Ascendió con San Martín y, tras ser campeón en Grecia, decidió volver a Tucumán impulsado por el amor

Ascendió con San Martín y, tras ser campeón en Grecia, decidió volver a Tucumán impulsado por el amor

Lucas Bossio regresó al lugar en el que formó su familia. Aunque tiene la chance de seguir en Grecia el volante empieza a pensar en el cierre de su etapa como futbolista.

LA CAMPAÑA DEL ASCENSO. Bossio (arriba a la par del arquero Ignacio Arce) tuvo dos etapas en San Martín. Archivo LA GACETA.

A veces, los volantes centrales no sólo distribuyen juego. También conducen su propia vida como si fuera una cancha larga, con decisiones que cortan, giran y sorprenden. Y este es el caso de Lucas Bossio que, con 35 años, eligió detener su viaje por el mundo y volver a Tucumán, la provincia en la que construyó su familia y vivió uno de los momentos más gloriosos de su carrera: el ascenso a Primera con San Martín en 2018.

Oriundo de Wenceslao Escalante, un pueblo cordobés con más campo que calles, Bossio comenzó a jugar en el club de su ciudad Guillermo Renny. Desde ahí fue escalando. Arsenal de Sarandí, Rivadavia de Lincoln, San Jorge, Chacarita y Sarmiento de Chaco. Sin embargo, el punto de inflexión llegó en 2017, cuando Diego Cagna lo trajo nuevamente a San Martín. El equipo lo necesitaba, y él respondió con presencia, liderazgo y voz de capitán.

“Mi última etapa en San Martín fue en 2017-2018 y logramos el ascenso. Fue un año inolvidable”, recordó Bossio en diálogo con LA GACETA, mientras desembalaba cajas, ya que se encuentra en plena etapa de mudanza. “Después me fui a Guillermo Brown de Puerto Madryn y luego pasé a Almagro. Y en 2020, durante la pandemia, surgió la posibilidad de irme a Grecia. Estuve allá cinco años y en el medio tuve un paso breve por Italia, donde jugué seis meses. Hace apenas dos semanas terminé el campeonato en Grecia, en donde logramos el club a la segunda división”, agregó el ex capitán del “Santo”.

Su paso por Europa no fue un paseo, pero sí una travesía intensa. Jugó en Niki Volos, Iraklis Larisas, Carpi de Italia y en Ellas Syrou, en donde consiguió el objetivo que se habían trazado en el inicio de la temporada. Fue una experiencia de maduración deportiva y personal, con idioma, costumbres e ideas diametralmente distintas.

“Cuando llegué a Grecia fui a un club de segunda división. Estuve dos años y luego pasé a otro que también estaba en segunda. Más tarde bajé a tercera en donde estuve dos años más, y este último año logramos el ascenso. Así que todo salió muy bien”, relató el volante que solamente se perdió un par de partidos (por suspensiones) en las últimas dos temporadas.

CAMPEÓN. Bossio logró el ascenso en el fútbol de Grecia.

Sin embargo Bossio, que suele leer los partidos con calma ya había detectado otra jugada clave: su vida necesitaba una pausa con sentido. Había algo que lo tiraba con fuerza hacia el norte argentino. No era una oferta de un club, sino algo mucho más íntimo.

“Lo hablamos mucho con mi esposa. Yo tenía la posibilidad de seguir en el mismo club de Grecia, pero empezamos a pensar seriamente en instalarnos definitivamente en Tucumán, y en ver qué quería hacer con mi carrera. Al final decidimos pegar la vuelta, sobre todo pensando en nuestra hija. La verdad, no costó tanto porque a mí me gusta mucho estar acá”, confesó Bossio.

Su esposa Patricia, tucumana y empleada del Poder Judicial, y su hija Roma, de apenas cuatro años, fueron el motor de una decisión importantísima. La idea de que la pequeña pudiera crecer con raíces más firmes y cerca de todos sus aspectos fue más poderosa que cualquier pretemporada europea. “Ahora estamos en un momento importante porque Roma empezó el jardín, así que era necesario instalarnos bien. De a poco lo estamos logrando”, contó con naturalidad.

RECUERDO. Lucas Bossio en su etapa como futbolista de San Jorge. Archivo LA GACETA.

“Luquitas” no necesita usar metáforas para explicar por qué Tucumán le queda tan bien. Aunque no nació en esta provincia, habla del “Jardín de la República” como si se tratara de su pueblo. Camina por las calles como quien ya conoce cada rincón, y se sorprende como quien nunca dejó de mirar con ojos de asombro.

“Lo que más me gusta es el cerro San Javier, me sigue sorprendiendo. Y después creo que cuando a uno le va bien en un club, te gusta todo: la ciudad, la gente, todo. Además me siento muy identificado con la gente de San Martín; me gusta andar por las calles, me gusta todo la verdad”, aseguró Bossio, que recibió burlas de parte de sus ex compañeros del plantel “santo”. “Me cargan mucho; me dicen que no me puedo ir de Tucumán. Y un poco es cierto. Yo soy de un pueblito muy chiquito, pero me siento muy cómodo acá. Me gusta cómo se vive en en esta provincia”, agregó.

La adaptación para él, lejos de ser un obstáculo, fue un abrazo compartido. “Ya conocía el sándwich de milanesa, pero acá es otra cosa por cómo te lo preparan. Incorporé la palta, que no la conocía. Y con mi hija comemos achilata, y la manzana roja -dijo la pequeña Roma dando un pequeño alarido-”.

Y aunque la fama post-ascenso ya no es tan visible en la calle, el cariño permanece para un jugador que se ganó el cariño desde el primer día en el que puso en pie en Bolívar y Pellegrini. “Después del ascenso, los primeros años sí me reconocían mucho. Hoy, solamente cuando voy a la cancha. Pero los hinchas me saludan y me tratan muy bien”, aseguró.

PASADO. Bossio durante un entrenamiento con San Martín. Archivo LA GACETA.

"No siento que sea una etapa terminada", dijo Bossio sobre su futuro en el fútbol

En cuanto al fútbol, el barco todavía no amarró del todo. Lucas no descarta seguir jugando si se da la chance de estar cerca de “su” querido Tucumán. “No siento que sea una etapa terminada, voy a ver qué pasa ahora en el mercado de mitad de año. Incluso tengo la posibilidad de volver al club de Grecia, aunque lo veo complicado por esto de estar instalándonos acá. Si sale algo en Tucumán o por acá cerca, no lo dudaría”, dijo Bossio, que superó todo tipo de obstáculos, uno de ellos, el idioma griego.

“Sí, la verdad es que costó bastante. Es totalmente distinto. Pero como estuve tanto tiempo, empecé a entender y después a hablar un poco. Por suerte, mi hija aprendió rápido y hasta hablaba griego antes que yo. Eso también ayudó mucho”, explicó, dejando en claro que su familia fue el sostén en los momentos más difíciles del viaje. “Ellas dos (su esposa y su hija) son mi sostén. Sin ellas no sé si hubiera hecho todo lo que hice”.

Hoy, el “capitán” de aquel ascenso inolvidable camina por Tucumán sin botines, pero con los mismos valores que lo llevaron a liderar al equipo dentro de una cancha. Su regreso no fue un retroceso: fue una decisión con sentido. Porque quien sabe leer el fútbol también aprende a leer la vida. Y Bossio eligió volver al lugar en el que empezó todo y donde vive el amor.

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