José Mujica.
La de José Mujica, “Pepe” para el mundo, fue una vida de película. El “presidente más pobre del mundo”, que falleció a los 89 años, enfrentando un cáncer terminal, se había convertido, en los últimos años de su vida, en una especie de “sabio de la tribu”, que reflejaba un estilo alejado de protocolo y de prédica anticonsumo y en defensa del planeta.
Mujica, presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, abrazó la democracia tras un pasado guerrillero y encarnó la austeridad que proclamaba. Durante su mandato, puso a Uruguay a la vanguardia al promover medidas progresistas como la legalización y comercialización de la marihuana -una primicia mundial en 2013-, el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Enfermo de cáncer de esófago desde mayo de 2024, Mujica murió en la modestia absoluta en su chacra en las afuera de Montevideo, donde vivía con su esposa, la también ex guerrillera y ex vicepresidenta Lucía Topolansky.
Su figura quedó asociada a la política latinoamericana, con una vida política que abarcó medio siglo de historia de su país y representó además la llamada “década progresista” para la región.
José Alberto Mujica Cordano tal su nombre completo, nació en Montevideo el 20 de mayo de 1935. Descendiente de inmigrantes vascos e italianos, fue criado por su madre, “una doña muy dura”, según él. Tras la temprana muerte de su padre, cultivaba flores que vendía en mercados callejeros para ayudar en su casa. Amaba el trabajo de campo, pero la política fue su gran pasión.
Se vinculó desde joven a la militancia política. En la década del 60, se sumó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), un grupo guerrillero de izquierda que buscaba una transformación radical del país, inspirado en la Revolución Cubana y en respuesta a las desigualdades sociales crecientes. Participó en operaciones armadas, como la toma de Pando en 1969, y fue herido en varios enfrentamientos.
Sufrió heridas de bala, perdió el bazo, se ocultó en cloacas, lo apresaron cuatro veces y se escapó dos. Recapturado en 1972, estuvo preso 13 años, la mayor parte aislado y torturado bajo la dictadura cívico-militar que gobernó el país de 1973 a 1985. Fue uno de los nueve “rehenes” de la dictadura: dirigentes tupamaros mantenidos en condiciones inhumanas, incomunicados, trasladados y sometidos a aislamiento extremo. Sus años de prisión le dejaron secuelas en la salud y carácter, pero también lo templaron, según solía decir. Su experiencia fue retratada en la película “La noche de 12 años” (2018).
Fue liberado con el retorno de la democracia, en 1985, cuando se aprobó una amnistía para presos políticos. En 1995 se convirtió en el primer dirigente histórico del MLN-T en ingresar al Parlamento como diputado del Movimiento de Participación Popular (MPP), que fundó dentro de la coalición Frente Amplio (FA), y con el que fue elegido senador en 2000. Para 2005, cuando la izquierda llegó por primera vez al poder en Uruguay con Tabaré Vázquez, el MPP era la principal fuerza del FA. Mujica juró como ministro de Ganadería.
Luces y sombras
En 2009, cuatro décadas después de buscar el poder por las armas, lo obtuvo por los votos. “Mi historia personal: la de un muchacho que, como otros quiso cambiar su época, su mundo, el sueño de una sociedad libertaria y sin clases. Mis errores son en parte hijos de mi tiempo. Obviamente, los asumo”, dijo en 2013 en un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
Durante su gobierno, su apoyo a iniciativas sobre derechos reproductivos, matrimonio como unión civil entre dos personas sin distinción de sexo y producción y venta de marihuana con fines recreativos lo colocaron entre las 100 personas más influyentes del mundo, según las revistas estadounidenses Foreign Policy y Time. Fue comparado incluso con otro icónico “Pepe” uruguayo: don José Batlle y Ordoñez, quien a comienzos del siglo XX hizo de Uruguay el primer Estado de bienestar en América.
Su gestión tuvo también sus sombras. No cumplió con las promesas de reforma educativa e inversión en infraestructura. Su gobierno terminó con un déficit de 3,5% del PIB y un agujero en las finanzas de la petrolera estatal.
Tras dejar la presidencia, Mujica fue reelegido al Senado, pero en octubre de 2020, con 85 años, abandonó su banca por los riesgos que el covid suponía para su ya deteriorada salud.
Considerado uno de los políticos más astutos del país y un gran negociador, siguió siendo uno de los referentes más importantes del país.
Dirigentes nacionales e internacionales hicieron peregrinaciones constantes a su granja de Rincón del Cerro, en las afueras de Montevideo. Sus últimas acciones políticas lo llevaron a hacer campaña activa para que su delfín Yamandú Orsi fuera elegido presidente para el periodo 2025-2030.
Mujica anunció el 9 de enero de 2025 que tenía metástasis en el hígado y pidió morir tranquilo. “El guerrero tiene derecho a su descanso”, dijo al despedirse de sus compatriotas.
José Mujica.
Hombre de campo: la chacra, testigo de una vida austera, fue también lugar de peregrinación política
Rincón del Cerro, en las afueras de Montevideo, fue el lugar en el campo que sirvió como testimonio de su elección de una existencia austera, pero también se convirtió en lugar de encuentro con políticos latinoamericanos, que lo visitaron hasta casi los últimos días de su enfermedad. Allí recibió al presidente de Brasil, Lula da Silva, y al de Chile, Gabriel Boric, a Cristina Fernández de Kirchner y a Yamandú Orsi, apenas elegido presidente de Uruguay. Allí pasó sus últimos días, junto a su compañera de toda la vida, Lucía Topolanski.
Joven: la fundación de Tupamaros
En la década de 1960, Mujica fue cofundador de los Tupamaros, un grupo guerrillero de izquierda que buscaba combatir la desigualdad y la opresión en Uruguay, marcando una etapa de lucha armada.











