Juan A. González
Doctor en Ciencias Biológicas
Sin duda una política activa acertada en cuanto a recuperar espacios naturales hoy usurpados. Hace muchos años que el cuidado de nuestros recursos exige medidas como estas. Hasta antes de esto, nuestra provincia exhibió una política zigzagueante con respecto a sus áreas protegidas provinciales. Pareciera que siempre nos quedamos en el amague.
Algunos resultados comienzan a emerger: usurpaciones y uso del bien común con fines privados. Históricamente podemos vanagloriarnos que creamos la primera reserva provincial (Reserva de La Florida, Monteros) en el año 1936, pero también exhibimos una política muy lenta ya que hemos tardado 104 años para crear el Parque Aconquija, esto desde la idea original de Miguel Lillo y otros hombres de la generación del Centenario, en 1914 hasta su concreción.
Lo que también muestra la historia de manera palmaria, y ahí viene de lo zigzagueante, es que nunca tuvimos un cuerpo de guardaparques que se encargara de cuidar lo que se pretendía conservar. Antes de la ley provincial N° 6.292, que regula entre otros temas las áreas protegidas, hubo un intento de crear este cuerpo de guardaparques, pero esa ley fue derogada. La ley actual (6.292) no retomó este tema. Por otro lado, la ley provincial de ambiente (N° 6.253) crea un cuerpo honorario de guardaparques, pero tampoco se hizo realidad. O sea, tenemos un total de 12 áreas protegidas (entre provinciales y nacionales), pero sin un cuerpo específico para esa tarea.
La excepción son las áreas nacionales. Y esto nos lleva de nuevo a lo de zigzagueante. En 1994, entre Parques Nacionales y la Universidad Nacional de Tucumán, se creó en Tucumán el Instituto para la Administración de Áreas Protegidas Dr. Cläes Olrog, que funcionó en Horco Molle y llego a considerarse pionero en Latino América. Hasta que en 2005 el instituto se retiró de Tucumán a Córdoba, donde funciona actualmente como Centro de Formación y Capacitación en Áreas Protegidas (CFyCAP). ¿Alguien puede explicar qué pasó en Tucumán? Lo peor del caso es que Tucumán tampoco llegó a formar su cuerpo de guardaparques. Fuimos docentes y espectadores.
Superficie protegida
El caso es que en Tucumán existe una superficie protegida (¿?) de casi 440.000 hectáreas, que es aproximadamente el 20 % de la superficie provincial. ¿Cómo es posible proteger esa superficie total sin un cuerpo específico (en este caso guardaparques) y no caer en la tentación de usurpar para fines muy alejados a la conservación y protección de la naturaleza? Y no se trata de proteger por capricho, se trata de proteger y conservar por nuestra supervivencia. ¿Acaso el agua, la que usamos todos los días, no proviene de nuestras montañas, lugares donde ella se genera?
Más allá de razones caritativas o altruistas, debemos proteger nuestros ambientes por razones estratégicas ligadas a nuestro desarrollo. El desarrollo inteligente de Tucumán está ligado a la conservación de la naturaleza. ¿Acaso el turismo responsable no está demostrando que es una alternativa sostenible generadora de divisas? ¿Acaso un cuerpo de guardaparques no evitaría los incendios en los cerros, la intrusión de motos de alta cilindrada en lugres donde no se debe invadir? ¿O los loteos en lugares que están protegidos por leyes?
La conservación de la naturaleza, la conformación de un cuerpo de guardaparques ya la recuperación de tierras no es una cuestión indivisa. Más aún sería la demostración cabal de generación de “empleo verde” que es uno de los puntos de los Objetivos del Desarrollo Sostenible a los cuales nuestra provincia se halla adherida. Es hora de corregir nuestros zigzagueos y avanzar hacia lo concreto. En hora buena que el gobierno haya tomado el toro de las astas y haya comenzado a recuperar los terrenos usurpados en la zona de El Cadillal y de La Angostura. Quizás una medida de protección inmediata sería la forestación de esos espacios con un cuerpo ad hoc de guardaparques. Ojalá estas acciones sigan en otros lugares protegidos ya que son propiedad de todos los tucumanos y de paso generamos mano de obra genuina.