellos días” (de su último disco El Huracán, Vol. 9), “Leila”, “Decime la verdad” y “Perdón”. El repertorio mostró una construcción coherente que combinó himnos de otras épocas con material reciente.
Uno de los momentos más coreados llegó con “Pasan las horas”, seguida por “Como un lobo” y “Farmacia”, donde las guitarras de Maximiliano Tymczyszyn y Matías Sorokin encontraron sus mejores pasajes. La base formada por Diego Reinhols en bajo, Yamil Salvador en teclados y Damián “El Tano” Celedón en batería sostuvo cada tema con precisión.
Santiago Motorizado entre la gente
Pero si algo sorprendió al público fue lo que ocurrió durante “Hay momentos”. En medio de la canción, Soto hizo una pausa y dijo: “Esta se la quiero dedicar a un amigo que está acá entre nosotros: Santiago Motorizado”. La mención desató una ovación generalizada. El líder de “El Mató a un Policía Motorizado” se encontraba sentado en la tribuna y saludó emocionado.
“Vine solo a disfrutar del recital, no voy a cantar”, aclaró luego, y agregó: “Los tucumanos me reciben siempre muy bien”. Él y Soto reversionaron juntos esa misma canción en 2023. Su presencia fue una postal del respeto mutuo entre dos referentes de generaciones distintas del rock y el indie argentino.
La recta final: entre agradecimientos y fuego de guitarras
El último tramo del recital fue una celebración sin pausa. “Reyes de la noche” sonó a las 22.35, seguida por “Tan distintos” y “Gracias”, interpretada a las 23.30 como un mensaje directo al público tucumano, que no dejó de cantar y saltar.
La despedida llegó con “Dame”, último tema de la noche, que empezó pasadas las 23.30. La canción cerró un show de poco más de una hora y media, pero cargado de intensidad. Cada acorde, cada frase, cada gesto de la banda confirmaron que Guasones está más vigente que nunca.
Un vínculo que resiste el tiempo
La conexión con el público fue total desde el primer acorde. Hubo quienes viajaron desde ciudades vecinas y otros que crecieron escuchando la voz de Soto como banda sonora de sus propias historias. Tucumán vivió una noche que combinó la mística del rock barrial con el profesionalismo de una banda que se planta en cualquier escenario con oficio y entrega.