PANTALLAS EN EL AULA. El Ministerio puso el énfasis que la implementación de la tecnología tiene muchos beneficios pedagógicos si es controlada.
Celulares, tablets, notebooks, televisores. Las pantallas nos rodean desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, muchas veces con el celular todavía en la mano. El trabajo remoto, el entretenimiento en streaming, la hiperconectividad en redes sociales y hasta la educación virtual han consolidado una vida digital sin pausas. Pero, ¿cuáles son las consecuencias de este vínculo casi permanente con los dispositivos? ¿Cuándo el uso deja de ser funcional y empieza a afectar la salud mental?
La pregunta sobre “cuánto es demasiado” empieza a ser urgente para médicos, psicólogos y familias. Según la Organización Mundial de la Salud, pasar más de dos horas diarias frente a pantallas (fuera del horario laboral o escolar) puede estar vinculado a problemas de ansiedad, trastornos del sueño, menor rendimiento cognitivo y aislamiento social, especialmente en niños y adolescentes.
Síntomas silenciosos
“La adicción a las pantallas es una forma moderna de desconexión emocional. Estamos en contacto constante con otros a través de lo digital, pero cada vez más solos y desconectados de nuestras propias necesidades”, advierte la psiquiatra infantil Florencia Barrionuevo. “Se alteran los ritmos del sueño, aumenta la irritabilidad, y vemos más casos de depresión adolescente vinculados al uso compulsivo de redes sociales”.
Un estudio realizado en 2024 por la Universidad de Buenos Aires detectó que 6 de cada 10 jóvenes entre 13 y 19 años pasan más de 5 horas al día en redes sociales, y el 38% reconoce que no podría pasar un solo día sin chequear su celular.
En adultos, el panorama no es menos preocupante: el uso excesivo de pantallas puede interferir con la calidad del sueño, generar fatiga visual, problemas de concentración y, en algunos casos, provocar una forma de ansiedad conocida como “nomofobia” (miedo irracional a no tener el celular cerca).
¿Cómo regular el uso?
Más allá de demonizar la tecnología, los especialistas insisten en la necesidad de establecer límites saludables. “El problema no es la pantalla en sí, sino cómo y cuánto la usamos”, aclara la psicóloga Laura Genovese. “Usarla para trabajar o informarse es distinto a hacerlo como forma de evasión o de regulación emocional, como pasa muchas veces con los chicos que no toleran el aburrimiento o la frustración”.
Algunas recomendaciones para un uso responsable:
Establecer horarios sin pantallas, sobre todo antes de dormir.
Fomentar actividades recreativas offline (deporte, lectura, juego libre).
Utilizar herramientas de control de tiempo o desintoxicación digital.
Promover la conversación familiar sobre el uso consciente de la tecnología.
Educar desde el ejemplo
Para muchos padres, la preocupación por el uso de pantallas en los hijos choca con un espejo incómodo: ellos mismos están inmersos en rutinas digitales que se replican sin cuestionamientos. “Si un adulto pasa horas con el celular en la mano, difícilmente pueda pedirle a un adolescente que se desconecte”, señala Genovese.
El equilibrio digital no es solo una meta personal, sino también una construcción colectiva. Aprender a pausar, a estar presente y a reconectar con lo real podría ser, en un mundo dominado por lo virtual, el acto más revolucionario de todos.







