Jorge Bergoglio llevaba tiempo con sus capacidades de movilidad reducidas. FOTO TOMADA DE LAVOZ.COM.AR
El papa Francisco falleció hoy a los 88 años. En todo el mundo, millones de personas despiden a un líder religioso que dejó una marca profunda. Ayer había reaparecido para la misa de Pascuas luego de estar internado semanas atrás por una neumonía lateral, que lo llevó a un mayor deterioro de su salud.
Bergoglio enfrentó complicaciones de salud desde los 21 años, cuando una severa infección respiratoria obligó a extirparle parte de un pulmón. Con el tiempo, sumó problemas cardíacos, cálculos biliares y un dolor crónico de ciático, que lo acompañaron incluso durante sus giras internacionales.
Siguió con sus viajes y audiencias
En 2019, el Papa se sometió en secreto a una cirugía de cataratas, y en 2021 atravesó una intervención intestinal donde le extirparon 33 centímetros de colon. A pesar de estos contratiempos, continuó con sus viajes y audiencias, incluyendo visitas a lugares remotos como Indonesia, Papúa Nueva Guinea y Singapur.
En tanto que en febrero de este año, una neumonía bilateral agravó su estado general, lo que derivó en varias internaciones y una creciente dificultad respiratoria. Luego de este episodio, Francisco mantuvo una agenda limitada, incluyendo encuentros con líderes mundiales y figuras del ámbito cultural y mediático, como el presidente de CNN, Mark Thompson.
En su última aparición pública, participó desde el balcón de la basílica de San Pedro en la misa de Pascuas, donde impartió la tradicional bendición “Urbi et Orbi”, pidiendo por la paz y la libertad religiosa.
La vejez y la enfermedad
El papa Francisco había dejado firmada en 2013 una carta de renuncia anticipada, por si su salud no le permitía continuar. Sin embargo, nunca recurrió a ella. Según el cardenal Kevin Farrell, “nos enseñó que la vejez y la enfermedad no son obstáculos para servir”.
Hasta el último día, se mantuvo fiel a su misión: estar cerca del pueblo, abogar por los marginados y predicar con el ejemplo. Su pontificado quedará en la historia por la transformación interna de la Iglesia, su defensa del medioambiente y sus gestos de cercanía, como el lavado de pies en cárceles o la recepción de refugiados.







