Hay cuentas que no requieren calculadora, apenas un gol a tiempo basta. En el caso de River, la matemática es simple pero vital: si vence a Barcelona en Guayaquil mañana, quedará a un paso de los octavos de final de la Copa Libertadores, con cuatro puntos de ventaja y dos partidos por jugar (ambos en el calor protector del Monumental). Por eso, aunque los cruces del Apertura 2025 asomen en el horizonte inmediato, Marcelo Gallardo no especula: lleva a Ecuador su mejor repertorio, decidido a empezar a cerrar la clasificación con el bisturí de la precisión y el corazón de una final.
Como en los viejos cuentos de regreso, la defensa se rearma con protagonistas conocidos y giros inesperados. Paulo Díaz vuelve tras 22 días de ausencia, como un guerrero que regresa al frente, mientras que Gonzalo Montiel da una señal de coraje y resistencia: superó un desgarro en apenas nueve días y está otra vez en la partida, a disposición. Gallardo deberá elegir si le devuelve la titularidad inmediata al chileno o si lo reserva en el banco, manteniendo a Germán Pezzella junto a Lucas Martínez Quarta, quien purgó suspensión y asoma como inamovible.
El otro costado de la defensa también ofrece certezas: Marcos Acuña, que descansó ante Vélez, estará desde el inicio. En el lateral derecho, Bustos parece haberle ganado la pulseada a Montiel, aunque “Cachete” espera con la mecha encendida para sumar minutos y llegar afilado al duelo del lunes contra Barracas Central, ese choque de eliminación directa en el Apertura.
Del mediocampo hacia arriba, la sinfonía empieza a sonar con partitura repetida. Enzo Pérez será el eje, con Kevin Castaño (resguardado el fin de semana pasado) como ladero por derecha y Giuliano Galoppo completando el triángulo de equilibrio y empuje. Más adelante, la pólvora fresca: Franco Mastantuono, Sebastián Driussi y Facundo Colidio se entienden a señas, forman un tridente afilado que recuperó el fuego goleador y se prepara para hurgar entre las grietas del fondo ecuatoriano.
River sabe que en la altura húmeda de Guayaquil no alcanza con contar los minutos: hay que hacerlos pesar y sobre todo manejar los tiempos. Gallardo lo entendió como un matemático de la gloria: no hay mejor resultado que el que se obtiene jugando bien. Y si la ecuación cierra con goles, y con otro paso importante pensando en la siguiente instancia, tanto mejor.







