Una familia ilustre: la vida del coronel José Segundo Roca

Una familia ilustre: la vida del coronel José Segundo Roca

El padre del dos veces presidente de la Nación, Julio Argentino Roca, fue un valiente protagonista de numerosas batallas. Su compromiso con la causa nacional y su sorpresiva muerte.

EMPRESARIO FRUSTRADO. La quinta de El Vizcacheral fue el centro de un proyecto de explotación cañera que no prosperó.
18 Mayo 2025

Por José María Posse

Historiador- Escritor- Abogado

El ilustre general Julio Argentino Roca proviene de una familia de guerreros que dejaron su sangre y sus vidas en las guerras por la independencia y en las civiles. Vale la pena conocer acerca de aquellos olvidados, especialmente a su padre, el coronel José Segundo Roca.

Hacia fines del siglo XVIII se radicó en Tucumán el fundador del apellido, el militar catalán (de origen asturiano) Pedro Roca, quien se casó con una tucumana de vieja raíz, doña María Antonia Tejerina  Medina, descendiente del célebre capitán de la conquista, don Gaspar de Medina. Este Roca fue miembro del Cabildo y un comerciante de regular giro en el medio. Entre los hijos del matrimonio se destacan tres varones, todos guerreros de la Independencia. El llamado Pedro como el progenitor peleó con bravura en el Ejército del Norte a las órdenes de Manuel Belgrano, en las victorias de Tucumán y de Salta, y en las catástrofes de Vilcapugio y Ayohuma. En 1816, fue nombrado sargento mayor de las milicias tucumanas, y ejerció de edecán mayor del Congreso General Constituyente que proclamó la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 9 de julio de 1816. En 1820, durante la República Federal del Tucumán, Bernabé Aráoz lo ascendió a teniente coronel del Regimiento de Artillería de Línea, por su participación en los tres combates que protagonizaron las fuerzas coligadas de Salta y Santiago del Estero, que invadieron Tucumán. Luego Roca se metió de lleno en las guerras civiles, participando en la batalla de La Tablada, a las órdenes del general Paz. En 1856, el presidente Justo José Urquiza reconoció su jerarquía militar con el grado de Coronel de los ejércitos de la Patria.

Su hermano era Francisco Roca, de quien poco se sabe. En 1813 se incorporó al Ejército del Norte y luchó bajo el comando de Gregorio Aráoz de La Madrid en diversas acciones del alto Perú, entre ellas la campaña de Tarija, considerada como la primera acción comando del Ejército.

El otro fue el coronel José Segundo Roca, padre del dos veces presidente de los argentinos, Julio Argentino Roca, quien moldeó en sus dos presidencias la Argentina moderna, y cuya vida conoceremos adelante.

Los Tejerina

Integrantes de la familia Tejerina dieron su sangre en las guerras por la independencia y en las civiles; baste referirnos al comandante don Francisco Posse Tejerina y su tío sacerdote, Francisco Tejerina, quienes murieron durante la Batalla de La Ciudadela en 1831, en la cruenta invasión de Juan Facundo Quiroga a Tucumán.

Según las versiones de casi todos los autores (Mitre incluido), Domingo Alejo Millán Tejerina afirmó haber combatido en ocho batallas por la patria. Fue hecho prisionero de los españoles después de Ayohuma, en 1814. También habría participado antes en Vilcapugio (y probablemente en Salta). Se halló también en los combates de Puesto del Marqués y Venta y Media. Según Ventura Murga, allí cayó prisionero. Mientras eran trasladados a la cárcel del Callao, un grupo de oficiales prisioneros logró fugarse.

Ante esto, los realistas decidieron fusilar a dos oficiales como represalia. Para ello urdieron una macabra forma de elección: prepararon unas papeletas envueltas, blancas, dejando dos de ellas ennegrecidas, destinadas a señalar a los infortunados que las sacaran, para lo cual los obligaron a ir extrayéndolas del morro de un soldado. Hubo muchos titubeos, incluso algunos oficiales se negaron rotundamente a retirar sus suertes.

Todo, hasta que, súbitamente, el capitán Millán y el teniente Prudán, se ofrecieron voluntariamente para la ejecución. No conformes, los españoles insistían en el trágico sorteo. Millán dijo, a los gritos, que él tenía una carta de Estomba, el fugado, en tanto que Prudán afirmó que Luna le dejó su chaqueta. Ambos afirmaron que ellos protegieron la fuga. Ante ello, el general español García Camba consideró que el sorteo había concluido y dispuso la ejecución de ambos jóvenes oficiales argentinos. Les concedieron dos horas para el acto, durante las cuales Millán no cesó de insultar a sus carceleros y a profetizar que sus muertes serían vengadas por las armas de la patria. Pidió entonces que le permitieran colocarse su chaqueta, que tenía bordadas las insignias de las condecoraciones de Tucumán y de Salta, lo que se le concedió. No obstante, al momento de enfrentar el pelotón, se desabrochó y, ante la inminencia de la descarga, mirándolos de frente, pidió a los fusileros que le disparen al pecho, gritando “¡Viva la Patria!”.

Gloria guerrera

“El coronel José Segundo Roca Tejerina es una de nuestras máximas glorias guerras. Fue el único oficial superior del ejército argentino que participó en la guerra del Perú, en la del Ecuador, en la del Brasil, las dos grandes guerras civiles, la lucha contra el Estado de Buenos Aires y la guerra del Paraguay. Sirvió bajo las órdenes de San Martín, Bolívar, Sucre, Santa Cruz, Alvear, Mansilla, Lavalleja, Lavalle, Paz, La Madrid, Urquiza y Mitre”.

Roca Tejerina nació también en Tucumán, en 1800, y era adolescente cuando entró a la milicia de la ciudad. En 1817 ingresó al Ejército de los Andes como subteniente y se embarcó rumbo al Perú en 1820, en la campaña libertadora de San Martín. La campaña de la Sierra, las batallas de Jauja y Pasco y la victoria de Pichincha, le valieron sus primeras condecoraciones. Estuvo en la expedición de Puertos Intermedios, en la acción de Zepita y la gloriosa batalla de Junín, y recibió medallas por su conducta. El general San Martín lo tenía en alta estima por su valor e intachable conducta militar. Una seria enfermedad le impidió pelear en Ayacucho; fue curado por un indígena de la zona, de nombre Ataliva, de allí que uno de sus hijos recibió ese nombre, recordando a su salvador.

Volvería al país en 1826, para participar inmediatamente en la Guerra con el Brasil. Estuvo en las batallas más importantes, como Ombú, Comacuá y en la victoria de Ituzaingó, en todas fue citado en los partes de guerra por su valor. Luego, como a la mayoría de los guerreros de entonces, lo envolvieron las guerras civiles. Cabalgó en las campañas unitarias de la Liga del Interior: luchó en La Ciudadela contra Quiroga, y tras la derrota emigró a Bolivia.

En 1836 estuvo a punto de ser fusilado cuando ya con el grado de coronel intentó una invasión de Tucumán, desde Bolivia, a las órdenes del general Javier López; participó de la malograda invasión unitaria a Tucumán que terminó con la derrota en la batalla de Monte Grande, donde fue hecho prisionero. Alejandro Heredia, quien había anunciado que “en cuanto pudiera echarles el guante ejecutaría a los unitarios Javier López, a su sobrino Ángel López y a José Segundo Roca, si es que se animaban a entrar a la provincia para derrocarlo”. Fusilaron a los dos López y él, cuando ya se veía en el otro mundo, se salvó, ya que alguien intercedió.

Pedido y casamiento

Agustina Paz era una chica menuda y bella, nacida en Tucumán el 4 de mayo de 1810. Su padre era Juan Bautista Paz, ministro del gobernador Heredia. La lucha entre unitarios y federales estaba en su apogeo. Ella convenció a su papá Juan Bautista, ministro de Heredia, de que intercediera ante el gobernador y perdonase la vida de Roca, que ella se casaría con él. Su padre apoyó la moción de su hija, el gobernador se encogió de hombros y accedió, con la promesa de que el novio dejaría de lado sus aventuras militares.

Tres meses después, el 20 de abril de 1836, se casaron y tuvieron nueve hijos. El mayor se llamó Alejandro en honor al gobernador. Se establecieron en la casa de sus suegros que se alzaba en la hoy calle San Martín 623. Allí nacieron los hijos del matrimonio: Alejandro; Celedonio; Rudecindo; Marcos; Alejo Julio Argentino (dos veces presidente de la Nación); Agustina; Agustín; Ataliva y Pedro. Dos niños fallecieron párvulos.

El Vizcacheral

Su suegro les regaló una quinta, con casa construida en El Vizcacheral; por entonces vivió sus años tranquilos en Tucumán, rodeado de su familia de sangre y de la política, entre los que destacamos a su cuñado Marcos Paz, futuro gobernador y vicepresidente de la Nación (y en ejercicio del Ejecutivo en prolongados períodos). En El Vizcacheral trabajaba una plantación de “caña morada”, que molía en trapiches de palo para fabricar azúcar. No fue una empresa venturosa.

Así lo muestra su presentación al Gobierno de la Provincia, en septiembre de 1847. Expresó allí que se veía “forzado a poner término a mis negocios en mi establecimiento de caña azúcar situado en mis terrenos de El Vizcacheral, al norte de esta Capital”, dado que “las eventualidades del tiempo han engañado mis esperanzas”. Pero al mismo tiempo, deseaba “satisfacer los créditos de aquellos hombres que me han hecho la gracia y favor de franquearme su dinero para poder trabajar y proporcionarme así, en lo venidero, el modo de vida para sostener mi numerosa familia”. Lo que realizó con extrema prolijidad.

A propósito de la casa de El Vizcacheral, transcribo un texto del sr. Miguel Ángel Noguera, un gran defensor de la preservación del predio: “hago votos para que las autoridades de nuestra provincia cumplan y ejecuten con lo dispuesto mediante Ley 7856, del 11/12/2006, de Creación del Museo Roca en una propiedad existente en El Colmenar, Las Talitas. Se debe actuar urgente, por estricta justicia, por respeto a la Ley y por recuperar una obra arquitectónica histórica que hoy es víctima de saqueos hormigas que a corto plazo no dejará rastros de la propiedad. A título ilustrativo, la ley de referencia dice ‘Artículo 1°.- Créase el “Museo Roca’, en memoria del Coronel Don José Segundo Roca y de sus hijos, que funcionará en el edificio existente en el inmueble conocido como Finca El Vizcacheral, declarado Patrimonio Cultural de la Provincia por Ley N° 7.535”. Recientemente hubo movimientos por parte del Ente Cultural de la Provincia, tendientes a poner el valor el lugar histórico. Quiero destacar el enorme trabajo de la arquitecta Mercedes Aguirre en la instrumentación y defensa del proyecto.

Últimos años

Volvió a combatir, y con el grado de coronel estuvo en el ejército de Urquiza el 17 de setiembre de 1862, durante la Batalla de Pavón, donde se enfrentaron el ejército de Buenos Aires, que mandaba el general Bartolomé Mitre, y el de la Confederación Argentina, a órdenes del general Justo José de Urquiza. Su hijo Julio Argentino participó también en esa contienda donde mostró su valor al salvar dos baterías de artillería que estaban a su cargo, a pesar de las súplicas de su padre que lo instaba a alejarse de la línea de fuego ya que el ejército porteño lo sitiaba.

Ya había quedado viudo y regresó a Tucumán para ocuparse de sus hijos menores, ya que los varones mayores habían partido a estudiar con una beca a Concepción del Uruguay y luego siguieron la carrera militar. Por esos años fue jefe de policía durante la gobernación de su primo don José “Pepe” Posse, el amigo de Domingo Faustino Sarmiento y hombre de predicamento en el medio. Ocurrió que en 1865 se declaró la Guerra contra el Paraguay y su pariente, obligado a enviar un contingente con tropas tucumanas para formar parte del ejército nacional, comisionó al coronel José Segundo Roca para conducir a la tropa tucumana al teatro de operaciones. Ese “viejo lindo”, al decir de sus hijos, seguía fuerte como un roble aún a los 65 años de edad, la vejez en esos tiempos.

Partió al frente, donde se juntó con sus hijos, todos oficiales: Rudecindo, Celedonio, Marcos, Ataliva y Julio Argentino Roca. Iba conduciendo el contingente de Guardias Nacionales de Tucumán, y con ellos llegó, luego de padecer grandes dificultades a Corrientes, pues tuvo que soportar el alzamiento del batallón santiagueño. Todo parecía transcurrir con tranquilidad, los batallones se preparaban para la lucha, cuando ocurrió lo inesperado. En el campamento de Las Ensenaditas lo atacó una enfermedad infecciosa, contra la cual nada pudieron hacer los médicos del Ejército. El 8 de marzo de 1866, terminaban los días del veterano coronel. Desde el campamento, Alejandro Díaz escribió: “El benemérito coronel Roca ha muerto hoy a las 11 de la mañana. Era un noble anciano sumamente simpático, un militar de la Independencia lleno de virtudes y de brillantes servicios a la Patria”.

Pesares

Nos cuenta el Dr. Carlos Páez de la Torre en uno de sus escritos que, la muerte libró al coronel Roca de grandes dolores. No vio morir a dos de sus hijos en esa sangrienta Guerra del Paraguay. En mayo de 1866, falleció Marcos, tras intervenir en varios combates, por una fiebre que lo devoró en Paso de la Patria. Y en 1868, perdió la vida otro hijo, el capitán Celedonio Roca, por las heridas que recibió en el ataque a Las Palmas. Sobrevivieron a la contienda los restantes tres.

El coronel José Segundo tampoco vivió para asistir a la elevación de su hijo Julio Argentino Roca al generalato primero y a dos presidencias de la República después. Al iniciar su segundo mandato, en 1898, Roca comentó en carta a un amigo: “¡pobre mi viejo! ¡Cuánta alegría hubiera experimentado, no digo al verme presidente por segunda vez, en esta tierra donde es tan difícil mantenerse por mucho tiempo en la cureña, sino cuando fui general a los 31 años sobre el campo de batalla! Su alma de soldado se hubiera estremecido de satisfacción y de contento”.

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