Ficha Limpia y mugres varias: la mentira como sustento político es ilevantable

Ficha Limpia y mugres varias: la mentira como sustento político es ilevantable

Es evidente que alrededor de lo sucedido con la ley que no pudo salir hay una mesa de fulleros y que no se le puede creer a nadie, porque lo que se diga o se desparrame los involucra a todos.

Javier Milei
10 Mayo 2025

Por Hugo E. Grimaldi

Más allá de todos los componentes institucionales que golpean la credibilidad de la clase dirigente, pero que además consagran la impunidad de los hechos de corrupción y hasta pueden comprometer la confianza inversora, la caída de la Ley de Ficha Limpia en el Senado de la Nación ha generado una seria crisis de carácter político de incierta resolución. A partir de un sibilino cambio de postura en cuanto a su voto, un par de integrantes de ese cuerpo se prestaron en la semana a ser los generadores de una grave tempestad ética, fruto de las típicas componendas de una casta que se resiste a desaparecer.

Es evidente que alrededor de lo sucedido con la ley que no pudo salir hay una mesa de fulleros y que no se le puede creer a nadie, porque lo que se diga o se desparrame los involucra a todos. El caso es que cuanto más alto se está en la pirámide del poder más daño le hace la situación, políticamente hablando. Un par de días antes, el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos aseguró que “los votos están” y al rato del episodio, Javier Milei vociferó que “los votos no estaban”, se desgañitó diciéndole “mentirosos” a todos los demás y dándole letra a los odiadores del oficialismo para torcer los argumentos, aunque hay sospechas sobre algún conocimiento previo de toda la situación de parte del mismísimo gobierno nacional.

Si todo cayó de tanta sorpresa, resultó demasiado simultánea con la votación, por ejemplo, la redacción del muy duro Comunicado oficial despegándose del caso con un evidente “a mí no me miren porque yo no fui” y los argumentos del Presidente para echarle la culpa a “los amarillos” donde milita la impulsora de la Ley, Silvia Lospennato quien a la vez es la primera candidata a legisladora porteña por el PRO y se cruzará en ocho días en el distrito con la irrupción violeta que comanda Manuel Adorni.

Así, la centro-derecha irá dividida el próximo domingo 18 en las elecciones legislativas de la CABA y ésa es la consecuencia más directa e inmediata de la situación, mientras el peronismo se relame. Para convencerlos de que no tuvo nada que ver y para generar adhesiones porteñas, Milei le solicitó a los suyos que “no se dejen sicopatear”. Sólo como ejercicio, habría que observar que va a pasar ahora con la performance electoral de la actual diputada, quien ha quedado expuesta con claridad en el papel de víctima de último momento, casi como una novia abandonada en el altar y gracias al novelón que se armó en el Senado con la indispensable ejecución de los dos senadores por Misiones.

Además, hubo una serie de indicios y hasta una supuesta confesión del referente político de esa provincia, Carlos Rovira quien es el caudillo visible del distrito más beneficiado del país (“ensobrada”, podría decir un libertario) debido a los aportes discrecionales que le ha hecho la Nación del orden de los $16 mil millones, como eventuales pagos de favores. El misionero relató ante los suyos una presunta charla que él mismo habría tenido con el presidente Milei, quien al parecer le habría solicitado uno más para voltear el proyecto y para no darle chapa ni al PRO ni a Lospennato.

Pero como el juego de las mentiras es moneda corriente por estas horas, no sería tampoco extraño que el dirigente provincial, de neta raigambre peronista, haya puesto su corazoncito del otro lado y le haya jugado a dos puntas al gobierno nacional. Nada puede descartarse a la hora de intentar poner algo de luz a esta triste y degradante historia que terminó siendo una sorpresa para muchos, en primera instancia para el kirchnerismo, cuyos legisladores han combatido siempre esta legislación por considerarla “proscriptiva”, especialmente con Cristina Kirchner de por medio. Terminaron abrazados en el recinto como si gracias a los dos senadores veletas hubiesen conseguido el gol del triunfo en tiempo de descuento.

Que justamente Sonia Rojas Decut y Carlos Arce se hayan dado vuelta hizo mucho ruido porque ambos se habían manifestado antes a favor de la iniciativa y se los contaba entre los votantes por la aprobación y cambiaron a último momento respondiendo a la orden de Rovira, su jefe político y mentor. La senadora había prometido por radio hacerlo “igual que mis comprovincianos en Diputados”, quienes acompañaron la media sanción. Pero no fue la primera vez, ya que ambos tuvieron gentilezas hacia el Ejecutivo nacional, ya sea en la Ley Bases o aún la semana pasada cuando tuvieron que desaparecer para no votar la comparecencia de Karina Milei a la Comisión del caso $LIBRA. “Lo hicimos para bien de la provincia que representamos”, suelen decir todos los senadores para justificarse.

Podrían recopilarse varios elementos más que permitan inferir que el gobierno nacional era quien más interesado que ninguno estaba en que no saliera la Ley, ya que lo más relevante de todo esto es que, por ahora, Cristina puede ser candidata nacional, si así lo decide. De esta forma, La Libertad Avanza será en octubre –se especula- el principal beneficiado por la polarización y éste podría ser el eventual móvil de lo que sucedió en la Cámara Alta. Si bien hay variados indicios que llevan a señalar al Gobierno como motor y son casi todos convergentes, no se trata de pruebas y lo lógico es pensar ante la duda, que es el imputado quien debe beneficiarse siempre con la presunción de inocencia.

Más allá de lo jurídico, en tiempos de religiosidad por el advenimiento del papa León XIV, es oportuno recordar que la mentira es un pecado, el octavo prohibido en la lista de los más graves. Pero, además, en la política no le ha ido muy bien a quienes armaron historias para darle sustento a la realidad que a toda costa querían plantear, no porque la construcción fuese mejor o peor, sino por defraudar a partir del engaño. La mentira del político no se perdona no por las consecuencias, que pueden ser más o menos nefastas, sino porque la opinión pública pierde la confianza cuando nota la intención manifiesta de los dirigentes de defraudarla. Es una lápida.

Vale la pena recordar un ejemplo famoso que debería hacerle poner las barbas en remojo a los mentirosos de turno, sean del partido que fueren, sobre todo si ejercen cargos electivos.  Habría que remontarse a un episodio en los Estados Unidos que involucró a lo más alto del poder y que duró entre el 17 de junio de 1972 y hasta el 8 de agosto de 1974, un poco más de dos años. Fue en la primera de esas fechas, cuando la Policía de Washington DC detuvo a cinco hombres dentro del complejo Watergate, donde estaban las oficinas del partido Demócrata.

Y pese a que el caso se presentó al principio como un robo común, los cronistas de “The Washington Post”, Bob Woodward y Carl Bernstein comenzaron a revelar en ese medio los vínculos que tenía el caso con la Casa Blanca, algo negado y negado desde lo más alto del poder. Por supuesto, que ambos periodistas recibieron todos los improperios y presiones que alguien se pueda imaginar, pero igual siguieron escarbando y escarbando, tal como lo pide una profesión que está para “publicar lo que algunos no quieren que se publique”.

La historia cuenta que en el año 1973, se iniciaron las audiencias del Senado para clarificar la cuestión y que en ese ámbito se reveló que Richard Nixon grababa todas las conversaciones que tenían lugar en el Salón Oval. La Corte Suprema le ordenó entonces al Presidente que entregue las grabaciones y de todas ellas se hizo pública una cinta bautizada “smoking gun” (pistola humeante: o sea prueba concluyente, para seguir con lo tribunalicio) que demostraba que él había participado activamente en el encubrimiento.

El testimonio era de seis días después del ingreso a Watergate y fue registrado cuando Nixon y su Jefe de Gabinete discutían un plan para encubrir el espionaje partidario, incluyendo el uso de la CIA para obstruir la investigación que estaba haciendo el FBI. Así, la cinta resultó ser decisiva para certificar la situación porque demostró que el Presidente estaba involucrado desde el principio. Hasta entonces, él había negado cualquier participación, pero esa grabación lo vinculaba directamente y cuando se la hizo pública por orden de la Corte, incluso sus aliados republicanos en el Congreso le retiraron el apoyo, llevándolo a renunciar.

¿Fue por el espionaje interno? ¿Por obstruir a la Justicia? No, de eso se encargarían después los Tribunales. Esencialmente, la dimisión tuvo que ver con el descrédito, ya que sus votantes y la opinión pública en general le soltaron la mano. Así fue que, en medio de la vergüenza, Nixon tuvo que anunciar su renuncia por cadena nacional. Fue por mentir, nada más ni nada menos.

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