Dolores Marcos
Doctora en Filosofía, docente de Pensamiento Filosófico-UNT
Si nos preguntamos qué significó “Pepe” Mujica para América Latina, podemos responder que el ex presidente uruguayo encarnó un modo de hacer política que se distinguió del de la mayoría de los demás líderes del mundo, sobre todo porque desplegó ciertas raras cualidades en este arte del gobierno.
Esto es: la coherencia y el compromiso de una vida en la búsqueda de más justicia y menos desigualdad.
En este momento histórico en el que se destaca la zozobra por el avance de fuerzas neofascistas que pretenden destruir todo derecho, toda pluralidad, todo pensamiento crítico, para imponer el poder de las grandes corporaciones y de los ricos del mundo, la muerte de Mujica llena de tristeza, pero también la potencia de esa vida nos interpela para no dejarnos abatir por las “pasiones tristes” en las que nos sume la avanzada violenta de las nuevas derechas en todo el mundo.
La vida y el modo de entender la política de Mujica, así como su convencimiento de la posibilidad de transformar las condiciones de los mas postergados, su rechazo de la codicia como motor de la existencia humana, se figura hoy como una bandera que es preciso levantar para poder imaginar otros modos de vivir juntos, modos en los que insultar, denostar y atacar lo diferente vuelva a ser motivo de vergüenza.
Nos trae también la posibilidad de pensar otras prácticas, en las que la democracia vuelva a ser ese espacio donde podamos habitar con los otros, disputando el espacio publico, pero no buscando excluirnos.
La vida de “Pepe” Mujica nos invita a pensar otra vez en la posibilidad de imaginar un otro mundo posible, mas justo, mas solidario.