Descubrí Chiclayo, la ciudad peruana donde estuvo Roberto Francisco Prevost Martínez
Fue el 3 de noviembre de 2014 cuando el papa Francisco designó a Roberto Francisco Prevost Martínez como obispo titular de Sufar y administrador apostólico de Chiclayo, una ciudad ubicada en la costa norte del Perú que invita a ser descubierta con todos los sentidos.
Chiclayo, capital de la región Lambayeque, combina una vibrante vida urbana con un legado histórico impresionante. Es un destino que seduce tanto a los amantes de la arqueología como a quienes buscan experiencias gastronómicas, naturaleza, espiritualidad o cultura viva.
Conocida como la “Ciudad de la Amistad” por la calidez de su gente, Chiclayo es el punto de partida para explorar algunos de los tesoros arqueológicos más importantes del país. Muy cerca se encuentran las tumbas del Señor de Sipán y el Señor de Sicán, así como el complejo monumental de Túcume, que testimonian el esplendor de civilizaciones preincaicas y revelan parte del alma milenaria del norte peruano.
Para quienes prefieren el contacto con la naturaleza, el Bosque de Pómac ofrece recorridos entre algarrobos centenarios, ideales para el senderismo, el ciclismo de montaña o el avistamiento de aves. A poca distancia, la Reserva Ecológica de Chaparrí deslumbra por su biodiversidad y por ser el hogar del emblemático oso de anteojos.
El corazón espiritual de la ciudad late en la imponente Catedral de Chiclayo, también conocida como Santa María Catedral. Su arquitectura neoclásica se alza frente al Parque Principal y se ha convertido en uno de los íconos religiosos del norte del país.
A poco más de una hora, la Cruz de Motupe, enclavada en el cerro Chalpón, convoca a miles de fieles en una de las peregrinaciones más importantes del Perú. Este símbolo de devoción revela la profundidad espiritual que atraviesa la vida cotidiana de la región.
Pero Chiclayo también conquista por el paladar. Considerada una de las capitales gastronómicas del Perú, su cocina fusiona influencias indígenas, españolas y africanas en una sinfonía de sabores únicos. El arroz con pato, el seco de cabrito, la tortilla de raya y el ceviche con tortita de choclo son solo algunas de las delicias locales. Y como broche dulce, ningún viajero debería irse sin probar el tradicional king kong, un alfajor gigante con capas de manjar blanco, dulce de piña y de maní.
El mar también tiene su protagonismo: el balneario de Pimentel, con el muelle más largo del país y playas ideales para surfistas y soñadores, es el lugar perfecto para cerrar un día de exploración con un atardecer inolvidable.
Chiclayo, a tan solo una hora y media de vuelo desde Lima, ofrece una experiencia integral que reúne historia, devoción, naturaleza, hospitalidad y sabor. Un destino auténtico, que invita a ser vivido con los cinco sentidos.