Las tucumanas visitaron El Vaticano el día del fallecimiento del Papa Francisco.
En menos de 24 horas, la ciudad del Vaticano pasó del júbilo pascual a la consternación por el fallecimiento del Papa Francisco. Las tucumanas Toia Carrasco, Carolina Farías, Alejandra Lavergne y Paula Gentile lo vivieron en carne propia: pasaron de gritar y aplaudir entre una multitud que celebraba en la Plaza San Pedro, a recorrer una ciudad vacía, sumergida en un luto silencioso por la partida del Pontífice. Y, sobre todo, jamás imaginaron que serían testigos de la última imagen pública de Jorge Mario Bergoglio.
El grupo había llegado a Roma el domingo de Pascuas. Estaban de turismo y, por casualidad, las fechas coincidieron para que pudieran vivir la festividad cristiana en el Vaticano. Carrasco, Lavergne, Gentile y Farías fueron parte de la multitud que presenció la Bendición Urbi et Orbi y recibió la Indulgencia Plenaria. La misa fue dada por el cardenal Angelo Comastri, mientras que el Papa se limitó a desear unas “buenas Pascuas”.
“Pensábamos que no iba a hablar. Lo vimos muy mal”, dice Carrasco. Para todas, fue la primera vez que vieron al Sumo Pontífice en persona. Las conjeturas sobre su estado de salud eran muchas. Incluso llegaron a pensar que no saldría al balcón. Pero las sorprendió: no solo saludó a los feligreses desde lo alto de la Basílica, sino que recorrió la plaza en el papamóvil. “Nos impactó verlo tan cerca. Era una felicidad enorme. Pero cuando dio la bendición, su voz estaba muy entrecortada y hablaba muy despacito. Necesitaba mucha asistencia para recorrer la plaza. Estaba muy cansado”, describe Carrasco.
La reacción de las tucumanas fue espontánea: gritaron el nombre del país con la esperanza de que el Papa las identificara. También recuerdan que la plaza estaba completamente adornada con flores y que el balcón papal lucía ornamentado para la ocasión. “Estaba muy conmovida porque estaba ahí, en el balcón. Hasta el último minuto, él trató de estar con su gente”, dice.
El momento de la muerte
En pocas horas, la algarabía se transformó en lamento. Las tucumanas cuentan que se encontraban en el Vaticano el lunes, en el momento del fallecimiento, pero no notaron nada fuera de lo común. “Todo transcurría de manera normal en el resto de la ciudad”, indica.
Al regresar al hospedaje, escucharon las campanadas y se enteraron de la noticia a través de los medios italianos. “Lo primero que pensé fue que era una broma, porque recién lo habíamos visto. Pero a los pocos minutos la gente empezó a juntarse en la plaza: monjas, sacerdotes, muchísima gente. Recién a las 19 convocaron a rezar un rosario”, recuerda.
El Vaticano se tiñó de gris. Carrasco, sin embargo, cuenta que en el resto de Roma todo continuaba con aparente normalidad. “Los puntos turísticos estaban llenos. No parecía que había fallecido el Papa”, retrata.
Si bien aprovecharon para seguir recorriendo la ciudad, volvieron a la plaza para el rezo por Francisco. Carrasco reconoce que, en ese momento, comprendió verdaderamente la dimensión de la figura papal. “Los argentinos teníamos una mirada muy politizada del Papa. Nos centramos en si venía o no, o si era o no peronista, y eso no era lo importante. Durante esos minutos, no hubo grieta: todos estábamos conmovidos. Él era la persona más poderosa del mundo para los católicos”, reflexiona.
Otro punto que les llamó la atención fue el tratamiento que los medios italianos dieron a la noticia: se enfocaron en el legado del Pontífice. “Es súper querido. Mostraban imágenes suyas en países en guerra y en lugares con muchísima miseria. No tomamos dimensión de que era el mediador entre Dios y nosotros”, cierra.







